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80 años de la Guerra Civil en el Jarama

La ciudad recuerda el aniversario de este episodio bélico que frenó en avance de las tropas franquistas hacia Madrid. Dos actos: viernes 17 y sábado 18. 

80 años de la Guerra Civil en el Jarama

Reportaje: Patricia Campelo

En febrero de 1937, siete meses después de la sublevación militar que desencadenó la Guerra Civil española, la ciudad de Madrid resistía la embestida de las tropas rebeldes, comandadas por Francisco Franco.

Tras fallidos intentos de alcanzar la capital desde la zona noroeste de la región, el ejército franquista se concentraba en el valle del Jarama, desatando una batalla que se prolongó durante tres semanas, la primera a campo abierto de tropas de infantería, carros de combate, escuadrones de caza y caballería.

Durante ese tiempo, el ejército republicano frenó el avance franquista. Cuatro divisiones republicanas bajo el mando del general José Miaja, con la ayuda de las XI, XII, XIV y XV Brigadas Internacionales, firmaron la hazaña bélica que concluyó por desgaste.

De los cerca de 80.000 combatientes, unos 20.000 fueron heridos, desaparecidos o muertos, entre ellos, alrededor de un millar de brigadistas. Más de 30 nacionalidades participaron en la Batalla del Jarama, de las 52 participantes en la Guerra Civil.

En esta primera guerra moderna, en la que se testaron los últimos avances armamentísticos, también se probaron novedosos ensayos en medicina humanitaria. El doctor Norman Bethune, brigadista canadiense, realizó las primeras transfusiones móviles de la historia en un campo de batalla. También en el del Jarama.

LA POBLACIÓN

Faustino Díaz, vecino del Casco Antiguo, de 86 años, es uno de los pocos ripenses, tal vez el único, superviviente de aquel episodio. «En una finca, Conejeras, que está un poco más alta que donde vivíamos nosotros, pasaban los caballos corriendo porque disparaban los aviones desde arriba y salían huyendo», recuerda.

Nacido en la finca de El Porcal (Vaciamadrid), en 1930, conserva en su memoria el ruido de los obuses cayendo a un kilómetro de su hogar, y el miedo en el rostro de sus padres. «No tenía conciencia de lo que pasaba, de lo que suponía aquello», asegura Faustino, que no había cumplido los 7 años cuando la guerra le convirtió en refugiado.

«Al ver lo cerca que caían las bombas tuvimos que irnos casi con lo puesto. Tampoco sabíamos muchas cosas, y creímos que todo esto iba a durar poco y volveríamos pronto. Así que cerramos la puerta y ahí quedó todo».

Entre el escasísimo equipaje, un colchón que echaron a la vagoneta de la azucarera de La Poveda que les alejó de la tierra agujereada de proyectiles, cañones y metralla. Ese trenecito de vía estrecha que surcaba la sierra remolachera del otro lado del río Jarama sirvió para evacuar a habitantes de la finca de El Porcal.

«En La Poveda teníamos familia, y pasamos una o dos noches. Pero éramos bastantes y no cabíamos. Nos marchamos a Torrejón de Ardoz como evacuados», relata Faustino esbozando recuerdos que asegura no tener, pero que le asaltan con fluidez.

En esa ciudad del corredor del Henares, las familias huídas de la guerra eran alojadas en una iglesia. También la de este superviviente, que compartió allí el techo sacro con otros refugiados hasta que una mujer les ofreció sitio en su casa, «en un hotelito que llamaban entonces, ahora son chalets», aclara.

Pero no terminó ahí el periplo refugiado del niño Faustino. «En esa zona bombardeaban todas las noches porque querían cortar la vía con Barcelona. Recuerdo un día cómo mi padre tiraba piedras al coche que iba marcando el lugar donde luego caía la bomba».

Después de unos cuatro meses en Torrejón, el padre de Faustino localizó en los alrededores un pequeño pueblo, Villar del Olmo, donde la vida transcurría lejos del estruendo bélico. «Allí pasamos lo que quedaba de guerra y, después, volvimos a El Porcal», apunta.

TIERRA QUEMADA

El hogar de Faustino se hallaba en el ojo del huracán, en mitad del fuego cruzado. Las dos líneas del frente batallaron en la finca ripense, donde residían unas 70 familias agricultoras y ganaderas antes de la guerra, y las consecuencias fueron devastadoras.

«Había muchas casas sin tejado, ventanas ni puertas de madera, que las quemaron para calentarse. Todo estaba destrozado. De valor no teníamos nada, pero desaparecieron las mantas y demás ropa de cama». Un campo de minas sembraba la tierra por donde antes de la guerra Faustino jugaba al «peón» y a las «bolas», y uno de sus primos murió al explotar una mientras indicaba a los artificieros dónde estaban colocadas.

Otro vecino del municipio, fallecido en noviembre de 2016 a sus 91 años, Agustín Sánchez Millán, autor de ‘Rivas Vaciamadrid, mi pueblo’, compartió con esta revista el pasado año sus recuerdos sobre aquellos días color gris plomo.

«Teníamos los combates a un kilómetro. Cuando salimos por la carretera, por la parte de las canteras, veía la artillería republicana y la de Franco. Los obuses caían y volaban los caballos y los hombres. Eso no se te olvida», contó Agustín el pasado mayo.

Así truncó la guerra la vida de estas familias ripenses que pasaban sus días de faena en el campo, compraban en la cantina donde «había de todo» o en el puesto del vendedor ambulante de telas e hilos. «Teníamos un frontón donde jugaban los mayores después de trabajar, e íbamos los chicos a verles», describió Agustín en una entrevista en febrero de 2016.

PARTE DE GUERRA

La hemeroteca guarda el relato de un enfrentamiento que se libraba también en la prensa diaria, con cabeceras como el ABC, con una edición fascista, la de Sevilla, y otra republicana, la de Madrid.

La mañana del viernes 12 de febrero, el quiosco madrileño amanecía, como cada día, con el parte de guerra, que incluía novedades sobre la Batalla del Jarama: «Corrieron hacia Las Coberteras para tratar de dominar la carretera de Valencia con las ametralladoras; pero la acción de nuestras fuerzas les ha desalojado de allí y de los sectores de Vaciamadrid, impidiendo el objetivo de esta nueva ofensiva contra la capital de la República».

Se trataba de las declaraciones realizadas por el ministro de Estado, el socialista Álvarez del Vayo, la noche anterior, en las que buscaba acabar con los rumores sobre la caída de las comunicaciones entre Madrid y el levante, últimos bastiones republicanos. En Valencia, el Gobierno de la República, evacuado, enviaba víveres a la capital.

PARQUE HISTÓRICO

Hoy, trincheras, bunkers, fortines y demás fortificaciones bélicas salpican el paisaje natural ripense. El Ayuntamiento de Rivas, junto a los de Arganda del Rey, Morata de Tajuña y San Martín de la Vega, reclama desde hace años a la Comunidad de Madrid la catalogación de esta zona como Parque Histórico, proteger y mantener los vestigios del pasado y difundir así la historia de la Guerra Civil desde una perspectiva democrática.

Distintas rutas que ofrecen algunas asociaciones muestran hoy los puntos de interés por donde transcurrió la célebre batalla en estos días de febrero, 80 años atrás.

80 ANIVERSARIO: AGENDA DE ACTOS

El Ayuntamiento, la asociación Jarama 80 y la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales (AABI) han diseñado una programación de actividades para recordar el aniversario de la Batalla del Jarama y preservar la historia. La ciudadanía podrá conocer a familiares de brigadistas internacionales llegados de distintos países de América y Asia.

Viernes 17

19.00. Acto de homenaje ‘Una memoria necesaria’. Poesía, música e intervenciones de artistas. Estreno del corto ‘Jarama’.

Auditorio municipal Pilar Bardem.

Entradas: 2 euros.

Sábado 18

9.30. Visita al monumento a Charlie Donnelly, poeta y brigadista irlandés muerto en el Jarama. Parque Miralrío.

10.00. Marcha del Jarama. Ruta por alguno de los puntos estratégicos del combate.

18.30. CONCIERTO: actuaciones desde las 18.30 de los grupos y solistas irlandeses, escoceses e ingleses Gallo Rojo, Calum Baird, Andy Irvine, Na-Mara. Conciertos de Lucía Sócam (21.15) y Boikot (22.30). Polideportivo Cerro del Telégrafo, pista de patinaje. Entradas: 5 euros.

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