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Amalia Andújar: el futuro del cante flamenco

Finalista del Cante de las Minas, ha compartido escenario con grandes como José Menese. A sus 20 años, esta vecina proyecta una carrera de éxito.

Amalia Andújar: el futuro del cante flamenco

Reportaje: Patricia Campelo Fotografía: Luis García Craus

La siguiente escena se desarrolla en Santa Amalia, un pueblo de la provincia de Badajoz de poco más de 4.000 habitantes. En una de las casas blancas­­ que conforman la cuadrícula de calles ­en que se organiza el municipio, una niña que ha crecido con el cante de Camarón, La Perla y Antonio Mairena, entre otros, solventa los reparos que le impone la vergüenza y se arranca a cantar alentada por su abuelo.

Podría ser una de esas fiestas en familia en las que, según recuerda Amalia Andújar -que llevará siempre consigo el nombre de su pueblo natal- el patriarca Antonio, conocedor del potencial del quejío flamenco de su nieta, trataba de despertar el duende.

«Me decía que cantara pero yo no quería y, al final, de tanto insistir, canté. Empecé en las reuniones familiares», relata Amalia (20 años) desde el restaurante de sus padres, El Mirador, detrás de la gasolinera de la zona del H2O. Allí, entre lienzos gigantes con detalles del mundo del flamenco y una foto del rostro de Amalia en plena explosión cantaora, la joven artista desgrana recuerdos recientes de su pronta carrera profesional.

«Empecé con Antonio Carrión, en Sevilla. Pero nos conocimos en Santa Amalia hace 4 años. Tomamos contacto y un año después me fui a Sevilla a seguir estudiando flamenco, donde estuve dos años aprendiendo con él», cuenta.

Fue durante una actuación en su pueblo extremeño ¿a Rivas llegó con 9 años por el trabajo de sus padres en el restaurante- donde su camino se cruzó con el de Carrión, y comenzaron a abrirse puertas. Antes, se había estado formando también con Talegón de Córdoba y Paco del Pozo. Fruto de esos años de estudio, Amalia domina hoy los cantes de compás y los libres, de estilo clásico o puro, cuando canta ‘pa¿lante’ ¿sola, en primera fila- sobre el tablao.

Pese a su corta trayectoria, el arte que derrocha Amalia en cada actuación ha sido reconocido en certámenes tan importantes como el Festival del Cante de las Minas, donde fue finalista en la edición de 2014. Además, se ha subido a los escenarios de Casa Patas y Amor de Dios, en Madrid, y ha girado por teatros y salas de diferentes ciudades españolas.

Con la compañía de Carmen Cortés prepara este año ‘La Gitanilla’, de Cervantes, cuyo estreno se escenifica el 3 y 4 de este mes en el festival de teatro clásico de Almagro (Ciudad Real), y el 5 en Alcalá de Henares (Madrid).

Fue precisamente en el templo madrileño Casa Patas, en cuyas paredes resonó Camarón, Paco de Lucía o Lola Flores, donde Amalia se subió por primera vez a un escenario. «Tenía 14 años la primera vez que canté ahí. A partir de ese momento fui conociendo a más gente», apunta. Sobre el escenario ha compartido cante con artistas como Aurora Vargas o Cancanilla de Málaga.

A través de su mentor Antonio Carrión, Amalia conoció a José Menese (La Puebla de Cazalla, 1942), «uno de los grandes maestros que quedan», reconoce. Con él ha compartido escenario en Madrid y Barcelona, «yo con las palmas», apostilla, y en la Casa de Andalucía de Rivas, así como momentos de anécdotas del maestro que Amalia recoge como enseñanzas de vida.

«Es muy cercano. Te cuenta muchas cosas de gente con la que ha vivido, de ese círculo de grandes que ha conocido como Camarón o Antonio Mairena, también de bailaores o de escritores como Alberti», destaca Amalia. Una de las historias que más le llama la atención a la cantaora sobre Menese es aquella en la que el de la Puebla de Cazalla llegó a Barcelona a trabajar, ya consolidado como cantaor. «Le pagaban un hotel bueno, y le daban de todo, pero él se fue a vivir a las chabolas con todos los gitanos. Se quedó con ellos cantando y bailando. Prefirió esa vida de flamenco, de cante y baile, y comiendo lo poquito que había, antes que un hotel. Y lo que ganaba lo repartía entre esa gente que no tenía de nada», relata Amalia orgullosa.

De Menese guarda también consejos. «Que escuche mucho de unos y otros, que aprenda de cada persona un poquito y que me lo lleve a mi terreno, que tenga los pies en la tierra y que no me fie de toda la gente», le dijo el maestro.

ENTRE EL TABLAO Y LA BOTICA

Pese a la brillante carrera que se le intuye a Amalia, ella no descarta otras opciones por si se tuerce el futuro de cantaora. Estudia el primer curso del grado medio de farmacia, por Fuencarral, donde sus compañeras y profesoras le piden que cante entre clase y clase. «Siempre me ha gustado la farmacia, saber qué se tiene que tomar la gente, me gusta la ciencia, la química, y se me da bien», se sincera.

Sus jornada maratonianas empiezan con las clases de Farmacia, hasta las 14.00, hora en la que empiezan los ensayos con la compañía en los Teatros del Canal, «yo llego un poco después», aclara. A Rivas no regresa hasta las 20.00 y pico de la tarde. «Llego, como algo, estudio y, a veces, viene Antonio [Carrión] y ensayamos o montamos cositas nuevas para sitios donde tenemos que ir.

Luego llega el fin de semana y ya no estoy aquí», explica sobre sus semanas que terminan siempre con actuaciones por ciudades diferentes o en Santa Amalia, al calor de su familia y de su orgulloso abuelo Antonio.

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