Entrevista: Emilio Silva. Fotografía: Jesús Pérez
Un profesor les pide un día a sus alumnos que hagan una redacción acerca de lo que han hecho durante el fin de semana. Cuando se las entregan, y las está corrigiendo, queda fascinado por la historia que relata uno de sus estudiantes.
A partir de ese encuentro, unidos por la pasión por la literatura, se relatan sobre el escenario las historias de tres familias en las que el alumno y su escritura son el nexo de unión.
La obra llega a los escenarios ripenses en pleno debate sobre el futuro de la educación y Juan Mayorga quiere participar en él. «Fui un alumno de la última fila. Lo fui físicamente en alguna de las aulas en las que estuve. En la obra se habla de ese sitio como de una posición moral; es el espacio que ocupa aquel que observa sin ser visto, desde una posición que es la propia del escritor, un lugar que en cierto modo sigo ocupando».
Cuando un estudiante toma la decisión de sentarse en la fila de atrás o en la de adelante se enfrenta a una opción vital. «El que elige la primera fila quiere ser protagonista o acepta serlo, porque en ese lugar es observado por todos. Pero en la última fila se busca el anonimato, la sombra, hacer cosas que bordean lo ilícito desde el punto de vista de las normas del aula».
Mayorga ejerció durante varios años de profesor de enseñanza media. «No he tenido ninguna relación en el aula tan intensa; ni como alumno, ni como profesor. Sí es verdad que alguno de mis maestros me ha marcado profundamente. Y también algún alumno que me descolocó. Pero en la obra, la relación bordea lo paterno filial y está en juego una herencia y la transformación de una herencia».
Con respecto al debate sobre el futuro de la escuela pública afirma tajante. «Una sociedad no puede ser mejor de lo que sea su escuela. Y en ese sentido es calamitoso el abandono de la escuela pública al que estamos asistiendo». El origen de la obra surgió durante una corrección de exámenes. «Era una prueba de fracciones y un alumno escribió en la esquina del examen. «Juan no puedo contestar a ninguna pregunta porque estoy jugando muy bien al tenis, voy a ser un campeón y tú y yo vamos a celebrarlo». Cuando lo leí entendí que ahí había una historia interesante; y ese fue el detonante que abrió la puerta de la obra».
«Parece que el único discurso es la resignación; y en momentos así el teatro puede ser capaz de combatir ese comportamiento»
La agilidad con la que está contada la historia hace que la obra resulte cinematográfica. «En el teatro, es el espectador el que pasa de unos tiempos a otros e imagina. En el caso del cine suele ser el director el que construye esos espacios temporales». El director francés François Ozon, tras conocer la obra, llevó a cabo la adaptación cinematográfica con el título de ‘En la casa’. «Lo que yo quería es que él hiciera suyo ese material, que la película no fuera una redundancia de la obra, que Ozón la interpretara. Y él la ha adaptado muy bien a la cultura francesa, a su tiempo y a su visión de la escuela».
Tan bién llevó a cabo esa adaptación, que la película gala se alzó en el pasado Festival de Cine de San Sebastian con el premio al mejor largometraje. Estos tiempos de crisis afectan directamente a la cultura, y el teatro no puede ni quiere permanecer ajeno.
«Parece que el único discurso dominante es la resignación, que hay lo que hay. Y en momentos así el teatro, la cultura, pueden ser capaces de combatir ese comportamiento y convertirse en una apuesta contra la resignación».
‘El crítico’ es la obra que acaba de estrenar en el Teatro Marquina de Madrid. Está protagonizada por Juanjo Puigcorbé y Pere Ponce. «Es un hombre que tiene una altísima visión del teatro, por su función transformadora y desestabilizadora. Piensa que si se pusiera la verdad en los escenarios la gente saldría a quemar el mundo. Y lo que él critica es el enmascaramiento de la verdad».
«Retirar la filosofía de los programas académicos es algo letal»
Como autor teatral reflexiona sobre la función que tiene su escritura. «El teatro tiene una función inmediatamente crítica porque es capaz de enseñarnos cosas de nosotros mismos y provocar nuestro asombro. El teatro tiene una función de desnudamiento». En su conversación y en sus obras hay referencias a la historia del pensamiento. Y vuelve a su preocupación por la enseñanza. «Retirar la filosofía de los programas académicos es algo letal. Más allá de los contenidos que la filosofía pueda ofrecer, del conocimiento de Kant, Sócrates o Spinoza, su mera existencia es fundamental. Es la forma de enseñar a los alumnos que todo es cuestionable, que no hay por qué aceptar acríticamente la realidad».
Pronto estrenará ‘La lengua en pedazos’, una obra que ha escrito y dirigido. Estará en Madrid, en la sala Fernán Gómez a partir del 8 de febrero. También está girando su adaptación de ‘La vida es sueño’. Paulatinamente se están representando obras suyas en Italia, México y, pronto, en Cuba. Además está escribiendo dos obras: una sobre una traductora y otra sobre el duelo ajedrecístico entre Fisher y Espasky en 1973.Vuelve a la obra que se representa en Rivas con la compañía La Fila de Al Lado.
«En ‘El chico de la última fila’ asistimos al nacimiento de un escritor. Todos nos pasamos la vida construyendo relatos acerca de otros pero los escritores son especialistas en eso. También vemos hasta dónde puede llegar la implicación de un profesor y su proyección cuando ve que un alumno puede alcanzar lo que él no consiguió».
