- Texto: Patricia Campelo e Irene Piedrabuena. Foto: Jesús Pérez.
Javier Sánchez (32 años), Carlos Martínez (31) y Joaquín Pérez (25) plantaron hace tres años las simientes del proyecto que ahora florece: la cooperativa Semillando Sotillo. Los 100 metros de los que disponen en el Soto del Grillo les han brindado la posibilidad de iniciarse en el cultivo ecológico.
«En 2009 accedimos a este pequeño espacio, comenzamos a trabajarlo e incluso hemos vendido los excedentes. Poco a poco nos dimos cuenta de que nos queríamos dedicar a esto así que solicitamos una parcela de las disponibles en el Parque Agroecológico«, cuenta Carlos, al tiempo que pisa los terrenos ubicados en el enclave natural del Soto del Grillo.
Volver a la tierra se convierte en una alternativa al desempleo juvenil pero también en una necesidad de regresar a los orígenes: «El retorno al campo es la combinación de la desesperanza laboral y la conciencia social de que el sistema ha fallado. Tenemos que volver a lo que somos y a comernos un tomate en lugar de un plástico rojo», argumenta Javier.
Joaquín lleva dos años sin empleo y asegura que nunca se imaginó como horticultor, «ahora sé que es el trabajo de mi vida«, afirma. Semillando Sotillo se vertebra sobre tres ejes: la producción y venta, el impacto social y el cooperativismo basado en el reparto igualitario de los beneficios. El 10% de la parcela lo destinarán para trabajar con personas en riesgo de exclusión social. «Ahora trabajamos con la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en un proyecto que mitiga el estrés en los refugiados políticos», explica Javier.
La finca en la que trabajan los integrantes de Semillando Sotillo se rige por el apoyo mutuo entre quienes la cultivan. «Hasta ahora éramos cuatro grupos y acordamos precios para evitar la competencia desleal, nos prestamos excedentes y tenemos un banco de semillas», aclara Carlos señalando el invernadero que comparten con el resto.
«Lo importante es que nuestro trabajo repercute directamente en Rivas»
Su trabajo camina en la línea ecológica, social y equitativa en la que sobre todo destaca la socialización del producto. «La alimentación sana debe tener su precio real, porque no son productos de élite», reivindica Javier. Mercadillos, cooperativas y venta directa serán algunos de los métodos para dar salida a la cosecha en el mercado local.
«Lo importante es que nuestro trabajo repercute directamente en Rivas; nuestro foco de distribución será el municipio y el consumidor va a saber de dónde proviene el producto», concluye Javier.
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