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Paula Llorens adapta y representa ‘Historia de una maestra’

La actriz se sumerge en la novela escrita por Josefina Aldecoa en 1990 y da vida en el escenario a Gabriela, su protagonista (sábado 10 abril, 20.00).

Paula Llorens adapta y representa 'Historia de una maestra'
Paula Llorens, en una escena de 'Historia de una maestra', novela de Josefina Aldecoa que la actriz ha adaptado al teatro. JUAN GABRIEL SANZ

La actriz valenciana Paula Llorens (Canals, 1986) se enamoró hace más de diez años de la novela ‘Historia de una maestra’, escrita por Josefina Aldecoa en 1990. Ese camino compartido continuó de una forma muy sutil, casi sin querer, cuando estudiaba Arte Dramático y aprovechó un ejercicio de clase para investigar cómo le sentaría a la novela salir del papel. Al acabar el simulacro, la actriz no fue capaz de abandonar a Gabriela, la protagonista del libro, a medio camino entre las hojas y el escenario. “Por pura casualidad”, esa que el destino suele calcular de forma tan meticulosa, Paula acabó conociendo a la hija de Josefina, quien le cedió los derechos de la obra para que lo que su madre había escrito pasara a formar parte del mundo de las tres dimensiones. Llorens adaptó el texto y lo interpreta bajo la dirección de Gemma Miralles. ‘Historia de una maestra’ se representa el sábado 10 de abril en el auditorio Pilar Bardem (20.00, entradas aquí).

¿Por qué era tan importante esta historia para usted?

Porque hay muy pocas obras que hablen sobre mujeres y que estén contadas por mujeres, y menos de esa época, principios del siglo XX. Además, habla sobre una parte de la historia de España, siempre contada por los vencedores y los hombres, desde el punto de vista de una maestra, que es madre y forma parte de la historia en minúsculas.

En esos tiempos, muy pocas mujeres tenían formación o un salario.

Exacto, las escasas mujeres que trabajaban fuera de sus casas, con un oficio, una profesión, eran las maestras. En esa sociedad, patriarcal, muy machista e ignorante, acababan de estudiar en las escuelas formales – los hombres estudiaban magisterio en la universidad-, y con 19 años debían irse solas a algún pueblo alejado donde la mentalidad era aún más cerrada y donde cada cosa que hicieran sería juzgada, especialmente si estaban solteras. Les obligaban a vivir en casa de alguna mujer mayor del pueblo para que las vigilara.

¿Qué les impulsaba a ser maestras?

En esta obra, lo que más me gusta de la protagonista es su gran vocación: su deseo y objetivo más importante es enseñar, compartir todo lo que pueda con los demás y su determinación para lograrlo. Para Gabriela, enseñar a leer, escribir o sumar a niños y adultos, sobre todo en estas zonas tan rurales, suponía darles un arma para enfrentarse a la vida, para que nadie les engañara, ayudarles con unas nociones básicas para que pudieran vivir de forma digna. Ella me ha recordado que la enseñanza es vital para que las personas sean mejores y libres.

¿Es la vocación algo que tienen en común Gabriela y usted?

Es muy posible. Además, si yo no hubiera sido actriz, habría sido maestra porque la docencia me gusta mucho. Ahora soy escritora y profesora de teatro. Creo que la interpretación es muy vocacional, también el magisterio; si no lo es, debería serlo. Aquellos maestros y maestras que nos han marcado, de quienes más nos acordamos, son las que realmente tenían vocación.

Además de enseñar, ¿qué aprende Gabriela?

Vive muchísimas experiencias que la van transformando: primero madura, se va sola a Guinea Ecuatorial, que era colonia española, a una isla, se encuentra en un mundo en el que todos son hombres y blancos, se enfrenta al machismo, al racismo… Luego se enfrentará al comienzo de la España dividida en dos bandos, lo que hace que piense en ‘luchar’ enseñando.

¿La educación de hoy en día fomenta hacer lo que nos apasiona?

Tal y como está configurada la educación actual, dependerá de cada maestra o maestro. Pienso que los docentes que se cruzan por nuestras vidas dejan huella por su actitud y no por los programas o asignaturas que imparten. Respecto al sistema de enseñanza, cuando era pequeña todo se basaba en la memorización, pero hoy en día se empiezan a atender las habilidades y el potencial de cada persona. Se tiene en cuenta que no todos somos iguales, que existe la diversidad y esta nos enriquece.

¿Es posible una educación sin ideología?

Si se entiende que la ideología es tener una escuela igualitaria, laica, no segregadora, sin necesidad de vincularse a un partido político, creo que no es posible. Esto es lo que Gabriela defiende. Dice que, si cuando surgió la división del país [guerra civil] hubiera tenido que definir qué era para ella la política, no habría sabido hacerlo, pero piensa que si amar su profesión y entregarse a ella era política, entonces si se “metía en esas cosas”. Personalmente creo que, si defiendes valores fundamentales como los derechos humanos, que hombres y mujeres son iguales, que no importa donde nazcas, y todo eso se considera ideología, claro que en la educación debe haber ideología. Luego, en otros temas, cada cual tendrá libertad de pensar lo que quiera. Y, por supuesto, que no todas las personas debemos ser iguales.

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