Entrevista: Nacho Abad Andújar
Dice el jefe de la Policía Local de Rivas que la emergencia provocada por la COVID-19 ha sido el mayor reto en sus 35 años de carrera policial y de seguridad. “Nunca me había encontrado una situación como esta”, reconoce Leonardo Lafuente, en el cargo desde 2018. Y experiencia tiene: ha llevado las jefaturas policiales de Alcobendas (1992-2006), Aranjuez (2006-2016) y Colmenar Viejo (2016-2018). Tras dirigir la seguridad de la Agencia Tributaria y de Metro Madrid, se hizo policía en 1992.
Gaditano de nacimiento (1959), pero madrileño de residencia desde los cuatro años, le apasiona el esquí, el paracaidismo deportivo y, sobre todo, el buceo [con título para sumergirse hasta 140 metros de profundidad]. Asegura que el comportamiento mayoritario de la ciudadanía ha sido ejemplar durante la cuarentena. Aún así, se han propuesto 2.300 denuncias por incumplimiento del estado de alarma: 1.600 de Policía Local y 700 de Guardia Civil. “La imagen de la ciudad vacía era desasosegante”, rememora.
¿Cómo describiría el comportamiento de la población ripense durante el estado de alarma?
El comportamiento general ha sido ejemplar. Un 98% ha cumplido estrictamente las normas de confinamiento y limitaciones de movilidad. Ha habido una gran colaboración.
Con la desescalada, el ritmo de denuncias aumentó. ¿Cuáles eran los principales incumplimientos?
Al principio hubo días en los que se incrementaron los incumplimientos, pero luego bajaron progresivamente. La gente, en las transiciones de fase 0 a 0,5 y 1, interpretó que había una flexibilización de la movilidad, que la hubo, pero no tanta como pensaban algunos. Se produjo cierta confusión. Las infracciones más habituales eran el paseo de dos personas adultas con niñas y niños [solo podía ir una], práctica deportiva en grupo, y no individualmente como se estipulaba, y desplazamientos de dos personas para realizar las compras indispensables. Una vez que la población se fue informando, se llegó a una situación de denuncias casi nula. También hubo cierta confusión con las franjas horarias. Y picaresca de quienes salían tres o cuatro veces a comprar para salir a dar un paseo.
¿Las denuncias más inverosímiles?
En fase 0, fiestas en alguna casa o un garaje, una quedada de motos y quads en la Cañada o botellones en algún parque. Pero todo en un contexto de normalidad. No ha habido demasiadas situaciones estrambóticas.
Comparando los datos del Gobierno central con los de la Comisión de Coordinación Policial de Rivas, en nuestra localidad se han impuesto menos sanciones de media.
Lo primero: desde Policía nos hemos dedicado antes a informar que a denunciar. Desde los soportes informativos municipales (web, redes sociales…) se ha ofrecido información puntual. La ciudadanía ripense ha podido disponer tal vez de más información que en el resto de España. Incluso utilizamos la megafonía de los vehículos para corregir situaciones que comportaban riesgo para las personas. Ha habido mucha colaboración ciudadana, incluso intercambio de información de personas que nos llamaba alertando de situaciones.
Y ha surgido la figura de ‘policía de balcón’, a veces con fiscalización vecinal excesiva.
Nos han llegado avisos de gente que se extrañaba de ver a personas en la calle con menores, cuando en realidad se los tenían que llevar a la compra porque no podían dejarlos solos en casa. O el paseo de las personas con alteraciones de conducta, que podían salir como medida terapéutica. O personas dependientes que podían salir acompañadas de un adulto. No obstante, la colaboración ciudadana con la Policía Local en este confinamiento ha sido positiva, y nos ha hecho ser más eficaces en la detección de alguna conducta inadecuada de alguna persona insolidaria.
¿Qué mensaje envía a quienes se saltan las normas?
Primero, agradecer a quien no se las salta y cumple. Insisto en agradecer y reconocer a la población de Rivas su comportamiento. Nos han facilitado mucho el trabajo a los servicios públicos que hemos estado velando por la protección y la seguridad. A los incumplidores, advertirles de que determinados comportamientos conllevan riesgos, para ellos y para el conjunto de la sociedad. Lo primordial es evitar cualquier tipo de rebrote que nos haga retroceder. Y recordarles que las sanciones son fuertes, desde 600 a 10.000 euros. Que tengan mucho cuidado, estamos vigilantes. Las normas que nos imponen las autoridades sanitarias son por nuestra salud y seguridad.
¿Cómo se vigila una ciudad en estado de alarma, cuáles han sido los retos principales?
Durante la fase 0 dura, cuando solo se permitió trabajar a los servicios esenciales, los esfuerzos se concentraban en el control de la movilidad. Por un lado, circulación de vehículos, que debían justificar su desplazamiento. Con controles policiales en entradas y salidas de la ciudad y otros puntos estratégicos. Por otro, el control de la movilidad a pie, en los entornos de centros comerciales. También la reapertura de algún comercio que no tenía claro si podía abrir. Y mucha llamada ciudadana pidiendo información sobre las condiciones de movilidad vigentes. En la siguiente fase de paseos, nos centramos más en vigilancia de horarios y condiciones de apertura de comercios, cumplimiento de aforo, medidas higiénicas…
Al ser un municipio con mucho parque y vivienda unifamiliar, ¿es más compleja la vigilancia?
Mucho más compleja. Somos una ciudad difusa, con una alta calidad de vida, mucha zona verde y un casco urbano muy extenso, más difícil de vigilar que una ciudad compacta. Por ejemplo, tenemos 190 parques infantiles de juego: hubo que precintarlos, revisar los precintos… Hemos tenido al 100% de los agentes trabajando ante esta situación de emergencia.
Menciona a los agentes, ¿su grado de satisfacción con el cuerpo que dirige?
Muy satisfecho. En esta situación, los agentes [mujeres y hombres], funcionarios públicos, han dado el do de pecho. He tenido a la totalidad de la plantilla, 127 agentes, a disposición, ofreciéndose incluso para reforzar el servicio. Han renunciado a permisos y licencias. Por ejemplo: agentes que, ante la muerte de un familiar u hospitalización de familiares, renunciaron a sus días de permiso prestando su servicio en estos días difíciles. El comportamiento, tanto de los policías, como de los mandos y representantes sindicales, ha sido ejemplar. Han estado a la altura de esta situación tan complicada.
¿Cómo ha cambiado el coronavirus la rutina en el trabajo policial?
Los agentes tienen que ir ahora protegidos, y no sabemos hasta cuándo. Primero, con la introducción de los elementos de protección personal, los EPI: mascarillas, guantes, gafas, incluso tenemos trajes de buzos. Otro cambio: el distanciamiento, tanto entre los propios agentes como en las intervenciones con personas. Y la limpieza de los vehículos, que se desinfectan dos veces a la semana y en el caso de haber trasladado a una persona sospechosa de infección.
En Rivas conviven dos cuerpos de seguridad: Policía Local y Guardia Civil: ¿cómo es la coordinación entre ambas?
La coordinación es perfecta, con una relación estrecha. Se ha constituido la Comisión de Coordinación Policial que, presidida por el alcalde, agrupa a ambas, para establecer procedimientos y protocolos comunes a ambos cuerpos de seguridad. Se reúne una vez a la semana. Diariamente hay intercambio de información entre ambas jefaturas. Y si hay alguna interpretación dudosa de alguna norma, se activa un canal de comunicación para coordinar una respuesta uniforme. Por ejemplo, la controversia de si un padre o madre podía ir también en bici acompañando a sus hijas o hijos [finalmente sí se podía]. Hubo dos interpretaciones diferentes. Pero la controversia duró un día. Se coordinó el tema, y por la tarde, tanto los agentes de Guardia Civil como de Policía Local actuaban bajo un mismo criterio.
¿El índice de delitos: ha bajado durante el confinamiento?
La delincuencia ha bajado un 60% durante el estado de alarma. Casi no ha habido. Ni accidentes de tráfico. El delincuente no se ha arriesgado a moverse ante una posible interceptación en los controles de desplazamiento.
¿Cuál ha sido personalmente el momento más difícil?
Lo más difícil fue la primera semana. Había que vigilar comportamientos y restricciones de movilidad y de actividad económica. Yo no sabía qué podía pasar en mi servicio público, si nos íbamos a contagiar, si iba a haber una merma de efectivos y nos obligaba a tomar medidas drásticas, cambios de turnos o hacer venir a la gente cuando le correspondía librar… Tuve angustia ante la posibilidad de que se mermara el servicio público que prestamos. Sucedió todo lo contrario: no nos hemos contagiado gracias a las medidas de protección adoptadas. Además, los agentes han respondido ante esta emergencia con vocación absoluta de servidores públicos.
¿La mayor satisfacción?
Ver cómo la gente recuperaba la calle cuando se permitieron los paseos. Su satisfacción disfrutando las calles peatonalizadas [40.000 metros cuadrados ganados para las personas] o por el recinto ferial, vislumbrando algo de normalidad. No se me olvidarán nunca las imágenes de esos primeros días de cientos de niños y niñas, acompañados de sus padres, con sus bicicletas, patines o balones. Parecía el día después de Reyes. Todos a la calle con sus juguetes. No solo era pasear, también permitíamos algo de juego, respetando las distancias de seguridad.
¿Cómo es Rivas sin gente en la calle?
Rivas Vaciamadrid parecía una ciudad fantasma. Hemos hecho vuelos con el dron y no había un solo coche en movimiento, cuando diariamente se registran unos 180.000 desplazamientos. No había personas en la calle. Como si hubiera caído una bomba química o de neutrones: no hay personas pero la ciudad sigue en pie, con sus parques, sus edificios… Era una imagen desasosegante.
Un elemento tecnológico nuevo es la utilización del dron, ¿qué uso se le está dando?
Ha habido dos fases en su uso. En la fase dura de confinamiento lo volábamos para comprobar que no había nadie paseando o practicando deporte por zonas sin acceso motorizado: cerro del Telégrafo, zonas rurales del entorno de casco urbano y Parque Regional del Sureste. Ha sido nuestro ojo cenital. Ya en la desescalada, nos permite comprobar los movimientos de las personas: saber la densidad de población en un lugar dado, comprobando la capacidad de las zonas de esparcimiento y que se mantienen las distancias de seguridad. Con una fotografía rasante la perspectiva puede engañar. Con la observación aérea de los flujos de la gente, podemos organizar y planificar mejor la disposición de espacios como el Mercado Central o las futuras fiestas.
Uno de los temas más preocupantes del confinamiento es el de la violencia de género. ¿Cómo está Rivas al respecto, con qué situaciones se han encontrado?
Desde el principio nos hemos coordinado con el Punto Municipal del Observatorio Regional de Violencia de Género y con los servicios de la Concejalía de Feminismos y Diversidad. Se nos facilitó un listado de posibles víctimas por si teníamos que acudir de forma urgente. Se han dado algunos casos con alguna detención, pero tanto los casos como las llamadas se han reducido un 50%.
Ese descenso de llamadas probablemente se produce porque una mujer víctima de violencia no se atreve a llamar a la Policía desde casa con el maltratador al lado.
Puede ser que sea por un sometimiento. Si la mujer no se puede mover de casa [durante la restricción de movimientos], puede que no llame. El dato real es que ha habido menos casos y menos detenciones. Pero hay que tener en cuenta esa variable.
Recordemos la importancia de que si en nuestro portal vemos o escuchamos situaciones de violencia machista, se avise a la Policía.
Por supuesto. La colaboración ciudadana es fundamental. Si se oyen gritos, golpes o lamentos, que nos llamen, por favor. Vamos a la carrera. La mejor manera de salvaguardar la integridad de una mujer o de quien sufra un maltrato es llegar inmediatamente. Alertar a la Policía en esos casos es realizar un acto de buena ciudadanía.
Desde el sindicato policial mayoritario (CPPM) se criticó la falta de indumentaria de protección: “Ha ido llegando a remolque de nuestras peticiones”. ¿Qué hay de cierto en ese reproche?
La crítica, si es constructiva, siempre es buena y obliga a anticiparnos. Implantamos los EPI [mascarillas, guantes e hidrogeles] en la Policía Local el 12 de marzo, sin estar decretado aún el estado de alarma [14 de marzo]. Fue el Comité de Salud del Ayuntamiento, el órgano competente para acordar medidas en estos temas y del que formo parte, quien decide el 12 de marzo, con los informes técnicos pertinentes sobre la mesa, que se dote de EPI a los servicios esenciales municipales que tienen contacto con personas. El 13 ya teníamos los EPI para los policías. Se siguió correctamente el procedimiento establecido, con la participación de los órganos sindicales. Y se dotó a toda la plantilla de los equipos esenciales: guantes para uso indiscriminado y mascarillas. En primera instancia repartimos FFP3, las de máxima protección. Ahora estamos con FFP2, las que proporciona la Comunidad de Madrid. Y ese día 12 se estableció el procedimiento de higiene y desinfección tanto para el edificio de Policía Local como para los vehículos. Los vehículos también están dotados de gafas, polainas y dos buzos [equipo de protección total], por si en un momento determinado hay que acudir a un domicilio con enfermo o fallecido.
La lucha contra la COVID-19, ¿es el mayor reto asumido en su carrera policial?
Claramente. Llevo trabajando en la policía 35 años y nunca me he encontrado una situación como esta. Lo recordaré siempre. Ha sido algo histórico, desgraciadamente. ¿Por qué? 28.000 muertos. Ha habido normas estrictas que limitaban el derecho fundamental de la libertad de movilidad. Algo complejo en un país como España, donde estamos acostumbrados a la calle, a salir, relacionarnos y convivir. Complicado porque ha habido que salvaguardar más que nunca que el servicio funcionara las 24 horas y estar a la altura de las exigencias de esta crisis. Dependíamos, además, del Ministerio del Interior, dando cuenta todos los días a la Delegación del Gobierno en Madrid de nuestras actuaciones. Con normas cambiantes, cada día con una orden ministerial o modificaciones, interpretándolas y elaborando instrucciones para que las comprendieran los agentes. Hemos hecho cuatro inspecciones a las dos residencias de personas mayores. Y ese momento fue duro. Tuvimos que dar EPI nuestros al personal de las residencias, que carecían de ellos.