Todo comenzó el curso pasado, cuando José Antonio Aranda (34 años) acudía junto con sus compañeros del centro de día para personas con discapacidad -gestionado por la fundación Manantial -al refugio municipal para animales Los Cantiles.
José Antonio y sus compañeros colaboraron hasta junio en el centro donde se recogen animales abandonados limpiando sus casetas, paseándolos y aprendiendo a adiestrarlos. Gracias a su tesón, interés y mejoría, José Antonio se ha incorporado al centro de Los Cantiles de lunes a viernes dos horas por las mañanas. «Se aprende mucho con los perros, según es el amo, así es el perro, si el amo es agresivo, el perro también lo es», asegura.
José Antonio padece una enfermedad mental, y ha experimentado un gran progreso gracias al contacto con los animales. «Los perros abandonados necesitan mucho cariño. Nos damos cariño mutuamente», reconoce sin quitar ojo a Jack, un perro difícil que ha suavizado su conducta con José Antonio.
«Experimentan cambios sutiles. Quien es muy nervioso se corrige y logra transmitir más tranquilidad al perro»
Cuando comience de nuevo este mes el programa de Los Cantiles con Manantial, posible gracias al acuerdo entre el Ayuntamiento y la fundación, él podrá enseñar las técnicas adquiridas en este tiempo a los nuevos voluntarios y voluntarias.
«Aquí no son ellos los receptores de cuidados y terapias. Están haciendo algo por animales [abandonados] que necesitan la atención. Así, aportan algo a la comunidad, huyen del papel de dependiente y adquieren roles más activos», explica Carlos Martín, terapeuta de Manantial. «Llega siempre diez minutos antes, y le cuesta marcharse», detalla Gregorio Sánchez, director de Los Cantiles, sobre la rutina de José Manuel.