Texto: Nacho Abad Andújar
Viven bajo los rigores del desierto. Lejos del Sáhara Occidental, su tierra, de la que fue-ron expulsados en 1975. En el extremo suroeste de Argelia, en mitad de un desierto hos-til que limita con la frontera del Sáhara anexionado por Marruecos, se levantan los cam-pamentos de refugiados saharuis. Es Tinduf, una aglomeración de pueblos improvisados sobre la arena indómita donde residen 250.000 personas.
Hasta allí llegaron hace 29 años. El Ejército marroquí los arrinconó en los confines de un páramo pedregoso y des-habitado, aprovechando la situación de abandono que provocó la retirada española de la zona. Cuentan que la aviación de Hassan II llegó a bombardear con napalm las caravanas humanas que huían de la represión.
Las tiendas y casas de barro de Tinduf han visto ya crecer a varias generaciones. Salam Brahim tiene 10 años. Es una niña despierta, con unos ojazos negros que revelan astucia. Y ahora está en nuestra ciudad, disfrutando de su cuarto verano en Rivas Vaciamadrid. Se aloja en casa de Ángela Romero y Andrés Arroyo, ambos de 47 años, que la acogen por segundo año consecutivo.
Como ella, otros 27 niños y niñas saharuis permanecen en casas ripenses desde el 20 de junio hasta el 20 de agosto gracias al programa `Vacaciones en paz¿, gestionado por diversas asociaciones de amistad con el pueblo sa-harui. En nuestra localidad es la ONG Rivas Sahel la que organiza la iniciativa. Antonio Cuerpo, representante de la entidad, estima que nuestro país recibe anualmente 2.000 niños y niñas. Y por Rivas han pasado, desde 1995, alrededor de 200 chavales.
Conocer el mar
El agua. Del mar o de una piscina. El agua que no tienen en el desierto. Eso es lo que más admira a los niños saharuis cuando llegan a España. Antonio Cuerpo tiene en la memoria la llegada de Nhouboha, de 9 años, a su domicilio, el junio pasado: «Estaba amaneciendo. Veníamos del aeropuerto de Barajas. Al atravesar la praderita de césped que da a la puerta de casa, la niña se quedó impresionada. La humedad del rocío le aca-riciaba los pies. Se quedó extasiada con esa sensación. Era algo nuevo para ella».
Ángela y Andrés, el matrimonio que ahora acoge a Salam, animan a otras familias a se-guir su ejemplo. «No es sólo una cuestión ideológica, que representa un apoyo a un pueblo abandonado a su suerte. Se trata de una experiencia enriquecedora, que nos abre las puertas a otra cultura, a otra forma de entender la vida», relata Andrés. «Tiene un concepto de la solidaridad muy desarrollado. Nos hado, a nosotros y a nuestras dos hijas, una lección de humildad tremenda. Y hemos adoptado algunos de sus hábitos. De-rrochamos menos agua, por ejemplo», confirma Ángela.
A pesar de sólo contar con diez años, a Salam le gusta ver los informativos televisivos. Tiene un conocimiento muy desarrollado de la realidad política. Y no le gustan ni Bush ni Sharon, «porque matan a mucha gente y destruyen sus casas», se sincera en un español muy bien hablado, aprendido durante sus estancias.
Una de las peores cosas que lleva es dormir sola. No está acostumbrada. En su casa del desierto la vida comunitaria hace que se comparta hasta la noche. «Duerme mejor con mi hija menor, de 20 años», aclara Ángela. Durante el tiempo que permanecen en los hogares españoles, los niños y niñas saharuis realizan una vida cotidiana normalizada. Salam sueña ya con la idea de ir a la Costa Brava este agosto. De nuevo ver, oler y sentir el mar. También se aprovecha su estancia para realizarles pruebas médicas, que en su territorio son impensables.
Rivas Sahel recuerda a las familias de acogida que una de las labores más importantes es trabajar con sus hijos la llegada de un nuevo inquilino al hogar. «La familia que prepara y sensibiliza a sus hijos evita que surjan algunas complicaciones en la convivencia», comenta Antonio Cuerpo.
La voz que clama en el desierto
El pueblo saharui permanece bajo dominio extranjero (Marruecos) como uno de los últimos vestigios del colonialismo en el continente africano. Desde el 31 de octubre de 1975, cuando España se retiró del territorio ocupado, las tropas marroquíes usurpan la mayoría del Sáhara Occidental en violación de los acuerdos internacionales, que reco-nocen a cada pueblo su opción a ejercer libremente su derecho a la autodeterminación y la independencia. Actualmente, el muro levantado por el Gobierno marroquí, más de 2.000 kilómetros de alambrada sembrados de minas, obliga a los saharauis a permanecer confinados en los campamentos de Tinduf, en Argelia.
Los gobiernos españoles siempre han mostrado, aunque de una manera tibia, su apoyo a la causa saharui. La última iniciativa de la ONU, el llamado Plan Baker, ha fracasado. Aceptado por Argelia y los saharuis, Marruecos lo torpedeó hasta hacerlo inviable. Aho-ra un futuro incierto se cierne sobre este pueblo sin estado. Tampoco ayudan las últimas acciones del actual Gobierno español, proclive a un acercamiento al monarca aluita en este asunto. Cada vez se ve más lejana una solución satisfactoria para el pueblo saharui.
Rivas Sahel, nueve años de compromiso
En nuestro país, más de 150 ONG trabajan en favor de la causa saharui. Desarrollan ini-ciativas humanitarias para paliar el sufrimiento de un pueblo condenado a permanecer confinado en el desierto argelino. Caravanas por la paz que llevan material humanitario, asistencia a enfermos o la estancia veraniega de niños de entre 8 y 12 años en localida-des españolas son sólo algunas de las actividades impulsadas. En nuestro municipio, Rivas Sahel realiza una intensa labor solidaria desde 1995. Son casi 100 socios. Y el Ayuntamiento subvenciona a esta entidad cada año para que sus iniciativas se hagan realidad.