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Teresa Colás: pasión por la escritura

Esta vecina, usuaria activa del centro de mayores El Parque, trabajó de taquígrafa hasta que la ley vigente la obligó a elegir entre casarse o seguir empleada.  

Texto: Patricia Campelo

A sus 26 años debió afrontar una difícil disyuntiva: casarse o mantener su contrato de trabajo. Teresa Colás (Madrid, 1930) apuró los años de su juventud formándose, primero, y trabajando después de «taquimeca», como dice ella, profesional de la taquigrafía y la mecanografía.

«Mi madre siempre nos decía a mi hermano y a mí que teníamos que ser más que ella», recuerda. Así, estudió estas disciplinas en un centro de enseñanza de la calle Rodríguez San Pedro, en el madrileño barrio de Argüelles, donde residía.

«El colegio era el piso de una maestra con dos habitaciones que eran las aulas», describe. Allí ya empezó a desarrollar, sin saberlo, el gusto por la escritura. «Me enseñaron desde corte y confección a taquigrafía y mecanografía», relata.

Al terminar, completó sus estudios en el centro de enseñanza de la calle Mayor, y en 1947, con 17 años, logró su primer empleo, en la editorial Afrodisio Aguado. Allí además experimentó la brecha salarial, algo que en su caso se acabó saldando en positivo.

«Entré en octubre. Y en febrero [de 1948] llegó un chico, con la misma categoría que yo, de auxiliar administrativo. En las nóminas del mes siguiente, mi jefe vio que la mía era más baja que la del chico nuevo. Y fue a dirección a decir que tenía que ser un error, porque éramos del mismo nivel y yo no podía cobrar menos», cuenta orgullosa. «Serían unas 25 o 50 pesetas de diferencia, no recuerdo. Me pagaron los atrasos desde octubre por la diferencia y me pusieron el mismo sueldo».

Tras cinco años, saltó al Servicio Comercial del Libro, en la calle Hortaleza, por un poco más de salario. «Enviábamos libros a provincias. Yo hacía la facturación y gestiones de bancos. Tareas administrativas», resume.

Pero el trabajo también dejaba tiempo para el ocio, y Teresa ponía en práctica lo que más le gustaba: bailar. «Nos dicen que hemos estado muy reprimidas, pero yo no lo percibo así. Mi madre, eso sí, me obligaba a estar a las 21.00 en casa. Y no me salí de las reglas de la época, pero lo he pasado muy bien. Me iba a los guateques y me pasaba la tarde bailando. Los hacíamos en alguna casa o en algún garaje que alquilábamos. Uno llevaba una gramola, poníamos discos y a bailar toda la tarde».

En 1956, Teresa se casó con Gerardo, se mudaron a Carabanchel y la normativa vigente la obligó a dejar su trabajo. La ley de reglamentaciones de 1942 permitía cláusulas en los contratos para despedir a las mujeres por matrimonio. En 1961 se retiraron, pero ella ya desistió de volver a su anterior puesto. «A las mujeres que trabajaban en sitios oficiales sí tuvieron que readmitirlas. Pero en mi puesto ya había otra persona», lamenta.

Teresa optó por el cuidado de sus tres hijos, y no volvió a encontrarse con la escritura hasta hace dos décadas, cuando llegó a Rivas y se interesó por las actividades para mayores del centro El Parque. «Me preguntaron qué conocimientos tenía y en qué había trabajado, y me ‘engancharon’ para la revista», expresa sobre sus inicios en la publicación ‘Revivir’, dirigida al colectivo de mayores y publicada hasta 2013.

Con Teresa Nistal y Agustín Sánchez (fallecido en 2016) lideró este boletín trimestral con alrededor de una docena de páginas. También, Teresa participó en el primer grupo de Intercambio Generacional, relatando costumbres de su época en los colegios de la ciudad. Fue profesora de alfabetización, y hoy acude a los talleres de Canto, Gimnasia y Literatura. «A nuestras edades hay que moverse, estar en contacto con la gente y salir», recomienda.·

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