Texto: Patricia Campelo.
Corría el año 1972 cuando Manuel Povés (Villanueva de la Serena, Badajoz, 1944) se examinaba en la Institución Sindical Virgen de la Paloma, primero, y en el hangar 3 del aeropuerto de Barajas, después. Su ilusión: ser empleado de Iberia. Algo que logró ese año y mantuvo durante 47 más trabajando como técnico de mantenimiento aeronáutico.
Hoy, los detalles revelan su pasado entre aviones. Del bolsillo de la camisa saca un bolígrafo para prestar, con la serigrafía de la compañía española. «Tengo la casa llena de estos», afirma desde la biblioteca del centro Concepción Arenal, donde repasa detalles de su vida que le llevan de los años laborales a la época de activismo representando a las personas de más edad en el Consejo Rector de mayores.
Manuel es el secretario elegido por los cerca de 3.800 socios y socias de estos espacios municipales en las últimas elecciones. Con Cristina (68 años), su mujer -que también formó parte del Consejo-, integra un matrimonio activo que utiliza su tiempo de forma voluntaria para tratar de mejorar día a día las actividades lúdicas y los espacios que utilizan las personas mayores de su ciudad.
Así, Cristina se empleó a fondo el pasado mayo, con motivo de los Días Mayores, la cita más importante del año para este colectivo, con más de una decena de actividades, entre ellas, la paella que organiza en el parque de San Isidro el propio Consejo Rector: «Hice 300 claveles de papel para la gente».
Además, esta jornada gastronómica sirve para recaudar fondos. Este año y el pasado, la cantidad reunida fue al colegio de educación especial María Isabel Zulueta. «Recogemos un euro, algo testimonial, y lo donamos al centro», informa Manuel.
También, desde el Consejo Rector organizan viajes, supervisan las inscripciones a los talleres y promueven el intercambio generacional a través de visitas a colegios, entre otras muchas iniciativas. «Si conseguimos mejorar algunas cosas para los abuelos, pues mucho mejor», anhela Manuel, a quien el voluntariado le nació hace tiempo, mientras colaboraba con Cáritas y con una parroquia de Vallecas, el barrio de Madrid en el que vivía el matrimonio antes de recalar en Rivas.
«Aquí nos vinimos hace doce años, los mismos que tiene mi nieto», concreta Cristina. «Nos dieron la casa y tardamos dos años en venir. Me daba miedo porque Manuel trabajaba de noche», recuerda, a lo que su marido contesta: «Pero esto no es como un chalet en la sierra, aquí vive gente alrededor».
Ahora, sobre la continuidad de Manuel representando a la gente de más edad del municipio, este vecino se expresa con afirmación: «Esto es un voluntariado, y requiere muchas horas al día, pero a ver hasta donde llegamos. Si me votan, seguiré», avanza.