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Vicenta Rodríguez: nueva oportunidad al estudio

Esta vecina del Casco, de 77 años, asiste a clases de Lectoescritura del centro Felipe II y demuestra, así, que para aprender nunca es tarde.

Vicenta Rodríguez: nueva oportunidad al estudio

En unos cuadernillos con ilustraciones, Vicenta Rodríguez de Cien, de 77 años, se ha reconciliado con las cifras y las letras. La tercera de 15 hermanos, vivió su infancia en el pueblo toledano de Villacañas, donde la pobreza y la escasez de recursos limitaron sus días al trabajo en las tareas domésticas, sin oportunidades de estudio.

Cuando sus padres se trasladaron a Madrid, «porque en el pueblo no había porvenir», acota, Vicenta ya se encontraba en una edad en la que los convencionalismos sociales de su época esperaban de ella que se casara. Y así hizo. Dejó su trabajo como «primera doncella» en el piso de un médico en el Paseo de la Castellana -«no sabía leer ni escribir, pero trabajé en la casa de un médico», se enorgullece-, y contrajo matrimonio con José María Zamora, fallecido el pasado enero.

La boda tuvo lugar en la iglesia de San Francisco de Asís, del madrileño barrio de Vallecas, donde vivía. Vicenta recuerda este episodio con aflicción. «Fue una boda triste porque la mitad de mis hermanos no pudieron venir. El vestido, de alquiler. Nos tomamos un café y cada uno para su casa», detalla sobre el tipo de celebración matrimonial que se repetía con frecuencia en unos años sacudidos aún por las consecuencias de la Guerra Civil.

«Pero he sido muy feliz; me casé con un hombre muy bueno», contrarresta Vicenta con nostalgia en su voz. De su vida en Vallecas recuerda los paseos que daba enfilando la carretera de Valencia hasta el Casco Antiguo ripense. «Veníamos por aquí a recoger caracoles o espárragos. Llegábamos andando. Era todo campo, muy bonito. Apenas había cuatro casitas», recuerda. «Ahora esto [el Casco Antiguo] es como un pueblo, muy familiar. La gente se preocupa de sus vecinos. Me han apoyado mucho», defiende Vicenta sobre sus últimos 13 años como vecina de la zona decana del municipio.

Junto a su marido, cambiaron su anterior piso en Alcobendas, lugar de su última residencia, por una de las casas bajas del Casco, «sin escaleras». Ahora sus rutinas pasan por el centro de mayores Felipe II. A esta instalación municipal acude cada semana. «Lunes y miércoles vengo a gimnasia. Y miércoles y jueves a Lectoescritura», asegura. En este taller, al que acaba de regresar tras un parón después de despedir a su marido, está aprendiendo a leer y no a perderse «con las cuentas». «Estamos con la primera cartilla. Ya conozco las letras, y puedo escribir mi nombre, que antes no podía firmar, y el de mi hijo Óscar».

Vicenta también ha recogido el testigo de las gestiones que antes eran patrimonio de su marido. «Nunca he sabido manejar el dinero pero ahora ya si sé, y puedo ir al banco». «Lo que hacía mi marido, ahora lo hago yo», apostilla esta nieta del político argentino Raúl de Cien, instalado en Malagón, donde conoció a la abuela de Vicenta. Entre clase y clase, esta vecina veterana saca tiempo para sus paseos diarios, tanto con amigas como con los dos perros con los que vive, venciendo así las molestias y dolores que los años le han echado a sus huesos. «No me he acobardado nunca», defiende.

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