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Un centro hípico en pleno Parque del Sureste

Entre Rivas y Velilla se encuentra la Granja Hípica Soto del Grillo. Nacida en 2014, imparte clases de equitación, equinoterapia y actividades educativas.

Un centro hípico en pleno Parque del Sureste

Texto: J.L. Fernández Layos

Muchos son los animales que conviven en el Parque Regional del Sureste: alondras, halcones, búhos, tejones, zorros, barbos, peces gato… Y, por supuesto, seres humanos. Muy cerca del parque agroecólogico Soto del Grillo, pueden escucharse también los relinchos de uno de los mejores amigos: el caballo.

Desde que empezó a domesticarse en lo que hoy es Kazajistán, allá en el 3600 a. C., hemos usado caballos para movernos, para que nos ayuden en labores agrícolas o como arma de guerra. Hoy en día, además de entrar de lleno en el mundo deportivo, se ha diversificado su uso hasta el punto de utilizarse también como forma de terapia. Javier González, gerente de la Granja Hípica Soto del Grillo, habla de las diversas actividades que se celebran en este espacio: clases de equitación, terapia asistida con caballos, actividades de granja-escuela, campamentos, eventos familiares y cumpleaños.

«Nosotros pensamos que en el siglo XXI estamos perdiendo el contacto con los animales y es importante que volvamos un poco a los orígenes. Por eso, rehabilitamos esta finca: para dar la posibilidad de que mucha gente disfrutase del campo en familia, planteando una alternativa real a los centros comerciales.» Entre las distintas razones para elegir este paraje, González destaca el entorno privilegiado del Parque Regional del Sureste, la intención del ayuntamiento de dinamizar el parque agroecólogico y el hecho de ser vecinos de la zona: «Somos una familia que hemos vivido toda la vida en Velilla de San Antonio. Mi abuelo se dedicaba al campo y ya tenía caballos para arar la tierra y otras actividades.»

CLASE DE EQUITACIÓN

Los cuatro alumnos que han venido a la clase de equitación se ponen sus cascos de seguridad y montan en sus caballos para dar unas vueltas por la pista. El monitor, José Santiago, no se separa de ellos mientras les da las instrucciones correspondientes.

Nos cuenta que lleva en Madrid siete meses, pero que en Andalucía lleva toda la vida con los caballos: «En mi casa siempre ha habido animales, yo me he criado con ellos, hasta he llegado a ver a mi abuelo buscar a la niña y encontrarla acostada en la cuadra con los caballos».

A los alumnos que no han tenido nunca contacto con ellos, les anima primero a cepillarles para que vayan perdiendo el miedo, luego les enseña a subir, siempre por el lado izquierdo, a coger las riendas, y a cómo utilizar los dos elementos fundamentales para manejar el caballo, las piernas y las rodillas, que son las tienen que dar una buena sujeción. González dice que lo más importante es el disfrute porque «Rafa Nadal solo hay uno, pero gente que disfruta jugando al tenis hay miles».

Su objetivo es conseguir que sean jinetes y amazonas autónomos: «Que el día de mañana puedan venir, tengan su propio caballo y sean capaces de llegar a la cuadra, ponerles la cabezada, ensillarles y salir al campo con la garantía de que no les va a ocurrir nada». Uno de los alumnos, José María Mela, dice que no es miedo lo que hay que tenerle al caballo, sino respeto: «Porque al final son animales y no sabes cómo van a reaccionar, cuando se les cruza alguna bolsa o se pone demasiado cerca otro caballo; a veces, algún sustito te llevas». Empezó por su hijo, para poder ir al campo con él, y no le cuesta reconocer que, con solo siete años, monta incluso mejor que su padre.

Otra alumna, Pilar Muñoz también empezó por una razón similar: «No había montado a caballo hasta que vine aquí, pero tengo un hijo pequeño al que quería inculcarle el gusto por los animales, y luego me aficioné. Yo soy odóntologa y perito judicial, tengo un trabajo un poco estresante y la verdad es que me quita muchísimo el estrés». Su hijo, Lucas, es el alumno más pequeño de la escuela: solamente tiene tres años.

En las cuadras hay otros animales de tamaño más reducido, ponis de raza galesa o «welsh», con los que los niños de entre dos y siete años tienen su primera aproximación al mundo de la equitación.

EQUINOTERAPIA

En Soto del Grillo también cuentan un programa de terapia asistida con caballos, tanto para personas con algún tipo de discapacidad, como para las que tienen problemas de ansiedad, están en riesgo de exclusión o necesitan algún tipo de ayuda. A estas sesiones de equinoterapia también asisten niños y niñas de asociaciones de Rivas como Aspadir.

Los caballos son los animales más usados en terapia animal porque se dice que transmiten confianza, y tienen la habilidad de reflejar las emociones, el comportamiento y el movimiento físico de los pacientes. Para Javier González, el caballo es idóneo porque «es un animal que siente, que sabe la persona que tiene encima, desde alguien que puede venir con miedo o cualquier otro problema, al final se acaba convirtiendo en un compañero, un amigo».

En la granja hay muchos otros animales, cerdos, ovejas, tortugas y distintas especies de aves. Hay también dos gatos que juegan a pelearse y después se acercan a la chimenea que hay allí encendida. Los caballos vuelven a la cuadra, los alumnos se toman un pincho de tortilla y el herrador continúa su trabajo, entre yunques y chispas, como en los tiempos en los que empezamos a montar a caballo.

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