Texto: Patricia Campelo
Con brillo en la mirada detalla cómo fabricaba las flores de miga de pan primero, y de maicena después -«la miga sale más oscura, es más fea»- opina, en los talleres de artesanía del centro de mayores Concepción Arenal. Caridad García Ortega, Cari, de 74 años, acaba de colgar los pinceles después de casi una década enseñando el arte manual, y muchos más años practicándolo.
Aunque todavía se deja caer los martes por la instalación municipal para ver a la amiga que ha recogido su testigo en las clases semanales. «Vengo a verlas pero no me quiero liar», asegura risueña sobre el hábito del que ya prefiere descansar. Con todo, sus conocimientos sirven de guía para las alumnas que continúan.
«La maicena se cuece con agua y se le echa cola. Según lo que íbamos a hacer, se echaba más cantidad o menos. Cada una la preparaba en su casa, y aquí traíamos la masa hecha para darle forma con las manos», detalla. «Depende del trabajo que diera, echábamos la pintura antes de dar la forma», añade. Así, con sus manos moldeaba todo tipo de flores: rosales, calas¿. «Hacían unas ramas de almendro que parecían de verdad», apostilla Julián, su marido, que sigue de cerca la conversación.
«Después pintábamos platos, cuadros y botellas», apunta Cari sobre la segunda actividad artística en la que participó como alumna y profesora, la del taller Crea y Decora. «Venía los martes, de 10.00 a 13.00», rememora sobre su agenda semanal. Su asignatura pendiente, la técnica que le gustaría apurar, es la de las muñecas de goma eva.
«Hice dos pero se las llevaron mis nietas. Tengo ganas de hacer al menos otra. Es muy entretenido, se tarda, y hay que ponerle cuidado en coserlas o pegarlas. Son muy delicadas», analiza mientras Julián se queda pensativo. «Tenemos una casa en Guadalajara [su lugar de origen] y todo lo que hace lo llevamos para allá. Por muy grandes que sean las casas se llenan. No sé si cabrán más cosas», asegura buscando la sonrisa y mirada cómplice de Cari. Según explica el matrimonio, la casa que tienen en su tierra ¿Cari es de Ciruelas y Julián de Robledillo- da cuenta del arte que ha desplegado la veterana artesana a lo largo de su vida.
«Siempre me ha gustado hacer estas cosas. Cuando no era ganchillo, cosía o bordaba», explica. Durante una temporada, Cari ayudó a una vecina de Rivas que elaboraba llaveros de diversa índole, entre ellos, los de los clubes de fútbol Atlético de Madrid y Real Madrid.
«Los hacía ella sola porque se le había ido una chica que tenía, y un día me dijo que por qué no la ayudaba. Como mi hija estaba sin trabajo, fuimos las dos para ayudarla a pintar los llaveros», concreta. Los motivos eran variopintos: fútbol, vírgenes y hasta de la Guardia Civil. «Había que pintarlos con una aguja y luego se les daba como una capa y al horno», concreta sobre una ocupación que, en su caso, desarrollaba por amor al arte.