Entrevista: Pau Llop Franch
Es doctor en pediatría y autor de varios libros sobre crianza, alimentación y salud infantil. Desde su primera obra ‘Mi niño no me come’ (1999) hasta su última publicación ‘Creciendo juntos’ (2013), con la que se adentra en la etapa adolescente, Carlos González Rodríguez (Zaragoza, 1960) está reconocido como el principal divulgador de la crianza natural.
Firme defensor de la lactancia materna («las farmacéuticas no nos pagan congresos, pero no lo necesitamos: tenemos el mejor producto y se vende solo»), este pediatra ha impartido desde 1992 más de 100 cursos sobre lactancia materna para profesionales sanitarios. Casado y con tres hijos, es fundador y presidente de la Asociación Catalana Pro Lactancia Materna, miembro del Consejo de Asesores de Salud de La Leche League International, asesor de la Iniciativa Hospital Amigo de los Niños (UNICEF) y especialista en lactancia materna por la Universidad de Londres.
González estuvo en Rivas el sábado 21 de noviembre para dar una conferencia en la Jornada sobre crianza respetuosa, maternidad y paternidad (de 9.30 a 14.30, plazas agotadas), que organiza desde hace tres años la Concejalía de Infancia y Juventud dentro de la inciativa ‘La infancia por derecho’, que consagra el mes de noviembre a recordar los derechos infantiles.
La charla de González Rodríguez, titulada ‘Autoridad y límites en la crianza’, se celebró en el salón de actos del Ayuntamiento (plaza de la Constitución, 1). También participó Laura Perales Bermejo, psicóloga infantil especializada en prevención y presidenta de la Plataforma por la Crianza con Respeto, que habló de ‘Las rabietas’.
Los padres y madres que optan por una crianza natural suelen escuchar reproches del tipo «estáis malcriando a vuestro hijo» o «ya veréis cuando crezca». Es como si la crianza natural fuera, en realidad, antinatural. ¿Por qué pasa esto?
Siempre cuesta cambiar las costumbres de una sociedad. Y más aún en lo referente a la crianza de los hijos. Si te gusta mucho el fútbol, puedes aceptar que otras personas prefieran el baloncesto, no son más que deportes, entretenimientos. Pero criar a nuestros hijos es lo más importante que hacemos en nuestra vida, todos queremos pensar que lo hemos hecho muy bien y, por tanto, si alguien lo hace distinto, pues lo habrá hecho mal.
¿Dónde está el equilibrio entre la salud mental y física de unos padres que trabajan mucho y las necesidades de atención de los hijos?
Difícil equilibrio, así que habrá que trabajar menos. Mi madre no trabajaba. Mi padre mantuvo tres hijos y nos pagó la universidad con 42 horas semanales de trabajo. Y ahora, para mantener una familia, ¿hacen falta 80 horas de trabajo? Algo ahí está fallando. Y no creo que sea que tenemos menos poder adquisitivo, sino que nos hemos creado o nos han inculcado más necesidades. Mis padres jamás tuvieron coche, y hasta los doce años no fui de vacaciones a ningún sitio. Ahora trabajamos muchas horas para comprar muchas cosas, pero en el proceso quizás hemos olvidado lo más importante.
Decía usted en una entrevista hace unos años: «Eso de la realización con el trabajo es un mito creado por gente que tiene muy buenos trabajos (…). Incluso yo, que tengo un buen trabajo, no me realizo ni como pediatra ni escribiendo libros, yo me realizo como padre y como persona». ¿Puede una persona alcanzar una mayor realización personal cuidando de un hijo, algo al alcance de casi cualquier persona, que con el mejor trabajo del mundo, algo al alcance de casi nadie?
En aquella frase empleaba un lenguaje habitual, al que nos tienen acostumbrados desde hace unas décadas, ‘realización personal’. Pero es un concepto vacío, palabras huecas que se inventaron apenas hace cincuenta años. ¿Estamos sugiriendo acaso que hay personas ‘no realizadas’, personas a medio hacer, incompletas, inferiores? ¿Podemos cambiarlo por ‘ser feliz’, ‘sentirse importante’, ‘hacer algo útil en la vida’? Pues la respuesta es la misma: lo que más feliz me ha hecho, lo que me hace sentir más importante, lo más útil que he hecho en mi vida, no es el trabajo. El trabajo es sólo un medio para ‘ganarse la vida’. El trabajo no es la vida.
¿Nos es más fácil tirar de tarjeta de crédito que privilegiar a nuestros hijos en nuestra agenda diaria?
Suele ser más fácil, y también muchas veces lo sentimos como necesario. Somos conscientes de que no hemos estado con nuestros hijos tanto como hubiéramos querido, que no les hemos prestado toda la atención que creemos se merecen, que no hemos tenido con ellos la paciencia que nos hubiera gustado tener. Y pretendemos compensarlo comprando mucha ropa y muchos juguetes, procurando que no les falte de nada, cuando lo único que les falta es estar más tiempo con sus padres.
¿A quién benefician más las rutinas, a los padres o a los hijos?
Creo que a nadie. «Rutinario» se usa habitualmente como sinónimo de «aburrido». En general no nos gustan las rutinas.
Toda la información y la desinformación está en internet. Muchos padres dedican mucho tiempo a informarse de todo tipo de aspectos de la crianza. Algunos hasta se preocupan si la siesta duró hoy cinco minutos menos que ayer. ¿Está el sentido común infrautilizado o es un avance el poder medir y contrastar al detalle?
El sentido común parece cada vez más lejano si dedicamos más tiempo a leer en internet cómo hay cuidar a nuestros hijos que en cuidar a nuestros hijos. Si apagas el ordenador y empiezas ya a ir con tu hijo al parque, o a contarle cuentos o a hacerle cosquillas, seguro que lo harás bastante bien, aunque no te hayas informado.
La lógica infantil nos parece ilógica, pero si hacemos un esfuerzo podemos recordar que cuando éramos pequeños nos parecía lo contrario. ¿Algún truco para ejercitar y mejorar la empatía hacia los hijos?
Supongo que es proponérselo. Prestar atención a nuestros hijos, partir de la sólida base de que no son monstruos ni tiranos, sino niños pequeños que nos quieren, e intentar comprender por qué hacen lo que hacen.
Todavía hoy se oyen reproches hacia las madres que ofrecen el pecho a niños que ya andan.
Bueno, hay que dar tiempo a la gente para que se acostumbre a los cambios. Cuando yo era niño, el gran debate era si las mujeres podían llevar pantalones.
Una vez oí a un pediatra decir que la teta tuvo una campaña tan fuerte en su contra en el último tercio del siglo pasado, que aún colea, porque es «competencia desleal de las farmacéuticas» y porque es «anticapitalista».
Evidentemente es una explicación irónica, porque en realidad es al revés: es la leche artificial la que hace competencia desleal a la teta. Porque pueden dedicar millones a publicidad, a patrocinio de investigaciones, revistas, sociedades y congresos científicos. Los que promovemos la lactancia materna no tenemos presupuesto, porque no ganamos nada cuando una madre da el pecho. Pero tenemos lo que todos los publicitarios sueñan: el mejor producto. Y el mejor producto «se vende solo», aunque no podamos pagar anuncios.
Una crítica habitual hacia usted suele ser «qué va a decir él, que es hombre: él no tiene que dar la teta, sufrir mastitis o ver cómo se le caen».
¿Eso dicen de mí? Ahora sí que me ha hundido. Es cierto, los varones no podemos dar el pecho. Bastante desgracia tenemos.
¿Por qué es tan difícil que los pediatras se interesen y se formen en lactancia?
Bueno, no tan difícil. Cada año, la Asociación Española de Pediatría organiza un curso de lactancia para los pediatras en formación, y cada vez hay más pediatras con excelentes conocimientos sobre el tema.
¿Es necesaria una ley de lactancia para regular esta actividad de crianza en espacios públicos?
No, no creo. En algunos estados de Estados Unidos han tenido que promulgar leyes para proteger el derecho de las madres a dar el pecho en cualquier lugar, pero creo que aquí no necesitamos tales leyes, nos basta el sentido común. Aquí ya sabemos que dar el pecho no es indecencia pública.