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- Texto: Patricia Campelo
José Rodríguez Dorrego (Madrid, 1925) deseaba expresarse. Muchas eran sus reflexiones en torno a las guerras y sus consecuencias, así que cogió papel y bolígrafo y comenzó a escribir. Testigo directo de los episodios más crueles de la historia reciente de este país, José, ‘Pepe’, plasmó sus recuerdos y opiniones en ‘¡Por última vez!’, un libro que recopila las vivencias en primera persona de un superviviente de la Guerra Civil y del franquismo.
La necesidad que Pepe ha mantenido toda su vida por saber, por conocer, evolucionó al menester de transmitir. Así surgió el libro y de ahí nació también su participación en los talleres de intercambio generacional, de la Concejalía de Mayores, unos encuentros que le llevaron con un grupo de personas mayores por colegios y escuelas infantiles narrando las costumbres de la infancia del siglo pasado. Durante doce años, Pepe compartió los recuerdos de sus años más tiernos con niñas y niños ripenses. En 2009 lo dejó para atender a su salud.
«Tuvimos un éxito extraordinario», confiesa. «Cuando nos despedimos, nos hicieron un homenaje con un libro que contiene las canciones y los cuentos de la época con fotografías nuestras», relata Pepe mientras muestra el ejemplar con el contenido de esos encuentros generacionales, una actividad que hoy continúan otros socios de la citada Concejalía.
Un estudiante en la república
A los 89 años, Pepe conserva una memoria prodigiosa que recuerda con detalle pasajes de una infancia feliz que se vio truncada demasiado pronto. De la Segunda República española resalta el sistema educativo, que él vivió como alumno. «Cuando llegó la República había deficiencias de colegios públicos. Yo iba a uno religioso, pero en 1935 mi madre nos pasó al público. La diferencia era absoluta. Los profesores eran rectos, pero más tolerantes. En los colegios religiosos te castigaban poniéndote contra la pared o de rodillas y con un libro en cada mano. Todo eso estaba prohibido en la enseñanza pública», detalla.
Los profesores de Pepe vieron en él capacidades de estudio, e idearon con sus padres el modo en que pudiera seguir formándose sin que supusiera un problema económico en su familia. «Iba a entrar de botones en el Hotel Nacional, en Atocha, pero tenía 11 años y hasta los 12 no podía trabajar», explica. Después llegó la Guerra Civil, y truncó todo plan de futuro.
En 1940, en un país devastado por la contienda, Pepe logró trabajo como aprendiz de tornero mecánico, la profesión que ha ejercido hasta su jubilación, en 1990.
«Recién acabada la guerra estaba todo destrozado, no había trabajo y el estado no funcionaba bien, al igual que sucede ahora». Pepe identifica la precariedad y la extrema pobreza de los años 40 con la situación socioeconómica por la que atraviesa el país en la actualidad. «España es un país de tradición pobre, de crisis constante. Después de la Transición hubo un paréntesis de esperanza, pero nos volvieron a meter en la crisis. Ahora como en los 40 la situación está siendo terrible», reconoce este ripense que se instaló en un piso de la cooperativa de Covibar a mediados de los 90.