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Díez Lugones, maestro republicano de 99 años

La vida de Francisco Díez Lugones (1915) es la de aquellos maestros republicanos que vieron truncado el sueño de una vida consagrada a la enseñanza.

Díez Lugones, maestro republicano de 99 años

HOMENAJE A LOS MAESTROS REPUBLICANOS: viernes 23, en el auditorio Pilar Bardem de Rivas (20.00).

Texto: Patricia Campelo

La vida de Francisco Díez Lugones (Miranda del Castañar, Salamanca, 1915) es la de aquellos maestros republicanos que vieron truncado el sueño de una vida consagrada a la enseñanza. El golpe de estado militar del 18 de julio, hace ahora 78 años, desangró la Segunda República provocando una guerra civil de tres años.

Una de las primeras consecuencias de la instauración de la dictadura fue la depuración de intelectuales y profesionales de ideas progresistas. En el caso de los maestros y maestras, el ensañamiento fue especialmente duro. Historiadores manejan una cifra de 20.000 docentes represaliados. Uno de estos profesionales fue Francisco, Paco, que a punto de cumplir 99 años pasa sus días en la residencia Geriatel. Su hija Inés, que vive muy cerca, le visita cada día, y es ella quien traza el relato de la vida de Paco. A él ya le cuesta recordar, y su vitalidad varía en función del día. «Los cambios de tiempo le afectan mucho», explica Inés.

Un derrame dañó su memoria, y su hija se ha convertido en el bastón de apoyo de los recuerdos. Este maestro, «socialista y republicano», según se define con firmeza, rescata con mayor facilidad las vivencias más alejadas en el tiempo. Mantiene clara su vocación docente y ante la pregunta de por qué se decantó por la enseñanza, confiesa «me gustan mucho los niños».

Las letras siempre fueron lo suyo. Con 10 años leyó La Ilíada y La Odisea. «Tenemos la casa llena de libros de geografía e historia, y de atlas», cuenta Inés. Pero el sueño docente de Paco duró poco y tuvo que postergarlo más de dos décadas. «Terminó Magisterio, hizo los tres años de prácticas que se hacían en la República y, al tercer año, cuando le dieron destino, le metieron en la cárcel de Salamanca por ser republicano», relata Inés. «Le cogieron nada más estallar la guerra, mientras oía la radio», detalla.

En la prisión salmantina se casó con Chonina, su mujer, que falleció hace 17 años. De allí le trasladaron al fuerte de San Cristóbal, reconvertido a cárcel franquista donde los presos morían de hambre y en penosas condiciones. Los reclusos de ese penal protagonizaron una de las fugas más sonadas de la historia: cerca de 800 trataron de escapar en 1938. «A mi padre no le avisaron porque se encontraba muy débil», indica Inés. Paco perdió a casi todos sus amigos en aquel episodio. Tenía 24 años.

Después de aquello, lo trasladaron a un campo de trabajo forzado, a Tenerife, para hacer carreteras. «Yo de picar no sabía nada», reconoce Paco. Desde allí regresó a casa, pero no pudo volver a la docencia, así que empezó a llevar la contabilidad de una mina de Almagro, y completaba sus ingresos dando clases a guardias civiles en Piedrahita. «Eran años muy malos; las guerras son malas. Hay que recordar, pero no con rencor», apunta Paco.

Al cabo de dos décadas, este maestro que hasta hace pocos años iba a todas las manifestaciones, pudo volver a dar clases. En su habitación de la residencia ripense muestra hoy orgulloso su título de maestro, con una postal de la bandera republicana encajado en el marco.

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