Texto: Patricia Campelo
María Isabel Torange emana vitalidad en cada gesto. Se resiste a confesar su edad ?aunque asegurar haber cumplido ya los 70-, y se justifica con una frase de Óscar Wilde, «una mujer capaz de decir su edad es capaz de contarlo todo». Ella tiene sus reservas: es una mujer discreta, y piensa antes de hablar.
Precisamente, esa es una de las enseñanzas de su padre, hombre ilustrado y progresista -agrónomo de profesión-. «Siempre me decía que diera con la lengua siete vueltas al paladar antes de hablar», detalla María Isabel sobre un hábito que ha practicado casi sin querer hasta hace bien poco.
De sus padres y abuelos ha heredado la vertiente creativa de su personalidad, una faceta que le lleva a seguir la cultura y amarla en sus diferentes expresiones. Por sus venas corre la sangre de intelectuales de otro siglo: su bisabuelo fue arquitecto, y colaboró en el diseño de los planos que edificaron el barrio de Salamanca junto al marqués que da nombre a esta zona de Madrid; su abuelo materno, republicano, participaba en las tertulias del casino madrileño de la Puerta de Alcalá, frecuentado por intelectuales de la época, y estudió en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Allí contactó con José Machado y, a través de él, con sus hermanos Manuel y Antonio. Maria Isabel no llegó a conocer a su abuelo, pues murió en mayo de 1939. Tres meses antes, el autor de ‘Campos de Castilla’ había fallecido en Colliure, cruzando la frontera francesa hacia el exilio.
«Me contaron que le entristeció mucho la noticia; en casa recuerdo que había fotos antiguas de mítines del partido», cuenta María Isabel sobre la filiación política de su abuelo en Acción Republicana, el partido con el que también simpatizó Antonio Machado.
A pesar de los tiempos difíciles que le tocaron vivir pudo estudiar la carrera de Farmacia, aunque ella hubiera preferido hacer Filosofía y Letras. «Me habría ido bien, con la memoria que he tenido siempre», añora. Pero siguió el consejo paterno e inició la carrera farmacéutica en la Universidad Complutense. «Me pasaba el día estudiando, a veces hasta las tres de mañana, y me levantaba a las siete para ir a clase», señala.
En su casa se fomentaba un ambiente de aprendizaje. Su madre realizó estudios de canto, pintura y preparó oposiciones; su hermano, ingeniería y derecho.
Hoy en día, Maria Isabel mantiene intacto el anhelo por saber. «La curiosidad, que es síntoma de juventud, yo la sigo conservando. Me sigue gustando aprender cosas y sorprenderme», asegura. Prueba de ello es la apretada agenda que sigue cada semana: visitas culturales con las asociaciones Los Caprichos y Ripa Carpetana y talleres en el centro Concepción Arenal de cerámica, pintura y alemán.
Su objetivo: seguir disfrutando de sus aficiones todo lo que el tiempo le permita. Para ello, trabaja duro. Al taller de idiomas se apuntó con la meta de disipar el fantasma del Alzheimer, siguiendo el consejo escuchado a un neurólogo que recomendaba el estudio de un nuevo idioma a partir de los 65 años por los beneficios que conlleva el esfuerzo de aprender las nuevas estructuras gramaticales. «Las cosas se consiguen con esfuerzo, eso es algo que siempre me decía padre», remacha.
