Texto: Patricia Campelo / Fotografia: Luis García Craus
Aún hay gente que le reconoce cuando acude a la oficina de registro de la antigua Casa Consistorial, en el Casco. «Creo que te conozco de algo, pero no sé de qué», entonan muchos. Tras el ordenador de uno de los puestos de esta dependencia municipal, asoma el cuerpo alto y desgarbado de Eduardo Vicente Ramos (Calvarrasa de Arriba, Salamanca, 1968), más conocido como Edu Luky en los escenarios cómicos del país.
Pese al blanco que empieza a conquistar su cabellera, el gesto de su rostro emana bisoñez, tal vez por eso pueda defender con argumentos el apodo que le pusieron a sus 20 años y con el que aún hoy se identifica, Lucky Lucke.
Del personaje de cómic del oeste ha tomado el nombre de pila y lo ha unido al suyo propio para transformarse en el «cowboy del humor» -como se proclama- vestirse con el atuendo típico de chaleco negro, camisa amarilla, pañuelo rojo y zapatos de punta, y reivindicar lo que más le gusta, «hacer reír a la gente». «Siempre fui el típico de la pandilla que contaba chistes, el gracioso», explica para ‘RD’ una tarde de diciembre a la salida del trabajo.
Edu Luky es hoy un consolidado representante del humor, con actuaciones por todo el país. Sobre las tablas defiende una mezcla de humor ácido, absurdo, irónico, a veces inteligente y otras fácil y brabucón. El que transmite elementos de realidad es su preferido. «A la gente le gusta que hables de cosas que sean verdad, que se puedan sentir identificados», sentencia. En la manera de narrar sus monólogos, hay quien le ha identificado con Gila, su principal referente, o Leo Harlem.
Y es que algo conserva del empuje que le dieron unos comienzos televisivos con personajes del humor como Chiquito de la Calzada, Paz Padilla o Felisuco. Al igual que ellos, Edu Luky ‘nació’ en el popular programa de Antena 3 ‘Genio y figura’, conducido por el ya fallecido Pepe Carrol y que logró proyectar al estrellato a personas hasta entonces desconocidas. «Mis amigos mandaron a escondidas una carta al programa para hacer el casting; me llamaron, lo hice y me cogieron», explica el cómico. «Estuve cinco años en televisión. Iba todas las semanas. Después pasé a Televisión Española, con Chicho Ibáñez Serrador, en ‘El Semáforo’, y en ‘A toda risa'», detalla.
«En aquella época si hubiera querido habría podido vivir de ello, pero tenía otro trabajo y nunca me dediqué al humor en exclusiva», apunta. Por entonces, el humorista trabajaba como conductor en una empresa privada, tarea que compatibilizaba con actuaciones en bares y acontecimientos familiares.
«Estabas siempre en el alambre, dependías mucho de los bolos. A mí tampoco me conocían tanto y los monólogos no estaban tan extendidos como ahora, que hasta hay locales que se dedican a esto en exclusiva», se sincera Edu sobre unos difíciles comienzos en los que desfilaba de bar en bar con sus espectáculos grabados en cintas de VHS. «Iba a los locales a ofrecerme con las cintas, y luego tenía que volver a recogerlas. Ha cambiado todo mucho».
EL ACCIDENTE
La mala casualidad provocó que Edu sufriera un aparatoso accidente de tráfico que le relegó a una cama de hospital y varias operaciones de espalda. Ya recuperado, quiso optar por un modo de vida que le asegurara unos ingresos fijos, y empezó a opositar, abriendo un paréntesis en su faceta cómica.
En 2005 aprobó y entró en el Ayuntamiento ripense. Pese a que el humor siempre estaba presente en su vida, no fue hasta 2010 cuando decidió volver a entregarse a los escenarios. «Fue una casualidad; fui al cumpleaños de una compañera a un bar donde esa noche había un monólogo. El cómico no me gustó nada pero le pregunté al del bar que cuanto le habría cobrado, y se me encendió la luz porque estaba atravesando una mala etapa económica», se sincera. A partir de ahí retomó sus monólogos, actuando en establecimientos, teatros y salas de municipios de la región y de fuera.
El pasado 28 de noviembre, celebró sus dos décadas expandiendo humor en la sala Covibar, en lo que vino a ser una comunión con sus vecinos de Rivas, ciudad en la que apenas había actuado. «Quería darme a conocer para empezar a funcionar aquí. También estoy un poco cansado de viajar», señala.
HUMOR VARIADO
Para Edu Luky el humor es algo «innato», «un talento que se tiene y que luego se puede perfeccionar». «Ahora hay escuelas de comedia y enseñan trucos y herramientas. En Estados Unidos, los monólogos están muy extendidos y los monologuistas pueden llenar estadios», apunta. En España, esta disciplina ha despuntado en los últimos años, aunque Edu lamenta la frecuencia de actores en este género ya que, «algunos tienden a sobreactuar». «El monologuista debe ser un tío natural, que te hable como si fuera un colega tuyo tomando cañas», defiende, y al mismo tiempo reclama que programas como ‘El club de la comedia’ den espacio a cómicos menos conocidos.
«Se nos podría dar la oportunidad de mostrar el talento, pero apuestan solo por los famosos», reclama. Mientras, Edu sigue en la lucha de llevar la comedia «a todas partes». «La gente necesita reír, el humor es universal. Por eso funciona tan bien. Y es sano, terapéutico; debería estar subvencionado», alega.
Interrogado sobre si es posible reírse de todo, lo tiene claro: «Sí. Aunque hay temas en los que es más complicado, como la enfermedad o la muerte. Pero lo primero que enseñan en las escuelas de comedia es que el humor es dolor y verdad. En eso se basa todo. Yo tengo monólogos que hablan de separaciones, de la crisis, del complejo del español, de las dificultades de ser padre y siempre empiezo riéndome de mí mismo», defiende. «El humor sirve para tomárselo todo más a la ligera», apostilla.
Web oficial: www.eduluky.com
