Texto disponible en el reportaje sobre cooperación de la revista ‘Rivas al Día’ de abril.
Los cimientos de Rivas Sahel lo constituyen familias que tienen o han tenido menores saharauis en acogimiento durante los meses de verano. Fruto de la solidaridad con los habitantes del Sáhara nació, en los 90, este colectivo que hoy vive dedicado al desarrollo de proyectos que facilitan la vida a las personas exiliadas en la hamada argelina (territorio desértico que Argelia cedió a los saharauis) desde hace 37 años.
José Andrés Esmero es miembro de Rivas Sahel. «Además de recoger alimentos y libros que mandamos a los campos de refugiados, también hacemos actos de concienciación», relata. La ciudad de Rivas está hermanada con la daira (municipio) de Tichla y fruto de esta unión son los desayunos que se ofrecen, a través de la asociación, en una escuela infantil.
Placas solares y canalización de agua son otros proyectos en los que esta organización ripense ha participado. «Tenemos una deuda con ese pueblo y mientras no lleguen a una solución, debemos contribuir a que sus condiciones de vida en el desierto sean llevaderas», sostiene.
En el panorama económico actual, Esmero sugiere centrar el foco en los alimentos y en la autogestión de los proyectos.
«Tenemos una deuda con ese pueblo y debemos contribuir a que sus condiciones de vida sean llevaderas»
«Nos planteamos colaborar para hacer unos invernaderos que generen trabajo y les proporcionen alimentos frescos», avanza. «El futuro de la cooperación tiene que pasar por proyectos que posibiliten su camino independiente».