«Las mujeres hemos roto el miedo a componer»
Entrevista: Nacho Abad Andújar
Violeta Parra, Chabuca Grande, Silvio Rodríguez o Pablo Milanés son sus referentes musicales. La colombiana Marta Gómez (1978) es una de las tres compositoras que actúa en el festival Cantoras (sábado 9, 20.00, 5 euros; entradas, aquí), un concierto al que se suman La Mare y Eva Sierra y que forma parte del programa municipal Marzo Mujeres 2019.
Colombiana, 10 años estudiando y cantando en EEUU, ahora vive en Barcelona. ¿Quién es Marta Gómez, además de una nómada musical?
Soy cantautora. Canto y compongo. Canto desde que tengo memoria. A los cuatro años entré en un coro y fui su solista durante 10. Y he compuesto desde chiquita. Tengo un bagaje que me enseñó a ser flexible y cantar cualquier ritmo y en cualquier parte. Pero lo que siempre me movió fue la música latinoamericana: los ritmos del Pacífico colombiano, los andinos, los de Argentina… Siempre muy pendiente de la letra, de la parte social de la canción protesta. Y es lo que hago ahora desde el folclore latinoamericano: canciones con un mensaje. No soy cantautora autobiográfica: no me gusta hablar de si estoy enamorada. Me interesa más si hay niños en las minas o mujeres luchando para conseguir microcréditos en Centroamérica.
Musicalmente se siente más latinoamericana que colombiana.
Sí, musicalmente soy muy latina. Nos pasa mucho a los colombianos. Quizá, por la posición geográfica, siempre mirábamos hacia fuera. Ahora, con el paso de los años, hemos aprendido a valorar nuestro folclore. Pero casi conozco más los ritmos argentinos que los colombianos. Los colombianos, por ejemplo, hemos asumido tanto el tango, un ritmo argentino, que en mi país hay gente que cree que Gardel es colombiano.
Su repertorio encaja muy bien en el festival Cantoras.
Como me gusta componer sobre la mujer, la gente me escribe historias al respecto: te cuento sobre mi hermana, sobre la lucha de un colectivo concreto… Historias muy poderosas de mujeres. A ellas les canto y me inspiran.
Hay mujeres que, interpretando temas que reivindican a la mujer, insisten en declarase no feministas. ¿Cómo se lo explica? Feminismo es, sencillamente, igualdad entre mujeres y hombres. No hace falta liarse tanto.
En esos casos, creo que decir que no eres feminista es simplemente una desinformación. Como si ser feminista fuera un insulto. Se entiende el feminismo como una lucha combativa contra los hombres, cuando eso no es el feminismo. Es cierto que no podemos atacar a los hombres, sino hacerlos nuestros aliados.
¿Su guitarra y su voz harán huelga el 8M?
Siempre. Y si se puede cantar en un evento para ello, genial. Estaremos en las marchas. Desde el año pasado voy con mi hijo, con el que hacemos un trabajo previo: él decide qué escribe en su pancarta y va con sus amigas del cole. Ese paso se nos estaba olvidando: incluir a nuestros chiquitos, los que en el futuro no maltratarán ni pensarán que son mejores que las mujeres.
Procede de una tradición muy poderosa: la canción popular femenina latinoamericana. ¿Qué simbolizan las Violeta Parra y Mercedes Sosa?
Son mis ídolos, mi norte a seguir. También Chabuca Granda, en Perú. Ellas han resumido lo que una quiere llegar a ser: no solo una cantora de voz maravillosa, sino compositora. Mercedes no componía, pero como si lo hiciera, por su coherencia apoyando causas y por contar la historia de quienes no tienen voz. Y aunque son mi norte, ha habido también un mundo masculino muy fuerte. Por ejemplo, desde la parte cubana: Silvio Rodríguez o Pablo Milanés. Me ha inspirado un mundo muy social y poético en conjunto. Y un momento clave ha sido cuando la mujer se ha convertido en compositora. Antes eran las locas. Solo estaban Violeta Parra y Chabuca Granda. En Colombia no teníamos un icono de compositora a seguir.
Solo eran las cantoras.
Y como cantas precioso, te decían: ve a cantar, pero no digas nada. Los boleros siempre se escribían desde la mirada del hombre, una mirada espantosa: tú eres mía. Un sentido de pertenencia que no veo tanto en una mujer. Nunca he tenido la necesidad de decir, en una canción, a un novio: tú eres mío.
Eso está cambiando.
Ahí está la mexicana Lila Downs, un gran referente: canta muy bonito pero también dijo que tenía cosas que contar. Siempre lo digo: yo no compongo mejor que un hombre, pero sangro todos los meses, he parido y amamantado. Tengo mi visión del mundo, también válida e interesante. Las mujeres hemos roto el miedo, de generaciones pasadas, a componer. Y las jóvenes están arriesgando, asumiendo que cantan bien, pero pensando qué tienen para decir y sin decirlo desde la mirada masculina.
¿Lo tiene más difícil una cantautora que un cantautor?
Creo que sí. Cuando yo empecé hace 10 años a asistir a conferencias o jurados de concursos de composición, sentía que debía demostrar un poco más, que no solo era una voz, que cuando decía que había compuesto cien canciones me miraban a ver cómo es eso. También sentí cierto prejuicio por la edad, que te dijeran qué tienes para decir si con 20 o 30 años no has vivido nada. Como si al ‘a pesar de ser mujer’ le tuviera que añadir el ser joven.
«Mi musiquita, mis cancioncitas, mis ritualitos para vivir…». ¿Por qué ese amor por los diminutivos?
Es una forma de ver el mundo. Los diminutivos son algo muy mío. Un día leí un artículo sobre el origen de los diminutivos en los campesinos colombianos de los Andes. Cuando van al doctor, dicen doctorcito. No es para quitarle importancia, sino para hacerlo más próximo. Y yo siento así. El título del disco ‘Musiquita’ lo pongo porque mis amigos siempre se burlaban cariñosamente de mí, porque son mis cancioncitas, voy con mi guitarrita a mi casita… Un músico cubano que tocaba en el disco me dijo: ‘Bueno, como hay tantas cancioncitas, ¿cómo le vas a poner al disco: ‘Musiquita’?’. Y quedó así. Si dices ‘tengo una tristecita atravesada’, le quitas peso a las palabras: ya no es una depresión, es algo que se me va a pasar.
Ha dicho: «Lo más talentoso no está en mi voz -no es la más impresionante del mundo- ni en la composición, sino algo que hay en el aire que sale cuando canto. ¿Qué es ese aire?
No lo sé bien. Me pasa desde niña que, cuando canto, hago que la gente llore. Es un poder muy chistoso, pero real. Yo me preguntaba por qué, si no estoy haciendo nada. Y muchas veces no es por la letra. Me ha pasado en EEUU o Alemania, donde no entienden la historia que canto en español. Hasta que me pasó a mí en conciertos, por ejemplo, de gente africana, donde yo no entiendo nada de lo que cantan y siento un deseo de llorar. Preguntando a amistades, qué es lo que hace llorar, si la letra o la historia, muchos me dicen que hay un aire en mi voz, que no es clara, sino como un vientecito que sale. Y asumí que era esa pequeña magia lo que me hacía distinta. Hay otras cantoras que interpretan con una potencia que piensas que te van a travesar con una nota. Y en mi caso no es eso. Creo que es porque es tan real lo que canto y viene de una nostalgia mía de tanto tiempo vivir fuera y venir de un país que nunca ha visto un día en paz. Todo eso está mezclado y lo he traducido como en un aire que sale de la voz.
¿Qué sería de Marta Gómez sin la música?
No me imagino sin la música. Hoy estoy resfriada y trato de no cantar para cuidar la voz. Aunque no esté cantando, siempre estoy pensando en música, en alguna melodía, tocando algo con los dedos en la mesa. Y si no, escuchando o hablando de música. Es una parte de mí tan fuerte. Es mi vida. Siempre que escucho una canción trato de analizarla y pensarla: qué historia hay detrás. Cuando conozco a compositores que admiro, todo el tiempo estoy entrevistándolos: ¿esta canción es para tu hija, para tu nieto, en qué momento te surgió? Y descubro que hay autores que no tienen una razón concreta para componer. En mi caso, cada canción sí tiene una historia clara.
Vive en Barcelona desde 2009. ¿Qué le aporta esa ciudad?
Barcelona me da mucha tranquilidad, con su mar y tan cerca de la montaña. Antes vivía en Nueva York, una locura, todo el mundo corriendo, sin tiempo para ver a mis amigos. Con los años también he ido asumiendo algo de la otra Barcelona, la no turística, la de un deseo de una revolución, un cambio político que mal que bien se me va pegando. Algo de esa rebeldía puede influir en mis canciones futuras. No puedo ser ajena a ver banderas de un lado y del otro. Y eso, imagino, va quedando impregnado en la música que hago.
¿El pueblo catalán tiene derecho a celebrar un referéndum de autodeterminación?
Creo que sí. Y que se decida pronto. No es mi lucha, no la conozco de cerca. El derecho a elegir sería fundamental para el pueblo catalán para alcanzar una calma, una tranquilidad. Siempre pongo mi ejemplo. Mi única nacionalidad es la colombiana. Nunca he votado por alguien que luego haya ganado. He vivido siempre con esa tristeza de decir: si hubiera ganado el mío. Pero, por lo menos, tengo ese sinsabor. Voté por quien yo quería aunque no ganó. Pero sentir que ni siquiera puedes elegir, aunque pierdas. Sería muy valioso que pudieran escoger, se gane o se pierda, pero que la mayoría elija. Me gustaría que hubiera un referendo, porque si no todo se va traduciendo en rabia. Y la rabio solo trae cosas negativas.