Entrevista: Nacho Abad Andújar
Cuando Silvia Marsó (Barcelona,1963) supo que en París se representaba, en versión musical de cámara, la novela de Stefan Zweig ’24 horas en la vida de una mujer’ (1927), cogió un vuelo y se presentó en la capital francesa con la excusa de visitar a unos amigos. Tras disfrutar del montaje creado por Christine Khandjian y Stéphane Ly-Coug, decidió traerlo a España, asumiendo la producción.
«Me pareció una función teatral maravillosa. El siguiente paso fue contratar al director, Ignacio García, uno de los mayores talentos de este país», confiesa la intérprete, alma de un proyecto que protagoniza junto a Felipe Ansola y Germán Torres. Sobre las tablas, además, un piano, chelo y violín hacen sonar las notas que cantan y bailan el trío de intérpretes.
El texto de Zweig describe la relación de amor que surge entre una mujer madura [la Señora C] y un joven diplomático polaco al borde del suicidio tras perder su dinero una noche fatídica en el casino de Montecarlo. El montaje se representa en el auditorio Pilar Bardem de Rivas el viernes 14 de diciembre (20.00, entradas 11 euros).
La actriz también estará en la cartelera madrileña de cine del 10 al 16 de diciembre, con el estreno de la película ‘Sin novedad’, de Miguel Berzal de Miguel, su ópera prima, en la sala del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Protagonizada por Silvia Espigado, en el reparto figuran Marsó, Gonzalo Castro, Nicolás Coronado, Esmeralda Moya, Lola Casamayor o Fernando Guillén Cuervo.
Vio la obra en París e inmediatamente decidió traerla a España y Cataluña.
Ya conocía la novela. Cuando hice la serie televisiva ‘Gran Hotel’, mi personaje, una mujer madura, tenía una relación con el de Eloy Azorín. Eloy me regaló la novela, casi de una manera anecdótica, por la similitud con los personajes de la novela de Stefan Zweig. Me encantó el libro. De Zweig ya había leído ‘Carta de una desconocida’ y ‘El mundo de ayer’. Al cabo de unos meses, me entero de que están representando ’24 horas en la vida de una mujer’ en París en musical. Y eso fue lo que me sorprendió: que fuera un musical. Cogí un vuelo para visitar a unos amigos que viven allí y, de paso, vi la obra.
Y le encantó.
Me pareció una exquisita y maravillosa función teatral. El extracto de la novela realizada por Christine Khandjian y Stéphane Ly-Coug es estupendo. El siguiente paso fue contratar al director, Ignacio García, uno de los mayores talentos de este país, aunque vive en el extranjero porque dirige fuera de España y es muy difícil tenerle. Pero aceptó el proyecto y renunció a otros muy bien remunerados, porque también estaba enamorado de esta pieza.
¿Qué aporta el elemento musical al texto de la novela?
La música no figura como mero acompañamiento. Es la que introduce las emociones que transitan por los personajes. No se sabe cuando hablan, bailan o cantan. Mezclan sus emociones a través de estas disciplinas artísticas. No es una obra musical al uso, con canción-escena- canción-escena. La música forma parte de la narrativa. Por eso tiene ese poso tan interesante y emocionante.
Personajes como el de la Señora C son recurrentes en su carrera: mujeres que anhelan la libertad como Yerma, de Lorca, Nora (‘Casa de muñecas’) o Amanda (‘El zoo de cristal’).
He tenido la suerte de que me ofrezcan papeles muy intensos de gran solidez dramática. En esta ocasión produzco la obra, pero en el resto no: era actriz contratada. Y he de agradecer la posibilidad de interpretar personajes tan combativos y ricos que se enfrentan a una sociedad, su destino o, incluso, a Dios, como Yerma.
¿Y cómo se acercó al personaje: vio algunas de las cinco versiones llevadas al cine o prefirió tomar distancia?
Vi todas las películas. Como ya había leído la novela y sabía que estaría en manos de Ignacio García, y tenía tanta confianza en él como director, no me importó ver las otras versiones, algunas mejores que otras. Lo importante es la historia que se está contando. El personaje se puede hacer de mil maneras. La opción de García en su dirección es la más rica e interesante teatralmente. Para mí, como actriz, es un tour de force [acción difícil que exige gran esfuerzo y habilidad] y se lo agradezco.
¿Qué le llamó más la atención del texto?
Lo que más me cautivó es la reflexión de qué hacemos con nuestra vida. Cómo dejamos pasar oportunidades que nos brinda el destino por los condicionantes externos que nos atan: el trabajo, la familia, la religión, el estatus o la propia cobardía que impide al ser humano buscar su libertad personal más allá de su lugar de confort. Esa situación que vive la protagonista durante 24 horas nos enseña que la vida, a veces, no es lo que estamos viviendo, y que nos estamos perdiendo la vida real. También se habla de la ludopatía o de la diferencia de edad entre una mujer y hombre y cómo esto es un tabú cuando la mujer es la madura. Ocurre, por ejemplo, con el presidente francés y su mujer, que le lleva 24 años. Tabúes que siguen presentes.
¿Es un personaje fácil de interpretar? De Amanda dijo, por ejemplo: »Me agota físicamente: es cien mujeres en una».
Lo que más me cuesta de la Señora C, además de cantar y bailar durante 80 minutos, es la transición que hace entre la vejez y los últimos momentos de la juventud. Como actriz es muy bonito poder ejecutar esa transformación de la mujer que se ha enamorado de un joven [Felipe Ansola] en el casino de Montecarlo. En menos de dos segundos, pasa de los últimos momentos de su juventud a la vejez. Y ahí es donde, como actriz, se presenta el reto más difícil de este personaje.
Hace poco Rosario Pardo nos confesaba que el teatro le cansa mucho, pues lo entrega todo: «Es una satisfacción, pero me deja sin energías».
El escenario no tiene trampa ni cartón. Es directo. El público ha de recibir lo máximo de ti. Y tú, como estás comprometida con la cultura y tu profesión, lo das todo y el público lo recibe. Por eso, el teatro nunca morirá. Está en crisis eternamente, pero permanece donde lo crearon los griegos. Es un arte que se hace en vivo y en directo. Y eso no es comparable con nada del mundo artístico.
¿Se le quedará muy adentro la Señora C?
Se me quedará el personaje y la experiencia tan bonita de haber producido una obra desde el minuto cero. Y de haber contado con un equipo tan profesional y consagrado en las artes escénicas que ha aportado su talento para un proyecto tan difícil. Me emociona pensar cómo he podido sacarlo adelante, con la ayuda de toda esa gente. Da fuerzas para seguir en la lucha y seguir apostando por la cultura, que es lo que más me importa de nuestra sociedad.
¿Es fácil dirigir a Silvia Marsó, y más cuando es la productora de la obra?
Es fácil dirigirme, porque soy muy respetuosa con los directores. En el caso de Ignacio García, no sólo es un gran director, sino que es una persona con una gran dosis de humanidad e intelectualmente un superdotado. Me dejé en sus manos completamente.
¿Qué Silvia sufre más antes de un estreno: la actriz o la productora?
La actriz. Es la que da la cara, se enfrenta al personaje y toma las riendas de su interpretación frente a un teatro lleno que, a veces, puede albergar a mil personas.
¿Qué es el teatro para usted?
La guía más contundente y más emocionalmente viva que tenemos los artistas para mostrar a la sociedad cómo es y cuáles son sus grietas. El teatro plantea preguntas, pero no da respuestas.
Ava Gardner le dio un consejo: «Ten paciencia. En esta profesión no se llega jamás».
Tenía razón porque no es una profesión como el deporte, donde hay una meta, un record, un tiempo, una distancia, un número al que llegar. En las artes todo es más abstracto e intangible y, al mismo tiempo, profundo y emocional. Es imposible llegar.
¿Le gustaría ser recordada, en primer lugar, como actriz de teatro?
Es lo que yo elegí, aunque me gusta mucho hacer cine y televisión, y más ahora que se están haciendo series tan buenas. Hubo muchos años que rechacé las ofertas para presentar programas de televisión o relacionados con el entretenimiento. Y centré mi carrera en el teatro, que es donde de verdad se aprende.
Una barcelonesa, vecina madrileña desde su juventud, ¿cómo vive el conflicto político catalán?
Hace falta más diálogo e información amplia y libre, sin imposiciones. Yo amo a Madrid y Barcelona, y a España y Cataluña. Como decía Antonio Gala, en una rosa caben todas las primaveras.
¿Cómo ha ido la función en catalán?
Ha sido muy bonito venir a mi tierra. Nunca había hecho una obra en catalán, aunque parezca mentira, después de 38 años de profesión. Y he tenido la oportunidad ahora, que soy la productora. Como catalana, me hacía ilusión por una cuestión emocional.