Entrevista: José L. Corretjé Foto: Luis G. Craus
Las fotos de este reportaje se toman a las puertas de un conocido hotel de Madrid, en la plaza de Santa Ana. La cita es a las cinco y media de la tarde. A esa hora la mayoría de las entrevistadas acaban de terminar una dura jornada laboral que comienza al amanecer. Eso, para las que tienen suerte.
Alfonsi llega más tarde: hoy le ha tocado limpiar habitaciones de un hotel de la capital durante 12 horas seguidas. No ha tenido descanso. Ni siquiera ha podido parar para comer. Y lo peor es que esta dinámica de explotación ya se ha generalizado en un sector en el que los sueldos oscilan entre 700 y 1.000 euros.
Para denunciar la injusticia que se esconde tras las estrellas de los hoteles y para reivindicar condiciones dignas de trabajo, se creó en 2015 el colectivo Las Kellys (Las-Ke-Limpian). Las camareras de piso ocupan entre el 20% y el 30% de las plantillas de los hoteles en España.
Si se cuantifica, y de acuerdo a los datos de la Encuesta de Población Activa de 2016, este sector profesional podría alcanzar una cifra de 90.000 trabajadoras por cuenta ajena. Los hombres no alcanzan, según Las Kellys, a un 1% del total.
A mediados del siglo XIX, en la primera revolución industrial, el empresariado impuso en las fábricas jornadas de trabajo interminables en las que se cronometraba el tiempo que tardaban los obreros y obreras en realizar su tarea. 168 años después, las empresas que gestionan la limpieza de las habitaciones de hotel usan técnicas de organización del trabajo muy parecidas a las de 1850.
«Nos exigen que limpiemos un número variable de habitaciones, entre 18 y 20 al día, con un margen de 20 minutos por habitación. Aquí no se contabiliza lo que tardas en desplazarte entre plantas, o el tiempo que necesitas para llevar la ropa sucia a la lavandería. Ni el que usamos en tirar la basura», explica Eva Escolar, una de las portavoces de La Kellys. «Lo único que pedimos es condiciones de trabajo dignas. Y en muchos casos, luchamos por una jornada de 8 horas», añade.
Las Kellys han convertido su lucha en un símbolo de la explotación que ejercen muchas empresas en este país, al amparo de la Ley de Reforma Laboral, y que en el caso de las mujeres, por ser mujeres, se agudiza aún más.
Camareras de piso de distintos puntos del Estado pasaron de denunciar en las redes sociales, de forma individual, a unirse y crear grupos en Cádiz, Barcelona, Fuerteventura, Madrid o Mallorca. En 2018, la principal reivindicación de este colectivo de mujeres ha llegado al Congreso.
Con la ayuda de los grupos parlamentarios de PSOE y Unidos-Podemos va a presentarse una propuesta de ley para modificar el artículo 42 del Estatuto del Trabajo, que es el que legaliza la subcontratación en el sector de la limpieza. La han llamado la ‘ley Kelly’.
Una reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña anulaba el despido de una camarera de un hotel de Barcelona, argumentando precisamente que el Estatuto del Trabajo no aclara cuando es lícita o ilegal la cesión laboral de trabajadoras de los hoteles a estas empresas.
«Nuestro trabajo se ha externalizado gracias a que la Reforma Laboral permite que el convenio colectivo de una empresa prime ante el Estatuto del Trabajo. Esto facilita que las empresas que subcontratan nos traten como a un producto, no como a personas», argumentan Las Kellys. «Aunque la ley contempla el cobro de las horas extras que hacemos a diario, las empresas que nos contratan nos despedirían si pidiéramos que nos las pagaran», insisten.
La limpieza ‘a destajo’ se ha generalizado en muchos hoteles: un auténtico chollo para las subcontratas que pagan a las camareras de piso 1’5 euros por limpiar una habitación. Dos de las integrantes del colectivo a las que entrevista ‘Rivas Al Día’ conocen bien el sistema.
«En el último año y medio hemos pasado por tres subcontratas que han ido modificando, a la baja, nuestras condiciones y sueldo. Y eso que el trabajo es el mismo, hacemos la misma tarea. La última vez, nos han retenido la paga de enero hasta el 15 de febrero, diciéndonos que no nos la darían hasta que no firmáramos el nuevo contrato», denuncian. Prefieren no decir el nombre del hotel. El miedo, además de la impunidad, juega del lado de las empresas en un partido que genera mucho dolor.
ESTRÉS Y DUREZA
«Solo nosotras sabemos lo duro que es este trabajo», repiten. «Te enfrentas a menudo con habitaciones destrozadas o en las que te encuentras todo tirado por el suelo. O casos peores. Además, es un trabajo con mucho desgaste físico: arrastrar muebles, camas y colchones de hasta 80 kg de peso. Y todo lo tienes que hacer a contrarreloj: a 20 minutos por habitación, y sin descanso», relatan Las Kellys.
El estrés, la presión y la dureza del trabajo, convierten a este colectivo en presa fácil de la enfermedad. Los antiinflamatorios y ansiolíticos circulan de mano en mano entre las compañeras. Y no son muchas las que alcanzan la edad de jubilación trabajando ininterrumpidamente en este sector.
«Las mujeres que trabajamos en profesiones feminizadas estamos más explotadas que nuestros compañeros hombres», aclaran Las Kellys, para luego añadir que son conscientes de que el abuso en el sector de las empleadas del hogar es todavía mayor.
«En algún hotel nos han dicho que estaban más contentos con nuestros compañeros hombres, porque se notaba que no tenían cargas familiares». Lo habitual es que a los camareros de piso se les encarguen tareas auxiliares: limpieza de cristales, trasladar ropa limpia a las habitaciones , tirar la basura, etc. «Una de las mayores fortalezas de este movimiento reside en el sufrimiento que nos une, en el instinto de supervivencia. Porque aquí la mayoría tenemos hijos e hijas, porque para muchas, nuestro sueldo es el único dinero que entra en casa», explican.·
JORNADA ¿’QUÉ TRABAJOS SOSTIENEN LA VIDA?’
MIÉRCOLES 14 MARZO / 17.00-20.30.
Ayuntamiento de Rivas (sala Pedro Zerolo).
Inscripciones: www.inscripciones.rivasciudad.es