Texto: P. Campelo y E. G. Delgado Fotos: Luis García Craus
Amanece en Covibar con energía en sus aceras. La gente se arremolina en las paradas de autobús, y el frío apresura el paso del viandante. Abren los comercios del barrio; gente jubilada se entrega a los paseos matutinos y el personal de Rivamadrid comienza a adecentar las calles.
Así arranca el trasiego diario en la zona con más densidad de población del municipio, delimitada por los parques Lineal y del Encuentro, la Cañada Real y la carretera de Valencia. Dentro, residen 17.200 personas, y mueven la economía más de 200 comercios.
En 2018, el área decana del oeste del municipio cumple 40 años desde su concepción y 35 desde la llegada de sus primeras familias. En 1978, la idea de crear un proyecto urbano destinado a la vida en comunidad, con espacios colectivos propiedad de sus habitantes y lugares para la cultura y el deporte cobraba fuerza en la mente de Armando Rodríguez Vallina, ideólogo de la Cooperativa Obrera de Viviendas Baratas (Covibar).
Obligado a exiliarse para evitar la represión franquista que, en su caso, se habría saldado con la cárcel, se instaló en París y se formó en economía y urbanismo. A su regreso, con la maleta cargada de ideas, buscó el lugar donde desarrollar su proyecto de urbanización.
Tras visitar numerosos terrenos de la región, su mente creativa pudo visualizar hogares y vida de barrio en una parcela próxima al lugar donde la ciudad de Madrid vertía sus residuos.
Comenzaba así la conquista del oeste ripense: un paraje dominado por los malos olores de las aguas residuales y que distaba cinco kilómetros del Casco Antiguo. En cinco años, la gesta se transformó en realidad, y en marzo de 1983 fueron entregadas las primeras viviendas.
Ese año residían en el municipio 821 personas. Así nacieron las diez mancomunidades que aglutina hoy Covibar. Se trata de zonas de edificios que alojan las viviendas sobre suelo privado de uso público dentro de un perímetro abierto al tránsito de personas y vehículos. «Se diseñó con espacios abiertos y zonas privadas de uso público.
El Ayuntamiento decidió intervenir en la mejora de estas zonas comunes, como con la municipalización del alumbrado, en 2016″, explica el concejal del barrio Oeste, José Luis Alfaro, sobre la gestión de los gastos de este modelo de arquitectura urbana, aún hoy novedoso. Casi cuatro décadas después, este ‘corazón’ de barrio pasa por un proceso de transformación para actualizar esas zonas privadas de uso público. Para ello, como apunta el edil, parte de los gastos de renovación los adopta el Ayuntamiento a través de la firma de convenios.
El pasado 14 de diciembre, la Junta de Gobierno Local aprobó uno con la mancomunidad de Covibar para mejorar la accesibilidad de dos áreas comerciales muy transitadas. Con una inversión de 45.000 euros, se construirán dos rampas: una entre las plazas Miguel Hernández y Blas de Otero (plaza de las ranas), y otra entre las plazas Pablo Picasso y Pau Casals.
La medida beneficia a las 6.000 personas que residen en la urbanización, y mejora el acceso a los comercios, algunos de ellos, de los más antiguos de estas urbanizaciones. Con anterioridad, el Ayuntamiento firmó convenios similares para renovar otras zonas, como las aceras de la mancomunidad 2-3.
«Tenemos el objetivo de realizar un trabajo específico en las áreas pioneras, también con la urbanización Pablo Iglesias. Llevamos a cabo un proceso importante de participación pública para detectar necesidades, y buscamos financiación. Los fondos FEDER duplicaron la inversión que preveía el Ayuntamiento», sostiene Alfaro. Un punto clave reside en la mejora de la accesibilidad y la transitabilidad de un área urbana con comercios a pie de calle.
«Las escaleras que hay ahora disuaden a quien accede a la plaza de las ranas. Las rampas mejorarán el tránsito hacia los comercios», ejemplifica el concejal. Estas actuaciones suponen un ahorro para quienes residen en las mancomunidades, aliviando la presión en sus cuotas mensuales. Cuestiones como la limpieza o la jardinería ya las asume la empresa municipal de servicios Rivamadrid.
«Tenemos la intención de seguir trabajando y colaborando con el objetivo de mejorar la comunicación del barrio, sobre todo, en las áreas comerciales», avanza Alfaro.
MEJORAS PARTICIPADAS
En el marco de la Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible (EDUSI) se preguntaron a la población 25 cuestiones relativas al medio ambiente, equipamiento en Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), infraestructuras y asuntos sociales. Buena parte de las intervenciones fruto de este proceso de participación tienen como destino zonas del oeste de Rivas, incluida Covibar.
La inversión para esta estrategia que busca hacer crecer la ciudad de manera sostenible proviene de los fondos europeos FEDER. Además, dentro del Plan Municipal de Inversiones (PMI), que cuenta con 29 millones de euros hasta 2020 para renovar la ciudad, distintos viales se han sometido a trabajos de reparación del firme, labores que continuarán este año, y los centros escolares de esta área de Rivas, el Mario Benedetti, El Olivar, El Parque y la escuela infantil Platero han visto renovadas parte de sus instalaciones gracias, también, al PMI y al trabajo participado en sus consejos escolares, donde se priorizaron las obras a ejecutar.
Con todo, el distrito más habitado y transitado de la ciudad llega a la edad madura manteniendo la vocación de barrio con la que nació, y consolidado ya como un lugar de servicios e instalaciones modernas o comercios y donde, aún hoy, la gente se saluda por las calles.
¿Cómo valoran Covibar sus habitantes?
Dos presidentes de mancomunidades repasan las últimas mejoras de espacios comunes, una vecina pionera relata cómo ve hoy su barrio y una comerciante explica cómo es llevar un negocio en esta zona de la ciudad.
Victoria Escobar. Dueña de una tienda de 21 años
Victoria Escobar saltó de Coslada a Rivas hace 21 años. Su marido visitaba mucho el municipio por su trabajo como representante comercial, y les atrajo la zona nada más visitarla juntos. «Covibar es un barrio muy activo, muy de gente en la calle, con muchos espacios verdes. Se ve mucha vida. Además tenemos muy buenos servicios y, sobre todo, comercios locales», describe. Al llegar, esta vecina se hizo cargo de la tienda de moda y complementos para mujeres «de todas las edades y tallas» Tope, en la conocida como plaza de las ranas.
«Ya funcionaba antes de que nosotros llegáramos, así que la cogimos y llevamos con ella desde que vivimos en Rivas, 21 años». Incluso en épocas de crisis económica, y pese al aumento de grandes superficies comerciales, el negocio de Victoria Escobar resiste en Rivas. «La gente cada vez va más a los centros comerciales y todo se complica, aunque aquí, por ahora, seguimos teniendo clientes fieles que vienen todos los días y que hacen vida de barrio. Y eso es muy importante porque, en mi opinión, la economía local se mueve en los comercios locales, no en los grandes centros comerciales. Por ahora, nos mantenemos», resume.
Hace ya más de dos décadas, esta vecina supo ver las posibilidades de estas manzanas. «Hay mucha vidilla para los negocios. Sabíamos que iba a funcionar. Sólo espero que me llegue hasta jubilarme», anhela Victoria, de 56 años.
María José Torres. Vecina pionera
El 7 de mayo de 1983, María José Torres recaló en Covibar para empezar nueva etapa. Recién casada, pasó la noche de bodas en su hogar ripense, al que accedió subiendo las siete plantas por las escaleras.
«No funcionaba el ascensor», recuerda. Los pisos se habían entregado en abril, por lo que ella fue de las primeras en asentarse. Desde entonces, ha sido testigo de la evolución. «He visto una gran transformación, y me gusta. Aposté por el que creía yo que iba a ser un gran municipio y acerté. Ha mejorado en todo», sintetiza.
«Covibar está muy bien planteado como barrio desde el principio y ha tenido un buen desarrollo, así que ahora lo que toca es lavarle la cara y acicalarlo», destaca como retos de futuro. Como aspectos fuertes destaca la proximidad a la capital «pero no vivir allí». «Me encanta ir a Madrid, pero luego me gusta volver a mi tranquilidad. También hay muchas zonas verdes y parques para niñas y niños. Además está el centro de salud aquí al lado», enumera. Salir «de cañas» por la zona, «pasear» o «ir de tiendas» por el comercio local son otros de los aspectos que destaca esta vecina pionera.
Sobre las cuestiones a mejorar, María José Torres recalca el transporte dentro de la ciudad. «Tenemos muy buenas conexiones hacia Madrid, pero no tanto las interiores». Trabajo como monitora en el comedor del colegio público José Saramago y no hay suficientes líneas ni la frecuencia es muy rápida para llegar hasta allí», lamenta.
Además, esta vecina es la coordinadora del club de fútbol sala Rivas Futsal, y considera que «se debería acondicionar el pabellón de El Olivar», donde entrenan y juegan. «El techo está un poco viejo», apunta.
Carlos Arrabal. Presidente de la Mancomunidad de Covibar
Explica Carlos Arrabal, presidente de la Mancomunidad de Covibar, la más poblada de la zona, que este barrio «se ha hecho mayor» con sus habitantes, por lo que apremia su actualización. «Hay muchos desniveles que ahora se salvan con escaleras, y es necesario habilitar accesos para personas con movilidad reducida», sostiene.
La instalación de rampas viene a solventar parte de esta problemática. «Es la única solución, pero no en todos los sitios se pueden colocar», avanza. Fruto del convenio firmado con el Ayuntamiento, la Mancomunidad conectará con esta infraestructura las plazas Pau Casals con Pablo Picasso, y Miguel Hernández con Blas de Otero.
«La motivación es facilitar el acceso a personas con problemas de movilidad. Además, son zonas comerciales; esperamos que esta medida sirva también para facilitar el acceso a los comercios». En 2016, con la municipalización del alumbrado público, la mancomunidad pudo ahorrar «cerca de 50.000 euros entre consumos y mantenimiento», explica el actual presidente. «Sobre todo es una demanda que tenemos los vecinos desde que se creó el barrio, que el ayuntamiento asuma responsabilidades de lo público. La idea es que lo siguiente sea el suministro de agua, las canalizaciones de riego, y así poco a poco. Si no, todo esto sale a costa de los vecinos, que ya pagamos nuestros impuestos además de las cuotas de la mancomunidad para mantener todo el área que es de acceso público. No hay zonas acotadas, por lo que entendemos que es el Ayuntamiento quien debe asumir los servicios».
Carlos Arrabal reside en Covibar desde 1986. «Siempre ha habido un buen ambiente vecinal, aunque eso va desapareciendo porque cada vez vamos más a nuestro aire. Y hace falta reactivarlo para que no se haga viejo, pero es un buen barrio para vivir», concluye.
Marcelo Cuenca. Presidente de la Mancomunidad 2-3 de Covibar
La mancomunidad 2-3 la integran cuatro plazas [los bloques de los edificios residenciales reciben la denominación de plaza]: Extremadura, Galicia, Castilla León y Castilla La Mancha. Cada plaza cuenta con diez portales y, en cada portal, hay ocho viviendas que aglutinan un total de 320 hogares.
Gracias al acuerdo suscrito con el Ayuntamiento, el pasado noviembre se realizaron los trabajos de reparación de aceras y vías de la manzana 2-3. «Estaban deterioradas porque las raíces de los árboles levantaban las baldosas, y nos estábamos gastando mucho dinero en parchear, así que decidimos empezar a renovarlas completamente», explica Marcelo Cuenca, presidente de esta mancomunidad. «Hemos renovado una parte. Nos queda más porque costaba mucho dinero y, además de lo aportado por el Ayuntamiento, los vecinos también colaboramos», indica Cuenca, residente desde 1993.
De las cuotas que aportan vecinos y vecinas, según explica el presidente, una parte se destina al portal, otra a la plaza y otra a la mancomunidad. La competencia en la mejora de las instalaciones recaía en la comunidad de personas propietarias ¿por tratarse de suelo privado de uso público- pero tras el convenio rubricado en abril de 2017, pasa a asumirla de forma paulatina el Consistorio.
Ese mes también se firmó otro acuerdo para la asunción del alumbrado público por parte de la administración local. Este vecino señala también que la urbanización «tiene sus cosas», como que al ubicarse próximo a la Cañada Real «sufrimos robos». Pero con todo, concluye que se vive «bien» y que es una zona en la que hacer vida de barrio y comprar en sus tiendas. «Yo estoy a gusto», resume.
Entrevista>
«Un lugar desierto puede convertirse en vergel»
Armando Rodríguez Vallina, urbanista ideólogo y fundador de Covibar
Eran los años 70 y Armando Rodríguez Vallina (Asturias, 1932) pensaba que si algún día le dejaban regresar a España del exilio al que le obligó la represión franquista desarrollaría planes urbanísticos similares a aquellos en los que trabajaba en París.
En la capital francesa se formó en economía y urbanismo, y el fruto de aquellas enseñanzas lo acabó vertiendo en Rivas, visualizando vida en un paraje rodeado de basuras y aguas residuales.
De ese ejercicio de imaginación, charlas y muchos planos y visitas a bancos nació el barrio de Covibar: un proyecto que arrancó con 5.000 viviendas y espacios comunes para las actividades sociales, culturales y deportivas.
Un nuevo modelo de urbanizar se consolidaba así importado desde Francia gracias a las ideas de Rodríguez Vallina en las que contemplaba que las personas no sólo serían propietarias de la viviendas, sino de los espacios comunes al aire libre.
«En 1978 comencé a visitar distintos lugares de Madrid para ver dónde se podría desarrollar el proyecto, pero ninguno era adecuado o el precio del suelo era muy elevado», rememora. Sobre la pista del territorio ripense le puso un hombre tras una charla sobre urbanismo que Rodríguez Vallina impartió en la madrileña plaza de Tirso de Molina.
«Me dijo que había una finca de 130 hectáreas que podía reunir las condiciones que estaba buscando». Así recaló este urbanista precursor en un terreno maloliente y, a priori, nada atractivo para un ojo no entrenado en asuntos de desarrollo urbano. «Efectivamente las aguas residuales bajaban libres desde la linde con Vicálvaro, y había que canalizarlas hasta el río Manzanares, si era posible. Había que traer la luz, el agua y el gas. Pero el firme del suelo se adaptaba a las condiciones necesarias», explica.
«Era desértico, pero merecía la pena la inversión. Un desierto puede convertirse en un vergel», apostilla. El precio del suelo era de 1.500 millones de pesetas pero, después, «se redujo a la mitad». La idea base que sostenía el plan era la numerosa cifra de viviendas. «Con menos de 5.000 no se podía iniciar porque las infraestructuras tendrían un coste muy elevado y se tendrían que vender los pisos a un alto precio que, en un lugar inhóspito, nadie querría comprar», aclara. Pero Rodríguez Vallina estudió el terreno hasta el Casco Antiguo y detectó que, «si lo hacíamos bien», había mucho suelo alrededor que podría constituir «un nicho de desarrollo de la ciudad».
«Se podían dar luego las condiciones para que la ciudad se ampliara por sí sola, ya que vendrían otros inversores, gente interesada o los propios propietarios del suelo para desarrollar más sus fincas». Con el proyecto bien definido tocaba darlo a conocer entre sus futuros habitantes. «Me fui a hablar con los comités de las grandes empresas de Madrid para ver de qué manera podía ofrecerles viviendas en condiciones favorables». Los encuentros cada vez concitaban mayor interés.
«Empezamos dando información de 19.00 a 20.00. Después ampliamos también de 20.00 a 21.00 y, al poco, de 21.00 a 22.00. Un día vimos que el proyecto estaba maduro, y abrimos las inscripciones», detalla. Así nació la Cooperativas Obrera de Viviendas Baratas (Covibar) y, el 19 de abril de 1979, se celebró la asamblea preparatoria.
«Ya había 2.000 inscritos que tenían pagado 6.000 pesetas y, después, 35 letras firmadas y depositadas en el banco. Así todo pudo salir adelante». Como retos de futuro, hoy, Armando Rodríguez considera fundamental solucionar «el tema de la Cañada Real», el asentamiento ilegal de viviendas que linda con algunas zonas del barrio.
Y, con todo, el ideólogo y fundador del primer desarrollo urbano al oeste de la ciudad asegura que esta zona tiene muchos mimbres para que pueda seguir funcionando «de manera solidaria». «Covibar puede durar mucho tiempo», afirma.·