Texto: J.M. Fernández-Layos y P. Campelo
Qué pueden tener en común un pañuelo rosa, una flor de Iris, una muñequita sonriente, un lazo rosa, una nota musical y una raqueta de padel? Solución: que todos estos objetos están enganchados, en forma de broche, al chaleco verde de Maribel, una de las veinte personas voluntarias que tiene la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en su sede de Rivas.
Y todos tienen un significado: el pañuelo representa la quimioterapia; el lazo rosa, la lucha contra el cáncer de mama; la flor de Iris, la esperanza; la muñequita se utilizó para una de sus campañas; la nota, para uno de sus conciertos; y la raqueta, para un torneo benéfico.
Maribel Martínez conoció la asociación cuando le diagnosticaron cáncer de mama. Estuvo en tratamiento piscólogico hasta hace un año y, cuando se encontró un poco más fuerte, decidió colaborar. «Me ayudaron mucho porque entienden todo lo que dices. Al principio piensas que todos los días te van a estar recordando lo mal que lo has pasado y, luego, para nada. Más que llorar, nos reímos mucho».
Cada una tuvo su razón para entrar en la AECC. Mari Carmen Martínez es la hermana de Maribel y vino por primera vez para acompañarla, y ahí sigue. Marisol Núñez se paró por curiosidad ¿ junto a su marido, que padece leucemia¿ en un evento contra el cáncer de colón, porque quería saber más sobre la asociación, y se quedó tan enganchada que ya lleva siete años.
A Rosi García le diagnosticaron cáncer de colón y ahora cree que tenía que haber venido antes, porque lo pasó muy mal y desde que viene no llora tanto. Cristina Mingoranz vino a acompañar a una amiga y dice que le ha ayudado a entender muchas cosas: «Yo convivo con el cáncer desde niña, por familia. Y en mi vida, el cáncer ha sido señal de muerte, pero aquí me han enseñado que no es verdad y eso me ha hecho cambiar, ahora soy más positiva».
Sin ellas, la AECC de Rivas no tendría razón de ser, pero tampoco sin Nieves Estévez, Soledad Gómez y Teresa Menchón, la presidenta, secretaria y vicesecretaria de la asociación. Nieves ya era voluntaria en la AECC en Madrid, y cuando necesitaron una junta local en Rivas, se lo propusieron a ella y no dudó ni un instante. Llamó a Teresa, a quien conocía de otra ONG, las dos se pusieron en contacto con el ayuntamiento, que les cedió un despacho en la Casa de Asociaciones, y así empezó este proyecto, que fue creciendo, poco a poco, con nuevas voluntarias como Soledad, que entró varios meses después, acompañando a su hermana enferma.
La Asociación Española contra el Cáncer se fundó en 1953 de la mano del empresario catalán José Biosca. Nieves cuenta su historia: «Biosca iba con su coche por la carretera y recogió a una mujer que hacía autostop; entonces, ella le contó que su hijo estaba enfermo de cáncer. Fue ahí donde nació realmente la asociación, porque cuando él llegó a su destino, que era una capea en el campo, decidió tirar su capa al suelo y recoger fondos para que ninguna persona enferma de cáncer estuviese desamparada».
Los pilares básicos de la asociación son acompañar e informar a los pacientes, pero también realizan cenas benéficas, campañas de prevención, como la del cáncer de colón, cuyo símbolo es «el emoticono de la mierdecilla con ojos del whatsapp», como dicen ellas, o la del cáncer de piel, en las piscinas de Rivas.
Soledad nos cuenta que hay muchos tipos de voluntariado: «El que solemos hacer nosotras más es el de prevención y recaudación de fondos para investigación y lo que considere la asociación, pero también está el voluntariado de hospital, que colaboran con el enfermo más cara a cara; el de paliativos, que ayuda a poner la medicación en la fase final; el de administración, que ayuda con el papeleo; el testimonial, que son personas enfermas que van a contar su caso a otros enfermos; y el de domicilio, que van a la casa de enfermos que no tengan familiares que les puedan atender».
Todos los martes y jueves, de 19.00 a 21.00, tienen el despacho abierto en la Casa de Asociaciones de Rivas, pero es el martes cuando se reúnen las voluntarias. Suelen empezar con una charla distendida de lo que tengan entre manos, preparan las campañas y eventos, y cuando hay personas que necesitan su ayuda, conciertan una entrevista para resolver sus dudas, saber qué necesidades tienen y derivar, bien a ayuda psicológica, bien a asistencia social.
«Lo más importante es la ayuda emocional, que no se sientan solos, que desde el primer momento que tienen la enfermedad hasta el final sepan que estamos con ellos», explica Nieves.
FUTURO CON OPTIMISMO
«Tenemos un programa que se llama Primer Impacto, para ayudar precisamente con ese primer impacto que lógicamente existe cuando hay un diagnóstico, y también tenemos muchísimos servicios gratuitos que la gente desconoce. Por ejemplo, si nos llaman porque necesitan una silla de ruedas, intentamos ayudar para conseguirla.
«En los meses que vienen, estas voluntarias volverán a ponerse sus chalecos verdes para organizar un concierto benéfico en el auditorio Pilar Bardem el 7 de mayo, o para intentar cumplir su reto de llegar a los 2.000 corredores en la carrera solidaria de octubre, en la que el año pasado ya lograron congregar a más de 1.300 personas.
¿De dónde sacan la fuerza? Maribel desvela el secreto: «Aquí hay una cosa que funciona mucho, que son los besos y los abrazos, y eso te hace sentir muy bien.» Y Marisol añade: «Yo digo que el día que venga y no me ría, ya no vuelvo».Y antes de terminar la conversación, quieren dejar varios mensajes: «Que hay que invertir más en investigación», señala Teresa. «Y que hay que tener esperanza» comienza Maribel, «y que sí se puede», terminan las demás, todas con su chaleco verde, color que, efectivamente, representa la esperanza.