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Ana Wagener y Magüi Mira, en ‘La anarquista’

Entrevista a Ana Wagener, actriz que mantiene un mano a mano "portentoso" con Magüi Mira en 'La anarquista' (auditorio Pilar Bardem, sábado 31, 20.00).

Ana Wagener y Magüi Mira, en 'La anarquista'

‘LA ANARQUISTA’. Sábado 31 de mayo / 20.00 / Auditorio Pilar Bardem / Entradas: 12 euros en taquilla (jueves y viernes, de 19.00 a 21.00); 12 euros+gastos de emisión en Telentrada y 902 10 12 12.

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– Entrevista: Nacho Abad Andújar (publicada en ‘Rivas Cultural’ de mayo de 2014).

Estrenada en diciembre de 2012 y con varios meses de permanencia en el Teatro Español de Madrid, ‘La anarquista’ de David Mamet que ha adaptado y dirigido José Pascual ha alcanzado el año y medio de vida gracias, entre otras cosas, al «trabajo portentoso», según la crítica, de sus dos actrices, Magüi Mira (Valencia, 1945) y Ana Wagener (Las Palmas de Gran Canaria, 1962). La obra, que forma parte de la temporada de abono del auditorio Pilar Bardem, recala en Rivas el sábado 31 de mayo (20.00, 12 euros, ver descuentos, entradas por Internet, aquí).

«La obra es un interrogatorio que se desarrolla como un plano secuencia teatral: una hora y cuarto en la que no hay cambio de escenografía, luces o música, nada que pueda suponer, en ese sentido, un entretenimiento para el espectador. En la escena, dos personas, una mesa y dos sillas. Es el interrogatorio de una funcionaria de prisiones a una terrorista para la revisión de su condena de 35 años», resume Wagener. Ambas se conocen desde hace muchos años. Pero, ahora, hay algo que hace este encuentro especial: es el último. «Ann (Ana Wagener) se va de su puesto de trabajo y Katy (Magüi Mira) piensa que va a salir de la cárcel. Es una especie de despedida. Y la funcionaria debe valorar para un comité si la presa está preparada o no para salir de la cárcel», explica la actriz.

Buena parte del éxito reside en el trabajo de las actrices y del director, José Pascual: «Magüi Mira y Ana Wagener me parecieron portentosas», ha escrito el crítico de ‘El País’ Marcos Ordóñez.

El secreto está en la forma en que hemos abordado el texto. Todo parte de la emoción. Magüi y yo hemos cogido la pala excavadora para desenterrar lo que hay por debajo del texto de Mamet. Las obras de Mamet se caracterizan por ser muy crípticas, de cocción lenta. En la versión que hemos hecho no nos quedamos sólo en el debate de ideas que plantea la obra. Por debajo de esas dos personas, hay un río emocional. Y nosotras hemos puesto mucho ímpetu e interés en eso, que es con lo que, yo creo, la gente se siente identificada y atrapada. Mucha gente viene al teatro sin saber quién es David Mamet. Algunos críticos nos han avalado, como Marcos Ordóñez, y se ha corrido la voz de que es una representación con la que la gente se queda pillada. Se trata, además, de una función radicalmente actual en su planteamiento: habla de asuntos muy vigentes como la corrupción, el poder, la justicia o la lealtad.

Año y medio representándola.

Estamos muy contentas, es todo un éxito. Vamos a plazas del norte, sur, este y oeste del país, y aunque los públicos son diferentes, hay un denominador común: gusta muchísimo. El último teatro, por ejemplo, ha sido el Lope de Vega de Sevilla, y la gente salía arrebatada de la función. Yo me sigo emocionando todos los días, porque como actriz, como ciudadana, veo que el público quiere seguir yendo al teatro, sentarse en una butaca y pensar, reflexionar y plantearse cosas. Esta función te remueve la conciencia.

La obra se concibe como un plano secuencia teatral. Empieza y acaba en el mismo lugar. ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene este formato?

Como actriz, siempre que haces cine, dices eso de me encantaría no tener que partir esta o aquella secuencia por hacer un primer plano. Esa interrupción le exige al actor estar siempre muy concentrado para no perder el hilo emocional. Y cuando llega el momento del plano secuencia se produce algo maravilloso. Al subirse el telón te dices: aquí y ahora, tengo que asumir lo que me pase, meterlo dentro de la piel del personaje y seguir para adelante suceda lo que sucesa porque sabes que no puedes salir de la escena. Además, con esta obra estamos desnundando los teatros, quitamos las telas [en escenografía]. Lo hacemos a teatro desnudo. En este caso, no veo inconveniente ninguno al plano secuencia. Aquí lo bueno es que vamos calentando motores nosotras y el público, que nos acompaña en el viaje.

«Una de las cosas más bonitas que tengo en esta profesión es que nunca me ha costado estar. Y mira que el teatro exige disciplina»

Magüi Mira ha dicho de Wagener: «Quiero que Ana se quede en mi paisaje, es una actriz llena de talento, de intuición, de técnica».

Magüi ha sido todo un descubrimiento. No la conocía. Hemos tenido un viaje muy profundo. Hemos bajado y subido. Hoy por hoy, puedo decir que la quiero muchísimo. Me parece una actriz con un talento enorme. Hay algo en ella ejemplar. No es trabajadora, sino lo siguiente. Y tiene la humildad de querer seguir aprendiendo cada día como si empezara de nuevo. Me quito el sombrero. Yo no podría hacer la función sin ella. Me provoca todo tipo de sentimientos. Hay momentos [durante la representación] que me la quiero comer a besos y otros que la quiero matar, y eso es algo obligatorio en una función de verdad. Es una maestra. Y como directora [‘Madame Bovary’ (2012) o ‘Kathie y el hipopótamo’ (2013)], tiene mucha sensibilidad y ama lo que hace, y eso se nota.

En la obra hace de funcionaria de prisiones. Como actriz, ¿se ha sentido alguna vez una ‘funcionaria’ del teatro?

Jamás. El día que me pase, me preocuparé. Una de las cosas más bonitas que tengo en esta profesión es que nunca me ha costado estar. Y mira que el teatro exige una disciplina tremenda. Eres como un soldado durante toda la semana, tienes que estar afinada. No puedes permitirte lujos, trabajas en vivo y en directo y ante el espectador que ha pagado. Y ese trabajo hay que hacerlo con las máximas posibilidades de cada uno. Pero jamás he sentido desgana. Me apasiona. He dejado muchas cosas por el camino para estar aquí. No me siento funcionaria. Cada día tiene algo nuevo. Y hay públicos y públicos. Y el público hace la función muchas veces. Y hay públicos maravillosos, tan atentos a cada detalle, a cada reacción. Y a ese público yo le aplaudo cada día.

En su caso, ¿teatro para qué?

Para enriquecer el alma, para conocer y abrir ventanas, para que la cultura siga llegando a nuestras vidas, para educar. Porque tenemos unos autores en el panorama mundial y nacional maravillosos. Y ponerlos en boca de intérpretes para darles vida es algo esencial para que la ciudadanía pueda pensar y tener ideas propias. El teatro no es un lujo, es un derecho ciudadano esencial.

«¿Si quieres ver teatro debes pagar el 21% de IVA? No me parece bien. Tienes derecho a ver teatro como ciudadano. No es un lujo»

A pesar de esa cuchillada de IVA al 21%.

Por eso lo digo. ¿Si quieres ver teatro debes pagar el 21% de IVA? No me parece bien. Tienes derecho a ver teatro como ciudadano. No es un lujo. Es necesario.

¿Qué da el teatro al intérprete que no encuentre en cine o televisión?

Hay una especie de corriente directa y única con la gente que viene ese día al teatro. El teatro tiene algo de ritual. Si vas el 31 de mayo a disfrutar de ‘La anarquista’ a Rivas sólo será ese día cuando veas esa ‘anarquista’. Y nosotras, las actrices, podremos decir eso de ¿te acuerdas lo que pasó en Rivas? Y eso no va a volver a suceder nunca más. Esa corriente directa sólo te la da el teatro. Yo, en el cine, cuando ruedo, al equipo de trabajo que tengo enfrente –cámaras y demás- los considero como si fuera público. Porque el público me retroalimenta, te hace la función. Y eso sólo lo tiene el teatro. Cuando te preguntan si sientes al público, la respuesta es sí. Sientas la respiración del espectador, la escuchas.

Ganó el Goya de reparto por su interpretación en ‘La voz dormida’. Le dedicó el premio a la gente que «sigue luchando por desenterrar memorias olvidadas y voces dormidas».

Dije eso, entre otras cosas, porque, en ese momento, a Garzón [el juez] le habían hecho lo que le habían hecho. Aunque no dije su nombre en directo, quería que también le llegara a él. En este país, a la gente que quiere sacar la verdad rápidamente se la entierra. Mientras siga el sistema así, nunca en la vida podremos ser ciudadanos dignos. Había en esa película de Benito Zambrano algo que se vuelve a repetir ahora. Aún hay gente que quiere saber dónde están sus desaparecidos y quiere poder enterrarlos dignamente. Y la gente que lucha para que eso sea posible, es expulsada del sistema.

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