Recién llegada de la Berlinale, y a punto de emprender viaje hacia Tenerife para localizar los escenarios de su próxima película, la cineasta navarra Helena Taberna (Alsasua) habla con ‘Rivas al Día’ sobre cine, memoria y derechos de la mujer.
Vive entregada al arte de la cinematografía como guionista y directora desde 1994, y mantiene la tendencia de remover la conciencia del espectador a través de los debates sociales que recoge en sus películas. Su trabajo se interioriza, no deja indiferente y permite a quien lo ve formar parte activa del mensaje. Como «cine poético» ha calificado la crítica su obra. Su filmografía reúne decenas de premios, y cuenta también con el respaldo del público. Su película ‘La Buena Nueva’, sobre la implicación de la Iglesia en la Guerra Civil y la represión franquista, fue la más vista del año en su estrenó en Televisión Española.
A Rivas llega en abril para ser parte del jurado del festival Creat Rivas, una labor que desempeñará fijándose en la «calidad» de las historias que concurran y en la «coherencia del discurso», avanza.
Uno de sus últimos trabajos ha sido el documental colectivo sobre el Tren de la Libertad [la protesta masiva que tuvo lugar el pasado 1 de febrero contra la reforma de ley del aborto que pretende el Gobierno del PP] con otras profesionales del cine.
Me interesó la idea de comunicar que no sólo estamos en contra de esta barbaridad sino que además podríamos mostrar la fuerza de las mujeres con este documento visual inapelable. Cuando es tan tremendo lo que el Gobierno está planteando [la eliminación del derecho de a la interrupción voluntaria del embarazo] ha surgido un movimiento popular de repente en el que se han unido personas de todo tipo. La aportación de nosotras, las cineastas, contribuye a que esto se pueda alargar en el tiempo y permita profundizar en el debate. Nuestra función como cineastas es servir de ejercicio de memoria, mostrando lo que existe. Eso es incuestionable. Y con el documental mostramos el descontento de esas mujeres del Tren de la Libertad y su grito unánime en el que entran mujeres de diferentes profesiones y sensibilidades.
¿Cree que fraguará esta propuesta de reforma de ley del aborto?
No creo, es imposible ese escenario, y ya se ha dado una primera demostración de fuerza. Para algunas que hemos vivido el fin del franquismo, un retroceso de este calibre sería impensable. Ni me lo planteo. Si esto saliera adelante, ¿qué sería lo siguiente? No sé cómo no nos da vergüenza tener que volver a hablar de esto. Creo que es una metedura de pata de las gordas que tendrá sus consecuencias. Alguien pagará un precio político por esta barbaridad.
¿Es consciente la ciudadanía de su capacidad para cambiar el rumbo de las decisiones políticas?
Hay bastante escepticismo y resignación, algo que no es casual en un discurso en el que el miedo está continuamente ejercitándose. Por eso hay sectores que no creen que las cosas se puedan cambiar, pero cada vez menos, y se han dado casos históricos últimamente que han demostrado a las claras que sí se puede y eso queda en la memoria y transforma ese miedo en la posibilidad de luchar para poseer otras cosas.
Y el cine también puede ser una herramienta para luchar contra estereotipos.
Sí, pero desde las disciplinas artísticas el relato no debe venir marcado por una necesidad ideológica. La mayoría de mis compañeras funcionamos según como somos. Antes de ser cineasta tienes que ser persona, con tus inquietudes, tu sensibilidad. Cuando haces una película, eliges la historia y los personajes acordes con tu manera de ver el mundo. Por eso luego tienen fuerza ciertas películas cuando se habla de que el cine es político. He trabajado con películas que tocan temas sensibles a la sociedad porque me gusta aportar mi punto de vista y mostrar los hechos para que los espectadores puedan ir teniendo una conciencia crítica. Así, al no manipular la consecuencia que tienes al ver una película como espectador eso te permite formar parte activa en el discurso que estás viendo, e incorporarlo a tu vida.
«El rigor es fundamental. También es importante la originalidad. Sólo hay dos categorías: buen cine y mal cine»
Parece que esa sensibilidad emana más de las mujeres cineastas.
Conozco más el universo femenino, así que a lo hora de plantear protagonistas me salen más mujeres. En el cine masculino, la mujer tiene un espacio que ni siquiera se corresponde con la realidad. Este tipo de películas sigue alimentándose de estereotipos. Hay un estudio sobre el cine español en el que te llevas una sorpresa al ver cómo en la mayoría de películas dirigidas por hombres, las mujeres no tienen profesión o la amistad entre ellas está en función del hombre. Son cosas que parecen una nimiedad pero refuerzan los estereotipos. Y luego nos encontramos a las adolescentes con comportamientos que les acercan a ese estado de posesión y a la violencia. Esto es un tema que trabajé en ‘Nagore’ [2010].
¿Se trata de inercias consecuencia del patriarcado que se siguen adoptando sin darse cuenta?
Creo que la mayor parte es sin mala intención pero, claro, son inercias muy confortables, y que por eso también no se transforman. El hecho de estar en el espacio del poder, aunque eso conlleve inconvenientes, sigue resultando más atractivo. Pero ahora también hay muchos compañeros de viaje, y yo me encuentro con hombres alrededor con la misma sensibilidad y que quieren un mundo más justo y luminoso donde las mujeres y los hombres aportemos nuestras vivencias.
Llega a Rivas para ser jurado del Creat Rivas. ¿En qué se va a fijar para evaluar las cintas?
Lo primero, y es algo que me sirve también en mis películas, me parece fundamental la calidad y que el discurso ideológico tenga una envoltura sólida, cinematográficamente hablando. Un discurso ideológicamente perfecto desde mi manera de entender el mundo pero que esté mal rodado, con un guión mal escrito y mal interpretado, no sólo no me sirve sino que es contraproducente. El rigor es fundamental. También es importante la originalidad. Sólo hay dos categorías: buen cine y mal cine. Si consigues hacer una buena película, el discurso tiene más resistencia en el espacio y el tiempo y provoca mucho más un debate abierto que obliga a pensar.
¿La calidad está reñida con la existencia de recursos económicos?
Unos mínimos, sí, ya que una película cuesta dinero, y no existe hasta que no se rueda y se monta. Un guión de cine, si no se rueda no existe, no es nada. El cine como disciplina tiene ese inconveniente y ese plus. El inconveniente es que es más caro, y el plus, que es mucho más convincente. Un discurso que llega desde el cine tiene una capacidad de penetración muchísimo más grande y una capacidad para movilizar desde la emoción más fuerte que otras disciplinas artísticas.
¿Qué tipo de cine le gusta ver?
El buen cine. Y soy eclética, me pueden gustar directores y directoras muy diferentes pero, en general, coincide que son películas buenas, hondas, que no sean epidérmicas. Cuando voy al cine me gusta meterme a fondo, mancharme. Es algo que cuesta mucho dinero hacer así que no tiene perdón que sea una banalidad o una película innecesaria. Yo tengo que tener la necesidad
¿Cómo ha sido su evolución como cineasta?
Eso lo suelen decir los demás cuando te analizan, y, por ejemplo, una de la cosas que he visto es que han hablado de cine poético. Y otra de las cosas que he descubierto con el guión que estoy ahora es que yo pensaba que era muy distinto de las películas anteriores y, sin embargo, veo que no es así. En mi cine hay una cosa bien clara: la libertad individual y el compromiso colectivo.
La memoria es otro elemento que se repite en sus películas.
Sin duda. La temporalidad del relato es un anhelo. Si haces una película y consigues que no envejezca es buena cosa. Se puede reflexionar mucho sobre el pasado contado con paradigmas del presente, cómo era ese tiempo, qué cosas pasaron y ver que no era muy distinto. Porque las pasiones humanas cambian poquísimo y las relaciones son universales y muy eternas.
«La temporalidad del relato es un anhelo. Se puede reflexionar mucho del pasado contado con paradigmas del presente»
Aún así, hay este país resistencias a la hora de hablar de memoria.
Hacer cine y estrenar en España es difícil en general, y más si eres una productora independiente. Además, que yo entro en la sociedad con debates muy vivos. Tardé mucho en hacer ‘La Buena Nueva’, esa película la quería haber hecho antes que ‘Yoyes’ (2000). Y encima la estreno en mitad del caso Garzón [el juez fue suspendido temporalmente en 2010 tras la acusación de prevaricar por abrir una causa penal contra el franquismo], en el ojo de la polémica. Así que por un lado tuve a los ultras que se negaron a verla pero por otra parte mucha gente que sí la vio. Tuve que aprenderme una respuesta ante la pregunta tópica de ‘otra película sobre la Guerra Civil’, que leí en un texto de Juan Gelman: ‘desaparecieron los dictadores y aparecieron los organizadores del olvido’.
Películas que retraten el drama de los desaparecidos no hay tantas.
Completamente, y sobre la implicación y la responsabilidad de la Iglesia en la Guerra Civil, ninguna. Ésta [‘La Buena Nueva’], esta es la primera que habla de la santa Cruzada como elemento que determina. Pero hay muy pocas. Después, tuvo su recorrido. Las películas nos transcienden y siguen teniendo vida después del estreno. También se vio en otros países, aunque me costó. Y abrí una línea editorial con una guía didáctica que se repartió con la película, igual que hice con ‘Extranjeras’ (2003), sobre inmigración, y con ‘Nagore’ (2010) sobre violencia de género. Países como Francia, que tienen tan incorporado el cine a su educación, hace ciudadanos cultos. La cultura goce de una situación magnífica.
Y estas guías profundizan el debate.
Y lo personalizan porque proponen que se hagan entrevistas, con el móvil por ejemplo, y tienen análisis fílmico. De este modo educan en el lenguaje audiovisual, algo muy escaso aquí y que es muy importante porque conocer el lenguaje te permite analizarlo mejor y ser creador de tus propias imágenes. Ahora con el móvil cada uno cuenta sus propias historias, pero eso aún no está explotado. Hay algunos profesores románticos que sí lo hacen, pero otros muchos no.
Ahora que están desapareciendo tantas salas de cine, las casas de la cultura son otra vía que no está explotada suficiente para proyectar películas y volver al concepto cine fórum, algo que aún atrae porque cuando una película te ha gustado te apetece hablar de ella, ¿o no? Y eso crea una comunicación entra las personas. Todavía nos da mucha vida el cine, y aunque algunos se lo quieran cargar no lo van a conseguir.