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Llum Quiñonero, autora de ‘Mujeres del 36’

Licenciada en Historia, periodista y escritora, Quiñonero visitó Rivas para charlar con el público tras la proyección de su documental.

Llum Quiñonero, autora de 'Mujeres del 36'

NOTA: Esta entrevista se realizó antes de que Llum Quiñonero participara el pasado 14 de marzo en el progranma de Marzo Mujer 2014 de Rivas.

Entrevista: Patricia Campelo.

Un grupo de mujeres nacidas en las dos primeras décadas del siglo pasado, que vivieron los últimos años de la dictadura de Primo de Rivera, la proclamación de la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo, relataron sus vivencias en un documental grabado a finales de los 90, ‘Mujeres del 36’.

La idea original de su directora, Llum Quiñonero, era realizar una ficción, pero a medida que las entrevistaba se percató de que esos testimonios eran las piezas que faltaban en el rompecabezas de la historia. Entonces decidió recoger sus relatos sin adornos, ni épica: sólo ellas mismas y sus historias silenciadas durante décadas.

Quiñonero llega a Rivas el viernes 14 para proyectar el documental y abrir después un coloquio.

¿Qué le lleva a recorrer diferentes ciudades recogiendo testimonios orales de mujeres republicanas y plasmarlos en un documental?

 El documental fue el resultado de una búsqueda para elaborar una investigación y hacer una película de ficción situada en el final de la guerra en Alicante, donde se reunieron miles de personas esperando salir de la España fascista en barco. El problema fue que, siendo yo periodista, y habiendo estudiado Historia, supe toda esa información muchos años después, y pensé que estábamos en una situación en la que nos faltaba mucho por saber, y que esa información era fundamental para situar el conflicto de la libertad y la derrota.

¿Cómo fue realizar un documental en los 90, antes de los grandes debates que se han abierto en la sociedad sobre la memoria reciente del país?

En el 93 o 94 empecé a buscar testimonios de supervivientes y cuando los encontré me di cuenta de que lo que necesitábamos era escucharles, no crear una ficción sino acercarnos a la historia real y escucharnos los unos a los otros, que es lo que deben hacer las generaciones entre sí, tender puentes.

«Me dí cuenta que necesitábamos acercarnos a la historia real y escucharnos los unos a los otros, que es lo que deben hacer las generaciones entre sí»

 Fue una pionera en este tipo de documentales.

Hice primero un trabajo para el Ayuntamiento de Barcelona con un grupo de mujeres de allí [el fondo oral ‘Donnes del 36’]. Hicimos una muestra que fue por pueblos, barrios y centros de cultura. Después conseguí que Televisión Española apoyara el documental. Lo más importante era dar información que a la gente le valiera para ir tirando de los hilos, y después pensaba, en capítulos posteriores, hablar de la represión, el exilio, la represión en las cárceles. Entrar a lo negro del franquismo y hacerlo desde la mirada de la derrota. Pero esa parte no se pudo hacer.

¿Cómo logra, en 1999, que TVE acepte emitir ‘Mujeres del 36’?

Gracias a la persona al frente de La Noche Temática en aquel momento, Mercedes Ortiz, que se comprometió, le entusiasmó la idea.

  Y a partir de ahí, el documental tuvo su recorrido.

Si, además está en internet. En estos años yo habré acudido a unas 300 representaciones, pero se han hecho muchos más visionado, y ha pasado por televisión muchas veces, aunque en horas disparatadas. Después logré, años más tarde, que una editorial publicara el libro ‘Nosotras que perdimos la paz’, y junto con la televisión se acordó una edición conjunta.

¿Ellas hablaron sin reticencias en el documental?

Quise reunir a un espectro amplio de mujeres. Para ello viajé bastante, conocí mujeres por Asturias, Catalunya. Pero para algunas mujeres ya era un problema ponerse delante de una cámara y recordar. Pero por falta de memoria. Fue el caso de Antònia Adrohel, una dirigente del POUM muy importante, concejala en el Ayuntamiento de Girona y maestra, que delante de la cámara no podía decir ni el año de su nacimiento. Fue algo dramático para todos porque habíamos llegado tarde. Hay algunas que siguen vivas, como Conchita Pérez y Conchita Liaño, que rondan los 100 años. Son de una calidad física y moral impresionante. Las demás eran mayores entonces y ya murieron. Enriqueta Gallinat murió con 101 años y Rosa Cremont con 90 y tantos. Estaban contentas de poder hablar.

¿Compartir sus historias pudo tener en ellas un efecto terapéutico?

Fue algo bueno, aunque siempre falta el refrendo oficial, pero suponía un paso fundamental que hubiera gente dispuesta a escucharte y a valorar como verdad tu relato. Encontrar reconocimiento, apoyo y cariño fue fundamental para ellas.

«Para algunas mujeres ya era un problema ponerse delante de una cámara y recordar. Habíamos llegado tarde»

¿Qué le lleva a poner el foco en el relato de las mujeres?

Porque son las grandes ausentes en el relato de la historia, por lo tanto la historia está falseada. Construirla a través de las mujeres da una perspectiva que ilumina desde la vida cotidiana a la vida pública. Lo que cambian las mujeres desde su propia vida transforma el total de la vida pública y cotidiana.

 ¿Que hubiera cambiado de hacer ahora el documental?

Dentro de las limitaciones que tenía, hice el documental que quería ver, con lo que yo hubiera querido que me contaran y con las pistas para entender y para hacerse preguntas después. No se trataba solo de plantear e idealizar el pasado, la República y la lucha, sino plantear la diversidad y los conflictos en todos los terrenos. En ese sentido, volvería a hacerlo así. Para mí fue fundamental que ellas me ayudaran a componer piezas del rompecabezas de nuestra historia, que siempre la vemos de una manera muy parcial.

A día de hoy, y a tenor de los acontecimientos de la última década, ¿se puede ser optimista en cuanto al avance hacia la reparación de las víctimas del franquismo?

 No sé si se puede valorar como optimismo algo que es ponernos frente a la memoria del franquismo. No, optimismo no es la palabra. Otra cosa es que nunca se haya dejado de intentar que se haga un lugar el reconocimiento y la condena oficial del franquismo. Creo que hay algo de esperanza y una fuerza viva en las generaciones posteriores, hijos, hijas, nietas, nietos. Hay esperanza en la gente que sigue peleando. Además, el horror es tan grande que aparece por lugares insospechados como el tema de los niños robados, que de pronto rebota como si saliera de una mazmorra.

 Hablamos de derechos humanos, algo que transciendo lo personal.

Sí, pero vivimos en una sociedad tan fragmentada… Está el franquismo que pervive, que transitó. La Transición fue la transición del franquismo en sí mismo. Asuntos como el de los niños robados son incomprensibles desde cualquier punto de vista jurídico social y de derechos humanos.

«Hay que mantener la movilización, siempre quedan demasiadas cosas por hacer»

¿Cuando se acabarán los miedos a mirar al pasado e incorporarlo al presente con normalidad?

No le interesa al estado y no sé cuándo va a ocurrir. En esa pelea ahora se ha echado un cable en el exterior, y la justicia argentina puede estar avalando la condena al franquismo. Pero aun hay demasiados intereses en marcha. Vamos a seguir peleando, a lo mejor obtenemos alguna victoria, algún avance, pero no lo veo todavía.

¿La solución pasará por la renovación generacional que incorpore la memoria a la vida política del futuro?

El problema es que a la vez que se incorpora gente con esta actitud, con esta necesidad de conocer, se incorporan miles y miles de personas a las que se ha conseguido vaciar por completo de conocimiento, de interés y de formación. Porque eso es un objetivo: degradar la formación de manera que las inquietudes de la gente residan en agradecer la caridad, en convertirse en un estado de beneficencia. Tenemos que evitar esa caridad, la privatización las ayudas y que quienes te han mandado a la calle y te han dejado sin nada sean los que vengan a darte de comer y tengas que agradecerlas un plato caliente. Esto es lo que tenemos en frente. Hay que conseguir desenmarañarlo y para ello hay que mantener la movilización, siempre quedan demasiadas cosas por hacer, pero parece que siempre hay gente dispuesta.

Trabajar para desenmarañar, para desatar lo que parece aún bien atado.

El franquismo fue un sistema jerárquico muy bien entrelazado y lleno de connivencias. A todos los niveles había gente implicada en la corrupción, en los crímenes avalados por sus propias leyes o amparados desde la Iglesia católica que toleró que el dictador fuera bajo palio. Ese es el lugar en la religión católica donde va el Cristo consagrado. Toleraron eso, y que Franco eligiera a los obispos, a cambio de muchas prebendas, como mantener su estado de privilegio en la enseñanza. Y en la monarquía, el padre del rey, y luego el rey, siguieron el juego a Franco porque dependían de él.

«La política sobre la que giran las posiciones del neoliberalismo es la de anular los derechos individuales»

Sobrevive el relato de la impunidad.

La impunidad es el colchón, lo fue durante la dictadura y con la ley de amnistía de borrón y cuenta nueva. Se trató de un maquillaje político para renovar, para facilitar la entrada en las grandes corporaciones, acuerdos, la vinculación a la OTAN. Es una decisión económica, estamos entretenidos con ideas políticas pero lo que hay detrás es el ultra liberalismo, la política de adelgazar el estado y quitar los derechos, privatizarlo todo.

Catalunya aprobó por primera vez el aborto en España en 1936. Más de 80 años después seguimos a vueltas con este derecho a interrumpir voluntariamente el embarazo.

Hay una regresión, una fuerza hacia atrás que en este país se repite desde los liberales y absolutistas. Llevamos tres siglos con esta pelea. Y muchos siglos para desembarazarnos del poder de la iglesia católica, de los terratenientes. Ahora es el neoliberalismo, el neocapitalismo que, en este momento, está anidado a la iglesia católica y al Opus, y la política sobre la que giran sus posiciones se basa en anular los derechos individuales. [Alberto Ruiz]Gallardón habla del invierno democrático. Para ellos, la natalidad y la maternidad son una decisión gubernamental, como lo era para el fascismo, y no una decisión de las mujeres. Quieren españolitos criados por familias católicas, que era lo que hicieron ellos antes, llevarse a los niños de las familias que consideraban que eran peligrosas políticamente o descarriadas moralmente a centros de maternidad, de tutelaje para menores o a familias que ellos consideraban católicas. Es una tragedia para esta sociedad estar en manos de gente que ha actuado así.

Gallardón, ministro de Justicia, ¿cumple convicciones personales y trata de ganar la batalla que perdió su padre contra el aborto?

Veremos qué pasa. Su padre se hizo abanderado del nasciturus y perdió en una batalla constitucional. Participé en un debate en televisión en 1984 con la comisión de Madrid pro derecho al aborto, y estaba él [José María Ruiz Gallardón]. Utilizan los mismos argumentos: plantear que el nasciturus está por delante del derecho a la vida de la madre. Es un punto de vista religioso, y está bien que lo tenga quien lo quiera tener, pero vivimos en una sociedad civil y supuestamente laica, y es intolerable que nos impongan un criterio ético-religioso.

Documental ‘Mujeres del 36’ [1’24»]

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