La plaza de Rosendo Mercado rezuma notas sonoras cada tarde. Melodías que salen de los instrumentos de la gente que utiliza los locales de ensayo de la Casa de la Música, ubicada en ese pedacito del oeste de la ciudad fronterizo con la carretera de Valencia. Esta dependencia municipal funciona gobernada por tres asociaciones: +Volumen, Clave de Sol y Rivas Ruido. Esta última protagoniza este reportaje que se sirve de una efeméride como percha de actualidad: Rivas Ruido acaba de cumplir 25 años agitando la escena musical local.
Como todas las bodas de plata, aquí también se ha dado una gran celebración, recordatorio de un amor firme hacia esa música que se crea en comunidad. El pasado 20 de septiembre, un festival de nueve horas de conciertos en directo reunió a un puñado de grupos sobre el escenario, algunos de larga trayectoria como Blooming black, Souleck, Al Azif, Buzzing Around, Lost in Montreal, In Vain, Ricos y Famosos, Wolves & Weapons o Fisherman´s Horizon.
También hubo espacio para el tejido comercial, con una treintena de puestos de distintas tiendas ripenses. La música como pretexto para hacer barrio. “Un networking con la excusa de la música” y, sobre todo, “que sientan que esto es de todos”, explica Paula (34 años), vocalista de Souleck y community manager de Rivas Ruido.
Este grupo, nacido en 2006 y completado por Samuel (33 años) y Pablo (35), recogió el fruto de sus ensayos años después en su único disco publicado, con temas propios, y presentado en el Madrid Arena. En la cúspide de su éxito se separaron. Y ahora han vuelto para el aniversario de la entidad que les allanó el camino para desarrollar su pasión. Además, para que otras bandas puedan aprovechar las ventajas de estos locales de ensayo que lleva Rivas Ruido, antes del evento por el 25 aniversario estuvieron promocionándolos por las escuelas locales de música. “Para que más gente ensaye y pueda llegar a probarse ante un público”, anima Souleck.
Para esa segunda parte, la de actuar en público, este grupo demanda más cultura de música en directo en otros espacios, como la restauración local, que requiere de licencias específicas para estos directos. “No hay tantos sitios”, reconocen, una idea en la que abunda José Luis García Guisado (43 años), actual presidente de Rivas Ruido. Él se estrenó con su grupo, los Wolves and Weapons, en la sala ripense Lady Soul, hoy cerrada. Y en Madrid tampoco es más fácil. “Cuesta entrar, sobre todo desde la pandemia. Además, si quieres desarrollar tu arte, dar a conocer tus canciones, es más complicado. Si no haces tributos [versiones de bandas populares] o no tienes muchos seguidores en redes no te cogen”, cuenta.
Grupos de otros estilos, como Maldito Blues, habituales de las fiestas de los barrios, confirman esta tendencia de escasez de espacios para los directos. “En Rivas tenemos Micro Abierto pero falta una actividad musical permanente que se podría mantener, gracias al clima, al aire libre, casi de mayo a octubre”.
Con todo, la melodía se abre hueco y el esfuerzo de los ensayos a veces encuentra la recompensa del público, como en el caso de los Wolves and Weapons que, este año, colgaron el cartel de ‘todo vendido’ en la sala Cadavra, en Madrid.
CUARTO DE SIGLO MUSICAL
En el año 2000, cuando nace Rivas Ruido, la ciudad contaba con 29.000 habitantes (hoy, con 105.000). La radiofórmula emitía en bucle a Estopa, Amaral o Héroes del Silencio. En la escena rock y fusión sonaba Ska-P, y el ‘indi’ se consolidaba con grupos como Los planetas, acelerando su viaje hacia el ‘mainstream’. En la era previa a las redes sociales, los locales de ensayo constituían el músculo necesario para trabajar y conectar el talento. En ese contexto llega Rivas Ruido con el objetivo de promover la música emergente, y comienza a gestionar los locales para grupos ripenses a través de un convenio de colaboración con el Ayuntamiento. En estos años, han fomentado la difusión de lanzamientos y facilitado el acceso a escenarios y equipos técnicos a las bandas locales.
Los espacios que gestionan los han dotado de todo el material instrumental necesario. Quienes los utilizan pagan una cuota de 10 euros al mes por seis horas semanales, en dos franjas de tres horas cada una. “Pero se puede ensayar más tiempo. En caso de que algún grupo no acuda a la hora que tiene reservada, lo dice en el grupo que tenemos de WhatsApp para que otros lo aprovechen”, explica José Luis sobre su organización meticulosa. En el citado chat reúne a 83 miembros “antiguos y nuevos”, y el Google Calendar que utilizan se observa lleno de colores, es decir, con un alto nivel de ocupación. Lleno de vida.
Tras una intensa labor de difusión, en los últimos dos años Rivas Ruido ha crecido de 11 bandas a 26. El número de socias y socios también ha aumentado. “Se ha reducido la edad media e incrementado la participación de mujeres”, concreta José.
Reactivas es uno de esos grupos que representan la nueva oleada sonora ripense: cuatro amigas que oscilan entre los 34 y los 45 años que vienen de la batucada Batuseira y han girado hacia la música para seguir explorando inquietudes artísticas. Crean además, algo tan divertido como necesario: escogen canciones populares y les colocan letras con mensajes feministas. Llevan desde marzo como usuarias de los locales de Rivas Ruido.
El día en que ‘Rivas al Día’ visita este espacio se animan a ensayar, por vez primera, ante la cámara. Fuera, sigue el trasiego de bandas que se van y otras que llegan. “Desde la calle se ve otra cosa pero entras y hay quien me ha dicho que parece Abbey Road”, se enorgullece José. Es un miércoles caluroso de septiembre, a última hora de la tarde. Desde la calle se escucha un cover de Loquillo, ‘Porque yo tengo una banda de rock and roll’. El presidente de Rivas Ruido se despide tras repasar los estilos musicales y edades de quienes frecuentan los locales. De 30 a 50, rock, en su mayoría, y de tres miembros en adelante. “Yo siempre propongo hacer música con la gente. Eso es lo mejor”, concluye.
