Hay una palabra que Carlos Sanz repite de forma recurrente y que evidencia su apego al territorio que le ha visto crecer: barrio. Desde Covibar, siempre se ha sentido parte de algo más grande. El barrio no se conforma mediante barreras físicas, sino que lo hacen las personas. Con doce años, montó una escuela de skate para los niños y niñas de la Cañada Real, a quienes hoy sigue considerando “una parte indispensable de mi barrio”.
Recién cumplidos 30 años y, aunque bromea con la aparición de las primeras canas, acaba de ser galardonado con el Premio Nacional de Juventud 2023 en la categoría de Deportes, unos galardones que concede cada año el Instituto de la Juventud (Injuve), adscrito al Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. En el caso de Carlos Sanz, el premio no reconoce un proyecto concreto, sino una trayectoria que tiene sus orígenes en aquella escuela de skate en Cañada, que creó con su ‘hermano’ Oussama Serroukh: “No éramos ricos, pero éramos unos privilegiados, porque nuestros padres sí tenían dinero para comprarnos un patín”. “Los chavales venían cada día a pedir la tabla para que les dejáramos patinar”, explica, señalando cómo al final juntaban el material necesario y empezaban a montar patines.
“Nos juntábamos entre 30 y 40 chavales y montamos diez o quince tablas. Fue una cosa muy bonita, que empezó como un simple detalle”, dice con cierto orgullo, que se replica cuando habla de Anuar, uno de aquellos chavales que hoy es monitor de su escuela, de Dani Márquez, que desde el Ayuntamiento de Rivas “les cogió de la mano” para dar rienda suelta a su pasión, o de Lorena Chamizo, técnica de la Concejalía de Juventud que le ayudó a impulsar su candidatura al premio que acaba de conseguir.
Carlos estaba pendiente de la aprobación de algunos de los proyectos que tiene entre manos con la asociación Madrid Outdoor Education (MOE), cuando recibió la llamada del Injuve. “Ni me acordaba de lo del premio, me llamaron para darme la enhorabuena personalmente, para agradecerme toda la labor que estaba haciendo, para decirme que les había gustado mucho lo que habían podido leer en la candidatura y me animaban a seguir con todo lo que hacemos en la asociación y en el barrio”, relata este maestro de primaria, educador y alma máter de MOE.
Se trata de una asociación sin ánimo de lucro, “de jóvenes y para jóvenes”, que surge del sueño de tres amigos al que se suma enseguida Carlos. Desde 2018, el trabajo ha sido muy duro y, aunque han perdido muchas manos por el camino –“los jóvenes tenemos una situación de precariedad social lamentable, al final te encuentras con gente que lo deja porque encuentra un trabajo más estable”– , su apuesta por desarrollar esta entidad y por profesionalizarla está dando sus frutos.
UN PROYECTO EN ITALIA
“Desde el año pasado trabajo para la asociación de forma remunerada, eso es un privilegio y un logro, que requiere de mucho esfuerzo”, señala este joven ripense, que está en Italia en el momento de la charla con ‘Rivas al Día’. Allí prepara el proyecto Ultreia, que promueve la involucración de los jóvenes en la vida comunitaria, siempre en entornos naturales, en este caso, la sierra de Guadarrama, para desplazarse a la comunidad de Lecce (en el sur del país transalpino, allá por el mes de abril.
“Es una comunidad que tiene muchos retos, que recibe muchísima inmigración y es la entrada a Europa desde el Mediterráneo, desde la parte de Túnez, y hay mucho conflicto con el gobierno fascista de Italia, donde se está generando un caldo que es complejo”, explica, incidiendo en que “ahí, los jóvenes y los educadores tenemos una oportunidad muy grande de aunar a la gente y de intentar ayudar.
Ahora trabajan en un proyecto de salud mental y en otro en el que muestra una especial ilusión, pues viene de la mano su amigo Oussama. Español de origen marroquí, Oussama, junto con Carlos, están llevando varios proyectos de cooperación a la aldea de la que procede su familia. Cuentan con la colaboración del Ayuntamiento de Rivas. Y ahora están hablando con los jefes tribales de las aldeas para coordinar un proyecto educativo diferente, ligado al aprendizaje a través de la experiencia en la naturaleza o el skate.
EL CHAVAL DE LA UNIVERSIDAD
“Oussama ha sido un ejemplo para mucha gente. Muchas de las familias decían a sus hijos que fueran al skatepark, porque ahí estaba el chaval que va a la universidad, que es ingeniero aeronáutico y que se está labrando un futuro de bien”, comenta con cierto brillo en los ojos, volviendo a aquellos tiempos de Cañada, donde sigue habiendo “personas que se pegan un invierno sin luz y es lamentable” y donde valora como las familias “se preocupan por la situación de sus hijos, como se involucran en proyectos educativos y las ganas de integrarse en el barrio que tienen”.