SÁBADO 18 DICIEMBRE / 18.30. La Casa+Grande.
Lucía Asué Mbomío Rubio (Madrid, 1981), reportera de ‘Aquí la tierra’ [responde al cuestionario desde Huesca, tras un día de grabación], es una de esas periodistas cuya trayectoria se podría resumir con la imagen de una maleta y un micrófono. Trabajando ha recorrido medio mundo narrando historias. A veces, retazos amables de vida, con el programa ‘Españoles por el mundo’ (TVE). Otras, yendo al foco de los grandes conflictos del planeta, ‘En tierra de los nadie’, una serie documental que sacudió conciencias. Entre un programa y otro, también, revisitó su propia historia. Viajó a Guinea Ecuatorial, país de nacimiento de su padre, y elaboró documentales para la televisión pública de allí. Tanto viaje y aprendizaje dieron forma a lo que hoy ya es toda una investigación sobre construcción identitaria y representación mediática de la población negra.
Algunas de sus conclusiones pueden leerse en sus artículos de Afroféminas, Mundo Negro, CTX o Pikara Magazine, así como en su canal de Youtube de entrevistas ‘Nadie nos ha dado vela en este entierro’ y en sus dos libros: ‘Las que se atrevieron’ (2017) e ‘Hija del camino’ (2019), este último, en proceso de convertirse en serie de Netflix. Además, ha impartido talleres en la Universidad de Princeton, la Complutense o el Congreso de los Diputados. Y con todo este bagaje llega a Rivas para hablar de medios de comunicación y representación de personas negras con perspectiva de género.
La cita, el sábado 18 en La Casa+Grande (18.30), en el marco de las iniciativas que desarrolla el centro juvenil (como las sesiones de danza afro, talleres o charlas) para, a través de distintos enfoques y actividades, ofrecer espacios de seguridad y confianza a personas racializadas, y una línea formativa e informativa que incentive movimientos ciudadanos, sobre todo juveniles, que combatan el racismo, la xenofobia y, en general, la desigualdad.
Documentó a unas 60 personas negras en televisión en los últimos 50 años.
60 personas en cinco décadas son pocas. En los últimos tiempos, TV3 ha hecho un cambio importante y se está notando pero en el resto de cadenas siguen siendo anécdotas. Con todo y con eso no se trata solo de sumar cuerpos, sino perspectivas, puntos de vista, fuentes… No vale con que haya una presentadora si las fuentes de información siempre son las mismas, o si a las personas no blancas se las utiliza solo para hablar de racismo o inmigración y no en calidad de expertas en cualquier otro tema. Y no encerrarnos en piel ni en pasaporte, que es algo que suele suceder.
El activismo feminista le ha ido ganando batallas al machismo. Pero en el racismo, la tendencia no ha sido igual de transformadora. ¿Hay dos velocidades en la lucha contra estos dos sistemas de opresión?
Sin duda. Cuando se habla de machismo se hace desde una manera mucho más madura, se va a temas concretos como puede ser brecha salarial, violencia de género o techo de cristal. Sin embargo, cuando hablamos de racismo lo primero que suelen preguntarnos es ‘¿existe racismo en España?’. Y, ¿en serio tenemos que empezar desde tan abajo? Hay más visibilidad de los discursos pero eso no significa que se estén produciendo demasiados cambios todavía. Hay algo muy útil y es que cada vez hay más estudios que sí llegan a los medios de comunicación que, quizá, no se les presta suficiente atención pero la gente que habla de racismo, o lo sufre, puede contar con datos para demostrar que lo que decimos no es una pataleta ni tampoco algo subjetivo, sino una cuestión sistémica que tiene consecuencias cuantificables.
¿Qué ha hecho el feminismo por las mujeres racializadas?
Bueno, qué ha hecho por todas las mujeres, porque el feminismo se vive en prácticamente todos los contextos aunque tenga nombres diversos, y es contribuir a la lucha por la igualdad de derechos. Sería interesante también preguntarnos qué han hecho las mujeres racializadas por o dentro del feminismo, y ha sido abrir su perspectiva para que se entienda que la realidad no es igual para todas, que pesa mucho el contexto e incluso en el mismo contexto se viven realidades diversas. Las africanas en la diáspora, las personas no blancas, las mujeres racializadas o las migrantes pueden enfrentarse a otro tipo de problemáticas como puede ser la situación administrativa o el racismo. Y esto además es algo indisoluble. Escribí un artículo que se titulaba Escoger es claudicar. No podemos priorizar una u otra opresión porque vivimos ambas. Yo siempre cuento que a mí de pequeña no me llamaban niña de mierda, sino negra de mierda. Pero a medida que pasó el tiempo me hipersexualizaron mucho mas que a mis compañeras por ser una mujer negra. Me hipersexualizaron por mujer pero también por negra. No lo puedo dividir ni quiero. Pero hay una cosa que me da mucha rabia y es cuando se dice que el feminismo ha llegado a África. El feminismo se expresa de muchas formas, y esto lo cuenta muy bien la escritora Trifonia Melibea Obono. En Guinea las mujeres cantan delante de la casa de la palabra sus penas y reclamos. La mujeres Igbo, a principios del siglo XX, se enfrentaron a los ingleses para no pagar unos impuestos abusivos que no tenían que pagar en un territorio colonizado. No es algo nuevo aunque no se llamara feminismo por aquel entonces o no se le haya dado valor porque la referencia de mucha gente sea ‘Una habitación propia’.
Ha hablado de la discriminación racista que sufrió de niña. ¿Cuándo se aprende aquello que se considera normativo y a atacar lo que no?
Respondo de otro modo. Jane Elliot es una profesora estadounidense blanca que lleva mucho tiempo haciendo investigaciones sobre racismo. Sus experimentos son cuestionables, pero dice una frase importante y es que ‘si has llegado al instituto y no eres racista es porque nunca has ido a clase’. Esa inocencia de la que hablamos dura poquísimo porque los libros de texto que estudiamos son fundamentalmente blancos y masculinos. La televisión que vemos es blanca y masculina o machista. Las conversaciones que escuchamos, comentarios de nuestros progenitores o lo que vemos en la calle suele ser racista, machista y clasista. Así que es muy difícil determinar en qué momento sucede. Lo que sí es fácil, al menos para las personas que estamos en el movimiento antirracista, es reconocer que los sistemas de socialización son racistas, machistas, clasistas, homófobos y tránsfobos y, por tanto, lo normal es serlo. Yo no soy racista pero soy endorracista, y tendré machismo interiorizado porque el sistema lo es y por eso se habla de deconstrucción.
Partiendo de la premisa de que la gente más joven ya no consume televisión y su atención se dirige más hacia el contenido personalizado en redes, ¿se saltará la batalla contra el racismo a los medios tradicionales y hallará en los nuevos soportes comunicativos el impulso transformador?
Hay un capitulo de Roxane Gay en su libro ‘Mala feminista’ en el que dice que las redes llegan a donde el periodismo no puede. El periodismo se ha quedado bastante atrás en cuanto a incorporar estas perspectivas que, además, sitúan la agenda en otros lugares. Las redes visibilizan cuerpos, discursos, y está muy bien pero no basta. La visibilización es una forma de abrazo, una compañía, un pensar ‘ah vale, no solo me pasa a mí’. Y también está dotando mi discurso, eso es cierto. En mi época no era tan sencillo tener ese discurso. De hecho no había internet y era mucho más difícil acceder a libros en castellano con ciertas cuestiones. No sé si la batalla contra el racismo pasa por ahí porque también tiene que haber una incidencia política. La redes pueden banalizar, contar cosas muy profundas en 30 segundos. No creo que valgan ‘per sé’ pero son una herramienta para visibilizar.
¿En qué punto está el proyecto de convertir ‘Hija del camino’ en serie de Netflix?
Estamos haciendo los guiones. No sé si saldrá porque una cosa es la preproducción y otra que se lleve a la práctica. Trabajo en el sector audiovisual y soy muy consciente de que en un momento se interrumpe y ya está. Eso sí, por el camino estoy aprendiendo mucho e, inevitablemente, ilusionada. Imagina si hablamos del poder de las redes, que una serie cuente de alguna manera tu historia es muy potente.
Viene a Rivas, a La Casa+Grande, centro que organiza iniciativas como las jam de música afro y sesiones con expertas para desmontar el racismo desde diversas ópticas. ¿Qué importancia tienen estos encuentros con la población más joven?
Muchísima porque no son solo espacios de exposición, si no de conversación, y eso me parece muy bonito. En mi época no había estas cosas. Sí que siento que quien va a estos lugares es gente ya convencida, y está bien porque estas personas se van con más argumentos para hacer de aliadas o para construir su propio discurso. Pero ojalá estos discurso entraran en los pilares que sostienen los grandes sistemas de opresión. Ojalá esto darlo en un medio de comunicación, por ejemplo, que salvo en el colegio [catalán] de periodistas yo nunca he dado una charla o un taller en un medio de comunicación. Y eso dice mucho.