A la pregunta de «¿quién quiere divertirse y aprender» responden los brazos en alto de los 13 chicos y chicas que asisten a una charla sobre educación vial, impartida por Mario, agente enlace, en el marco de una actividad organizada por el centro de educación especial María Isabel Zulueta en colaboración con la Policía Local.
Cuestiones como cruzar la calle, qué hacer si se pierden o sentarse bien en el autobús se enseñan en estas jornadas dinámicas a jóvenes con algún tipo de discapacidad. A punto de terminar el curso, el pasado 9 de junio, los agentes enlace [dedicados a interactuar con la comunidad escolar ripense] celebraron la segunda y última charla en esta materia. «Parece fácil, pero es difícil hacerlo bien siempre», les insiste Mario, captando su atención con gestos y alegres y cambiantes tonos de voz. «¿Qué hay que hacer antes de cruzar?», continúa. «Mirar a derecha y a izquierda», corean dos chicos.
En el aprendizaje de cómo ser un buen peatón, viajero o, el día de mañana, conductor, las dudas asaltan al alumnado. «¿Qué pasa si no me pongo el cinturón, me pueden multar?», se pregunta uno de los jóvenes. «No. Te puedes golpear y acabar en el hospital con lesiones muy graves», le aclara Mario.
Mientras, el resto de la clase, sentada en un semicírculo con una pantalla delante, observa las diapositivas de dibujos, textos y fotografías con atención. La jornada dinámica concluye con un «juego de errores», para detectar conductas incorrectas y enseñar a corregirlas. Todos tienen entre 13 y 16 años. Y después de tres cursos impartiendo esta formación, policías y profesorado del centro perciben los resultados.
«Vemos la evolución de un año a otro. Suele venir el mismo policía para el mismo grupo, orientado a las mismas sesiones. Cuando lo prueban, repiten», señala Amalia Íñigo, jefa de estudios del centro María Isabel Zulueta. «Los alumnos se llevan esta formación a sus casas, con sus familias, y a la calle. Y los padres transmiten que funciona. Por eso se repite, para refrescar conocimientos», añade.
Los agentes, además, van incorporando métodos para adaptar el material y que sus mensajes calen más hondo. «En el grupo de pequeños, de 6 a 8 años, el policía utilizaba signos que ha aprendido. Las profesoras se quedaron muy contentas», se congratula Amalia. Precisamente, en las clases de niños y niñas de menos edad, la formación se apoya con objetos para captar la atención del alumnado.
«El otro día trajeron marionetas y fotos impresas para que ellos las vieran y tocaran». El circuito de educación vial, que se ha utilizado algunos años, es una de las actividades favoritas de las chicas y chicos del Zulueta, pero hay otras. «Después salimos fuera a conocer el coche patrulla, y eso es lo que más les gusta», concluye la docente.
En la Ciudad Educativa Municipal Hipatia, los agentes cambian de tercio para afrontar el asunto del alcohol y conducción entre la juventud. José Antonio es el policía enlace que imparte la charla, ayudado de diapositivas con datos útiles.
Ante una clase de secundaria, da a conocer el límite permitido de alcohol en sangre y en aire y echa por tierra mitos sobre «cómo engañar al alcoholímetro». «No se puede. No hay forma de engañarlo», responde tajante a preguntas sobre si ciertos alimentos ayudan a disimular la tasa de alcoholemia. «Lo que se detecta no es lo que tenéis en el estómago, sino en la sangre», expone el agente. «Y una tasa de 1,4% se tarda más de seis horas en eliminar», añade mostrando la gráfica de la tabla de Widmark, fórmula con la que se determina la concentración de alcohol en la sangre.
Los mensajes dentro del aula se encaminan hacia la prevención. «En plena euforia del alcohol no me encuentro en condiciones de decidir qué hago con el coche. Por eso, si vas a llevarlo, directamente no bebas», insiste José Antonio dándole la vuelta a aquel eslogan de 1985 con la imagen de Stevie Wonder: ‘Si bebes no conduzcas’. A la hora de pedir soluciones, brazos en alto para aportar ideas. «Que cada fin de semana se turne uno», propone una alumna. «O poner dinero entre todos para el taxi», sugiere otro compañero.
GAFAS Y EMBRIAGUEZ
Otra de las actividades efectivas propias de estas sesiones se realiza con unas gafas que simulan el estado de embriaguez a quien se las pone. «El objetivo es sensibilizar sobre el binomio alcohol-conducción, sobre la responsabilidad que conlleva a nivel administrativo y penal, y sobre el grave riesgo que supone», explica José Antonio.
«Aunque algunos de los destinatarios de estas sesiones rondan los 16 años, suelen moverse con amistades que conducen vehículos. Dos de cada tres muertos en accidentes provocados por el alcohol eran acompañantes», ilustra.
La Unidad de Educación Vial de la Policía Local está integrada por seis agentes enlace que imparten, en los centros escolares, formación preventiva en diferentes ámbitos, como nuevas tecnologías o viajes al extranjero. Del conjunto de acciones de este programa se han beneficiado este curso 9.306 estudiantes. Y de esa cifra, 5.901 recibieron educación vial, unas sesiones que se imparten desde el curso 2004-2005.