Entrevista: José Luis Corretjé
Una de las mejores escuelas de interpretación teatral que se pueden encontrar hoy en Madrid abre sede, este otoño, en nuestra ciudad. Su creadora, Cristina Rota (La Plata, 1945) lleva décadas enseñando mucho más que a subirse a un escenario o a colocarse delante de una cámara.
En su escuela se ha formado una generación de jóvenes actores y actrices comprometidos con el cambio social. ¿Es casualidad que venga a Rivas, una ciudad con una demostrada sensibilidad en ese sentido?
No es casualidad que en la vida nos encontremos los que estamos buscando. Lo pensé desde el principio. Y eso que no es fácil apasionarse, en esta época, por un nuevo proyecto. Me he encontrado en Rivas algo que hacía mucho tiempo que no me encontraba que es con gente apasionada por hacer que todo sea mejor. Para mí existe un compromiso con la vida. El actor que no esté en la vida no puede ser buen actor.
¿La enseñanza de artes escénicas, al igual que la de la música, debería extenderse a todas las personas?
Yo me eduqué en un colegio público muy especial de Argentina en el que teníamos como materias obligatorias la ética, la danza, la música, el teatro, historia de las religiones? Todo desapareció con el primer golpe de estado militar. No buscamos en nuestra escuela tanto el desarrollo de la destreza como el de la creatividad: la destreza es paralizante, mientras que la creatividad favorece el intercambio de las ideas.
Quienes se acercan a las escuelas de interpretación llegan atraídos por la posibilidad de trabajar en cine, teatro o en la tele. ¿Cómo se integra, desde quienes les enseñan, la frustración de saber que la mayoría acabará en el paro?
Es una pregunta difícil de contestar.Hay no pocos momentos de desánimo. Hemos tratado de construir un mundo mejor y a veces tienes la sensación de haberte equivocado mucho. Los ciclos históricos cambian, pero no hay que rendirse. El desánimo lleva al escepticismo y éste es cómodo porque te paraliza y no desarrollas tu pasión, no crees en tu propia vocación. Al final, hay una tendencia que lleva a desear fama y dinero con rapidez. Desde nuestro equipo creemos que es reversible. Queremos transformar la pasión caótica del joven en un acto creativo.
¿Dónde se puede ver hoy teatro vivo, en el que se cuente lo que pasa en la calle? ¿Sólo en las salas independientes?
Esa ha sido siempre la función del teatro independiente. Siempre ha tenido la vocación de reflejar los grandes conflictos del ser humano, revelar almas y vidas. Hoy se ha centralizado mucho la cultura. Los grandes teatros crean dentro de los grandes centros oficiales pequeñas salas en las que se imita al teatro independiente. Así conservan una apariencia de estar comprometidos con hacer un teatro contemporáneo.
Usted también dirige desde hace décadas una sala teatral de la que recientemente su hijo, Juan Diego Botto, se ha hecho cargo de la programación. ¿Cómo se atrae al público para que vaya al teatro?
Entre los objetivos de la sala debe estar la integración en el barrio en el que se ubican, así como la recuperación de nuevos públicos. Eso significa reuniones para saber el nivel de conciencia del público al que te vas a dirigir. Nuestra tarea es despertar esas conciencias y revelar los conflictos latentes, buscando las causas que los generan.