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Cristina Fallarás: “No se puede avanzar en el feminismo sin derrumbar parte del capitalismo”

La escritora y periodista abre jornada ‘Logros del movimiento feminista’, el miércoles 13 de marzo. Hablamos con ella sobre retos y avances de la lucha de las mujeres.

Cristina Fallarás: “No se puede avanzar en el feminismo sin derrumbar parte del capitalismo”
Cristina Fallarás ha publicado once libros, y colabora en numerosos medios de comunicación.

MIÉRCOLES 13 MARZO / 17.30
Sala Pedro Zerolo del Ayuntamiento. Reserva de plaza en: inscripciones.rivasciudad.es

Comprando el pan, caminando por la calle, subiendo las escaleras de su casa y encendiéndose un cigarrillo. La conversación con la escritora y periodista Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968), aun telefónica, fluye dentro de su cotidianidad una mañana de sábado de finales del pasado febrero. De verbo ágil y rotundo, no pierde ripio e hilvana frases que dan consistencia a las ideas que defiende y por las que pone el cuerpo, y la salud, a veces, en la lucha feminista. De hecho, tuvo que dejar la red social X (antes, Twitter) tras el incesante acoso. Un analista le contabilizó 1.000 agresiones al minuto. Algo que se paga caro. “Te destroza. Después, hace falta tratamiento”, señala sobre unas heridas curadas también a fuerza de comadres, esas amigas con las que saltó de las sobremesas en su salón al teatro Sala Mirador, en una performance conversacional abierta al público un domingo al mes.

Colabora en numerosos medios de comunicación y cuenta con once libros publicados. El 26 de abril de 2018 lanzó el hashtag #Cuéntalo, que se viralizó y, en poco más de dos semanas, millones de mujeres compartieron episodios personales de violencias machistas que han cristalizado en un proyecto de memoria colectiva. “Las ideas te las pueden rebatir, pero esos millones de testimonios de mujeres son irrefutables”, defiende.

El miércoles 13 de marzo viene a Rivas, y abre la jornada ‘Los logros del movimiento feminista’ (17.30).

¿Este 8M hay más que celebrar o que reivindicar?

Tenemos mucho que temer y muchísimo que celebrar. Mucho que temer porque cada paso que da el feminismo o los derechos humanos viene con una respuesta en sentido opuesto, pues la extrema derecha se está armando. Ahora vemos cómo el derecho al aborto empieza a ser cuestionado, cuando era algo que creíamos ganado. Pero en paralelo tenemos la sentencia del caso Alves, que tardaremos en descubrir hasta qué punto es importantísimo que una jueza diga que el consentimiento no solo tiene que ser siempre sino incluso en mitad de un acto sexual; que se debe respetar el consentimiento de una mujer aunque quiera, pues puede querer una penetración vaginal pero no anal. Es muy importante que, además, hayan condenado a un hombre poderosísimo. Hace dos años ni siquiera lo contemplábamos.

«Hay mucho que temer porque cada paso que da el feminismo o los derechos humanos viene con una respuesta en sentido opuesto»

¿Cuáles son los principales logros de la lucha feminista?

Que se hable de la soberanía de la mujer sobre su propio cuerpo. Y eso hoy aterriza en el consentimiento. Por otro lado, en este momento y gracias a las redes sociales hay dos avances muy significativos. Uno es la ruptura del silencio, como el ‘Me too’ o ‘Cuéntalo’, que han roto un silencio que no era casual, sino construido por los medios de comunicación. El otro, la posibilidad de generar redes de mujeres. Nunca ha habido redes de mujeres como ahora. Ha habido pequeños grupos y es verdad que la mujer tenía sus espacios. Pero cuando entra en el mercado laboral
desaparece de los lugares donde juntarse. Y las nuevas tecnologías nos han permitido crear redes nuevas y dar nuevo significado a la amistad entre mujeres.

La ratificación del Convenio 189 de la OIT sobre el empleo de hogar y cuidados ¿es un primer paso para empezar a agujerear este sistema que mantiene la gratuidad del cuidado?

Es un primer paso pero va a ser el más lento. Todo lo relacionado con lo laboral lo es. Los sindicatos mayoritarios son de izquierdas, en teoría, y no los he visto salir a la calle para pedir el mismo sueldo. No es casualidad que esto no se haya reivindicado. Deberían estar saliendo a la calle porque la mitad de la población cobra menos que la otra mitad, y tiene menos derechos. No se puede avanzar en el feminismo si no derrumbamos parte del capitalismo, que está basado en el patriarcado y se retroalimentan. El consentimiento era dificilísimo, lo está siendo e irá hacia atrás, no debemos confiarnos. De la misma manera que machacaron a Irene Montero y al anterior equipo de Igualdad hasta el punto de reventarlas, solo por la idea del consentimiento, acabaremos reventando a quien se atreva a plantear la idea de cuidados como algo económico.

«Las nuevas tecnologías nos han permitido crear redes nuevas y dar nuevo significado a la amistad entre mujeres»

Otro de los hitos a destacar fue el derecho al aborto, también, el uso de anticonceptivos. ¿Qué supuso reapropiarnos de nuestros cuerpos?

En el momento en que eres dueña y soberana de lo que pasa en tu cuerpo modificas la ideas de ser gestante y, por tanto, la idea de pareja. Eso es muy interesante. Pero estamos dando pasos atrás. En Estados Unidos y en este momento en Europa hay varios países donde no se puede abortar, algo que no deberíamos permitir. Un país que pertenece a la Unión Europea y tiene prohibido el aborto tiene que ser razón para sacarlo. Las mujeres deberíamos reivindicar eso.

Con el #SeAcabó del fútbol femenino pasamos de lo abstracto al relato y hubo un consenso generalizado contra Rubiales. Ese rechazo, ¿se va traduciendo en avances concretos, en un cambio de mentalidad?

De una parte de la sociedad. Cuando hablamos de cambios de mentalidad siempre responde a asuntos temporales y a contextos muy determinados. No son modificaciones absolutas ni para siempre. Los derechos son reversibles, lo que no es reversible es el archivo. ¿Por qué yo insisto tanto en los testimonios? Porque una abstracción es una idea, y una idea es rebatible. Tú dices ‘las mujeres sufren violencias machista’, y te puede venir Manolo a decir ‘eso no es violencia’. Pero lo que es irrebatible e irrefutable son los testimonios de millones y millones de mujeres relatando sus violencias. Eso es lo que pasa con #MeeTo y con #Cuéntalo. Cuando extraemos con los archiveros los primeros testimonios lo hacemos para tener en el futuro algo que no sea refutable ni debatible, sino algo que en sí mismo genere un corpus que permanezca.

Además, es algo estructural y repetido durante los años pues muchos de esos testimonios de mujeres hablan de los abusos en su infancia.

Absolutamente. Las mujeres que se expresan son de todas las edades y la mayoría se remonta a abusos en su infancia. Esto es muy importante, y socialmente no estamos queriendo verlo. El abuso sexual en la infancia es algo que hemos negado como sociedad y que no estamos mirando.

«Los testimonios de millones y millones de mujeres relatando sus violencias son irrebatibles. Eso es lo que pasa con #MeeTo y con #Cuéntalo»

Un asunto que aborda en su última novela [‘El evangelio según María Magdalena], el hecho de que desde la Biblia se normalice al hablar de la virgen «que era virgen porque no tenía la regla», es decir, que era una niña.

Es que las casaban de niñas y muchas de ellas reventaban en la gestación porque las preñaban con la primera regla. Y de ahí que las doctoras en la época sean mujeres porque estaban ligadas al parto, al aborto y a la gestación. Eran matronas, y sabían de cirugía y de farmacología.

Respecto a la encuesta del CIS que aseguraba que un 44,1% de hombres creen que hemos llegado tan lejos que ahora se les discrimina a ellos, ¿considera que se ha instalado un marco que no estaba en el debate público? 

El debate sí estaba, lo lanzó el presidente del Gobierno, y esa pregunta está hecha a medida de los amigos de Pedro Sánchez que se sentían incomodados. Pero al hacer la pregunta y lanzarla, aquellos que no lo habían pensado empiezan a pensarlo inmediatamente. Aquello fue, a través del CIS, un avance del machismo institucional.

¿Qué pasa con la Ley Trans, por qué no convence a todo el feminismo?

No convence porque creen que les quita poder. Aquí hay una lucha de poder por encima de los derechos humanos. La película ’20.000 especies de abejas’ ha hecho más por el movimiento trans que todas las leyes y campañas que hemos visto porque hace un relato que humaniza. Hay una construcción del socialismo feminista de viejo cuño, no creo que sea todo ni el actual pero una parte grande sí, en que, si te fijas, ya hicieron ellas una ley trans muy parecida a la que luego aprobó el Ministerio de Igualdad, pero como no era la suya no la quisieron respetar. Ahí primó una cuestión de poder.

«A la extrema derecha hay que plantarle cara siempre, y hay que poner el cuerpo»

¿A las consignas de la extrema derecha hay que responderlas o ignorarlas?

Depende. A la extrema derecha hay que plantarle cara siempre, y hay que poner el cuerpo. Yo vengo del movimiento libertario, y nuestra idea era esa, poner siempre el cuerpo. Que ahora esté habiendo manifestaciones de extrema derecha y no estemos ahí para echarles atrás me incomoda muy seriamente. Lo que no hay que responder es cuando sus relatos no tienen ni la altura ni la intención necesarias para generar una corriente. A veces la extrema derecha promulga ideas y dice cosas que pasan a ser relevantes porque nosotras respondemos, pero que en sí mismas no tienen entidad. Crecen por nuestra respuesta. Ahora, si la extrema derecha da cualquier movimiento nosotras tenemos que estar frente a ellos.

¿Cómo aterriza la violencia sufrida en redes sociales en su vida normal?

Te destroza. Después hace falta tratamiento psiquiátrico y psicológico. Además no te das cuenta, crees que no es así. Y cuando pasa el tiempo te percatas del horror. Yo ahora no entro en Twitter, pero el simple hecho de pensarlo me genera ansiedad. Además creo que todas las mujeres deberíamos salir de ahí. Todas. Porque no creo que debamos estar en un espacio creado para la violencia.

Una tendencia que no mejora.

E irá a peor porque está construido para eso. Nosotras supimos aprovecharnos de las ventajas que tenía porque somos muy listas. Y así salió el #MeToo y el #Cuéntalo o los abusos de la iglesia. Pero ya está, ya lo hemos hecho y ahora no nos sirve porque los bots y los haters son superiores a nosotras. El algoritmo nos ha ganado. Nos retiramos de ese lugar y ya daremos la batalla en otro.

¿Como Instagram? [la entrevista tuvo lugar tres semanas antes de la cuenta de Instagram de Cristina Fallarás, donde publicaba relatos de violencias machistas compartidos por cientos de mujeres, fuera cancelada].

Por ejemplo y de momento. Pero tengo la sensación de que parecerán nuevas maneras. Instagram es una red insuficiente para lo que necesitamos.

«Mi mayor transformación feminista fue con el nacimiento de mi primer hijo»

¿Cómo se blinda ante ese acoso?  

Ha cambiado todo desde que me fui de Twitter. Ha bajado mucho la intensidad del acoso. Y, por otro lado, me he hecho mayor. Estoy fuerte, soy vieja, no mucho pero ya veterana, y no estoy expuesta. Creo que son las tres patas. Si te van a dar un puñetazo y no estás se caen de morros. No son tontos y saben que a mí no me llegan al no estar ya en Twitter. Y sé que ha habido campañas contra mí pero al no llegarme no me importa. Y en la calle estoy fuerte. Y el hecho de haber salido de Twitter, además de evitar que me den, creo que les da el peso de mi autonomía frente a ellos. Es un signo de fuerza, y solo atacan a las débiles. La construcción de la ‘manosfera’ es totalmente cobarde.

¿Cómo de importante es el grupo, tribu o comunidad entre mujeres, algo que ya sabían nuestras abuelas en los pueblos pero que el actual estilo de vida parece obstaculizar? ¿Cómo hacer para preservarlo, hay que invitar más a lentejas a las amigas?

Una de las medidas que yo tomé fue montar un grupo de protección, ayuda y cariño. Los afectos son muy importantes. Y después aterrizarlo, que nos veamos. La idea de las lentejas se ha hecho popular pero me empeñé en que cada cierto tiempo nos viéramos y supiéramos que estamos ahí porque lo virtual tiene un punto falso. Si una estrena una obra, vamos a verla; si una monta una manifestación, vamos a apoyarla; si una tiene un problema, acudimos. Hay como una especie de pacto tácito de que hay que estar con las otras físicamente. Tenemos que desvirtualizar nuestros encuentros en red. Además me estoy dando cuenta de que en la calle somos muy débiles. Las últimas manifestaciones por los derechos LGTBI o por Gaza son insuficientes.

La maternidad parece un lugar importante desde el que se impulsan esas comunidades de mujeres. 

A lo bestia. Creo que mi mayor transformación feminista fue con el nacimiento de mi primer hijo, cuando vi hasta qué punto la sociedad castiga a la maternidad. Vivimos en una sociedad que te exige la maternidad y que la pena a niveles estratosféricos. La maternidad es un castigo a todos los niveles, pero sobre todo en lo económico y en la consideración social. Eso nos ha enseñado el hecho de relatarnos porque la maternidad, hasta que no salieron las redes, al igual que con las violencias, era algo que los medios no reflejaban. Todo tiene que ver con el silencio de los medios. Al no reflejarnos, estábamos solas y en este momento las maternidades son compartidas y la culpa que acompaña a toda maternidad ya no es una culpa solitaria.

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