MARTES 22 / 16.30-20.30 (Intervención de Magdalena Piñeyro, 18.50). Sala Pedro Zerolo del Ayuntamiento. Plaza de la Constitución. Entradas: hasta el miércoles 16, por correo a sensi.igualdad@rivasciudad.es (asunto ‘Jornada’).
Uno de los ejes que aborda la campaña municipal contra las violencias machistas, que este año reflexiona sobre las identidades que aumentan la vulnerabilidad en estas situaciones de violencia, tiene que ver con el aspecto corporal. Toda mujer es susceptible de padecer violencias machistas. Pero ciertas identidades enfatizan la forma de recibirlas y la salida a las mismas. Lo saben bien las mujeres cuyos estándares corporales se alejan de la estricta belleza normativa impuesta. Magdalena Piñeyro, (Montevideo, 1986), es una de ellas.
De niña empezó a recibir mensajes negativos sobre cuerpo. En la calle, en el colegio y hasta en los dibujos que veía en la tele. Todos esos estímulos le afirmaban que ella no encajaba en un mundo diseñado sobre parámetros casi inaccesibles. Estaba gorda. Y la sociedad le exigía que cambiara para ser aceptada, con todas las consecuencias nefastas para su desarrollo y autoestima. Así fue creciendo esta activista contra la gordofobia, licenciada en Filosofía y que reside y trabaja en Tenerife como técnica de igualdad. Fue una de las fundadoras, en 2013, de la plataforma Stop Gordofobia, ideada en el marco de las luchas del 15M tinerfeño, y que tuvo una intensa actividad de denuncia en redes sociales. Hoy, Piñeyro, autora de 10 gritos contra la gordofobia (Vergara, 2019) y Stop Gordofobia y las panzas subversas (Zambra, 2016), combina su trabajo con charlas, talleres y conferencias para sensibilizar sobre gordofobia y otras discriminaciones. Y a Rivas llega el martes 22 para hablar en la jornada ‘Violencias machistas e identidades: racismo, edadismo y estándares corporales’.
¿Qué significa ser activista?
El activismo está definido como acciones individuales o colectivas, cotidianas, pequeñas o grandes, que sirven para transformar la sociedad y eliminar desigualdades, discriminaciones, injusticias y opresiones. Hay acciones que van más a lo macro como pedir leyes y medidas políticas concretas, que en este caso sería que la discriminación gordofóbica se considere un delito de odio, o un delito de discriminación en el ámbito laboral o que hubiera leyes que regularan la discriminación que sufrimos y que exigieran que hubiera transporte público adaptado a personas gordas o mobiliario en los hospitales. Pero también hay activismo en las acciones cotidianas, no tan visible pero igual de importante, como poner límites a nuestras familias cuando nos hace comentarios, sentarse al lado de una persona gorda. Intentar incluir a las personas gordas en tu trabajo y cotidianidad. O intervenir si hay ‘bullying’ [acoso] en la escuela, dejar de hacer comentarios gordofóbicos, intentar no hacer apología de la cultura de las dietas, no comentar los cuerpos de los demás. Todas estas actividades que vamos incorporando en nuestras vidas son igual de importantes que las demás para ir poco a poco transformando nuestra sociedad.
¿Cómo arrebatar al adjetivo gordo y gorda la categoría de insulto? ¿Hay que dejar los eufemismos?
Sí, es importante dejar de usar eufemismos e importante usar esas palabras como un adjetivo más, como la descripción de un cuerpo como la haríamos con alto, delgado, bajo, rubio o moreno. Quitarle el peso que tiene, usarla con cariño, amor y afecto pero, también, respetando los procesos porque no todas las personas gordas están preparadas para ser definidas como gordas. Una cosa es que yo me defina como gorda cuando ya estoy preparada y otra es que yo se lo llame a una persona que tiene una herida con esa palabra, que tiene que sanar y luego ya podrá nombrarse de esa manera.
«La cultura sigue resistiéndose a la inclusión de las personas gordas»
¿Qué referentes de personas gordas encontraba en los productos culturales que veía de niña? ¿Alguno protagonizaba valores de esos que son deseables socialmente?
No recuerdo muchos, y eran como siempre los personajes malos o los ridículos. Pienso en Úrsula, de La sirenita, me acuerdo de la señora de Tom y Jerry, de un ratón gordo del que se reían en la serie de las ardillas, de ‘Charlie y la fábrica de chocolate’. Personajes que siempre estaban ridiculizados y maltratados. Nunca sentí que mi cuerpo tuviera un espacio para la referencia positiva y eso tiene graves consecuencias para las infancias.
¿Esa situación, en el campo de los referentes mediáticos, ha cambiado algo?
No han cambiado nada, aunque cada vez hay más inclusión en determinadas publicidades o ya hay personas gordas haciendo series o películas y encontramos espacios donde se nos nombra de otros lados. Pero son excepciones, no es la norma y creo que queda tiempo para ello. Creo que los medios de comunicación y los productos culturales siguen resistiéndose a la inclusión de las personas gordas lejos de estas representaciones humillantes y ridiculizantes.
Acciones habituales como ir en autobús, en avión o a la peluquería, ¿pueden convertirse en un momento de estrés para las personas gordas a la hora de enfrentarse al tamaño de los asientos? ¿Cómo se viven estos momentos?
Me pasó el otro día: me tuve que bajar de un tren porque no cabía en el asiento en un viaje de cuatro horas. Es realmente estresante viajar, o ir a un sitio a comer, porque no cabemos en las sillas y te ves en la situación de tener que pedir otra o irte del sitio. Y como toda la vida nos han educado para sentir vergüenza sobre nuestro cuerpo, pues da más vergüenza aún nombrar y visibilizar ese ‘ey no quepo’ delante de todo el mundo. Es muy humillante. Recibimos mucha presión sobre nuestro cuerpo y mucho estrés porque, además, en aviones, trenes o incluso autobuses sentimos que incomodamos a las personas que están a nuestro lado o cuando caminas por el pasillo, y que tu cuerpo es un incordio cuando lo que es un incordio, y una incomodidad, es ese medio de transporte no adaptado a nuestro cuerpo.
«Nunca sentí que mi cuerpo tuviera un espacio para la referencia positiva y eso tiene graves consecuencias en la infancia»
La cómica Carolina Iglesias alguna vez ha comentado los problemas de vestuario en televisión, donde la ropa rara vez supera la talla 36. Incluso en tiendas convencionales, la ropa de mayor talla no suele ser la más bonita precisamente. ¿Es esta industria una forma de opresión?
La industria de la ropa forma parte de la opresión. Muchas personas gordas no conseguimos ropa, no podemos vestirnos y esto a veces ha sido tildado como un aspecto consumista de nuestra reivindicación, pero no hablamos de consumismo sino de un derecho básico como es el de tener una chaqueta cuando hace frío, un chubasquero cuando llueve o un traje de baño para ir a la playa cuando hace calor. La ropa es un derecho básico que también es vulnerado.
En el servicio médico, con cualquier síntoma ¿es el peso lo primero que miran?
La opresión gordofóbica se manifiesta también en consultas médicas en las que cualquier síntoma es asociado a la gordura, y lo que nos recomiendan como ‘solución’ es hacer dieta y bajar de peso. Esto vulnera nuestro derecho básico a la asistencia sanitaria, a la salud y al acceso a una atención de calidad porque muchas veces hay muchas negligencias, algunas que acaban incluso con la vida de personas gordas. Esto es grave y hay que denunciarlo y visibilizarlo. En Stop Gordofobia nos llegaban numerosas denuncias de personas que les habían diagnosticado tarde un cáncer, asma, una necrosis en el fémur o piedras en la vesícula y en los riñones. Cuestiones que deberían haber sido atendidas de inmediato se retrasan hasta diez años en ser diagnosticada porque hay médicos que, si lo que tienen delante es una persona gorda, su gordofobia les impide investigar ese cuerpo como lo hacen con las personas delgadas para buscar qué es lo que causa determinados síntomas. Incluso la propia gordura a veces es un síntoma de algún desajuste hormonal o de otras cuestiones y aún así tampoco se investiga. El lipedema [enfermedad progresiva del tejido graso que conlleva un acúmulo de grasa patológica], por ejemplo, es otra enfermedad no investigada y se limitan a humillarnos, silenciarnos y obligarnos a hacer dieta.