Cadiwoman es de esas chirigotas que impregnan las calles de Cádiz de letras irreverentes cargadas de mensajes profundos, esos que dejan poso sin que nos demos cuenta. Usan el humor para sacudir creencias machistas. Y sus públicos cada vez las reclaman más. Actúan desde hace 13 años y, este mes, traen su guasa al festival Coñumor (viernes 14 octubre, 22.30, auditorio Pilar Bardem, con actuaciones previas desde las 20.30).
Susana Ginesta (Cádiz, 1979), directora de Cadiwoman que trabaja en una empresa de formación que usa la pedagogía de la risa para la transformación social, habla de humor y carnaval en esta entrevista telefónica.
Que los hombres se disfracen de mujeres y hablen de ellas en las letras es un recurso muy recurrente en el carnaval pero, ¿eso está cambiando?
Muy poco a poco, se van notando pinceladas más feministas pero aún vemos muchos estereotipos, mucha ridiculización de lo femenino y, a veces, cuando se hacen letras exaltando a la mujer se hace desde un punto de vista patriarcal. O si se hace desde un punto de vista feminista luego en el cuplé se ridiculiza de nuevo a la mujer, lo que nos da a entender que no hay un conocimiento profundo ni una igualdad efectiva.
¿Esas letras machistas que persisten cada vez gustan menos o siguen calando?
Hay públicos diferentes para cada actuación. Incluso el público del [teatro] Falla y el de la calle también es diferente. Hay gente a la que cada vez le chirría más, piden otras cosas y te das cuenta en sus reacciones. Y luego hay públicos que les gustan los chistes de siempre porque ahí están los humoristas de toda la vida haciendo chistes de nosotras y tienen éxito. Quienes defienden que el humor no tiene límites, ¿lo hacen desde posiciones privilegiadas? El humor debe tener límites pero no es un límite, es una apertura a la creatividad, a crear otras cosas, a hacer humor desde lo no previsible. El humor a costa de quienes están abajo es muy fácil porque es lo que se ha hecho siempre. Cambiar el paradigma es un reto creativo pero no es un límite al humor, sino una expansión que nos haga replantear nuestra situación en el mundo.
¿Cómo se puede utilizar el humor como herramienta educativa?
El humor nos permite acercar posturas, distender y cohesionar los grupos. Hace que la persona que está en frente saque una sonrisa en lugar de sacar las uñas. Nos permite pensar y transmitir el pensamiento crítico. No es un dogma ni una ideología, es pensar en lo que es justo.
¿Llega mejor el mensaje?
Sí, pero no es fácil. Ahí está el reto. Que dentro de la persona docente o artista, cuando se plantea hacer una obra o un curso a través del humor, esto tiene que estar muy trabajado para llegar a la transformación social, que es de lo que se trata, es un acto comunicativo complejo pero apasionante.
¿Desde el humor se puede trabajar cualquier temática? Hay algunas muy complicadas pero hasta un hecho extremadamente cruento se puede trabajar desde la comedia, nunca frivolizando pero sí añadiendo ese elemento que rebaje tensión. Ese es el reto de las personas que crea humor.
¿Cómo ha evolucionado el público desde los inicios de Cadiwoman?
Hacer feminismo hace 13 años no era como hoy. Antes había menos gente que se paraba a escucharnos, gente que ni se paraba y que pasaba de largo o que se llevaba las manos a la cabeza. Poco a poco te vas dando cuenta que tú haces lo que quieres y que el juicio externo ha sido duro pero al final hay gente que te sigue, que nos escucha y que nos sigue en redes sociales y le gusta lo que hacemos. Aunque sigue habiendo mucho ‘troll’, también hay muchas personas feministas que agradecen lo que haces y lo valoran muchísimo.
¿Y cada vez hay más hombres entre el público?
Sí, cada vez tenemos un grupo más heterogéneo, muchas mujeres que nos siguen pero cada vez más jóvenes. Más chicos y hombres que entran al trapo, que les gusta, se ríen y comparten con nosotras esos ratitos.
