MARTES 15 MARZO / 18.00.
Casa Feminista. Solicitudes: en mujer@rivasciudad.es.
Vicky Hermida comenzó a trabajar la cosmética natural hace más de una década, en la cocina de su casa. Fruto de aquellas primeras experiencias Ecoeko, un laboratorio de cosmética que emplea ingredientes orgánicos y que es ecológico tanto en su elaboración como en la distribución. El martes 15 de marzo, en la Casa Feminista, Hermida celebra un ecotáper, un taller sobre los componentes tóxicos de los cosméticos convencionales.
¿Qué es Ecoeko y de dónde surgió esta iniciativa?
Es un laboratorio de cosmética consciente que trabaja con ingredientes orgánicos. Queríamos demostrar que se podía hacer un proyecto ecológico sin químicos, sin tóxicos y con productos totalmente efectivos. Se trata de hacer una trazabilidad desde el principio hasta el final, que los ingredientes estén ayudando a la tierra a desarrollarse bien, sin tener que echar fitosanitarios, y que esas mismas plantas, nacionales, pudiesen hacer cosmética orgánica, totalmente diferente a la tradicional. No se trabaja el ideal de belleza estándar que machaca y mutila a las personas y que está muy sesgado, sino una belleza que se ve desde la salud de las personas y del planeta.
Cuando empezó en la cocina de su casa, ¿esperaba llegar tan lejos?
Para nada. Yo trabajaba de paisajista en un estudio de urbanismo y daba clases de FP de Jardinería. Estaba bastante a gusto. Al principio lo hacía porque no encontraba un producto orgánico nacional, una cosmética orgánica que no estuviese llena de tóxicos. Ya llevaba tiempo en grupos de consumo, comprando alimentación e incluso algo de ropa orgánica, pero no encontraba una marca española, eran todas alemanas.
El carácter sostenible de estos productos va desde su elaboración hasta su comercialización. ¿Ha sido difícil engarzar esa cadena?
No ha sido fácil. La mayoría nos pregunta siempre por las fórmulas, que han sido bastante fáciles de hacer, porque la variedad de plantas en este país es brutal, con un montón de principios activos. Sin embargo, a la hora de encontrar el envasado, la oferta era mínima, muy cara y toda extranjera. Esa es la parte que más nos ha complicado. Queríamos hacerlo todo en vidrio desde el principio, aunque tuvimos que cambiar algunos productos porque podían producir un daño. Al final, empezamos con los sólidos, como el champú, que no existían en España y ahora están más de moda.
Los cosméticos han existido siempre. ¿Es esta propuesta una vuelta a los orígenes?
En cierto modo, sí. Es intentar, otra vez, vincularnos con el territorio. La globalización tiene un montón de cosas negativas que a nosotras no nos gustan. Queremos que la gente sea consciente de que no podemos estar utilizando todo el tiempo productos que vienen de miles de kilómetros como si fuera normal, porque no lo es. No es normal comprar un plástico que cuesta un euro que haya hecho diez mil kilómetros. Hay que ser conscientes de que hay cosas de antaño que tenemos que recuperar, como la reutilización de los envases o el poder curativo de las plantas. Hemos visto que la gente no sabe siquiera las plantas que tienen cerca de su casa ni las propiedades que tienen.
¿Y qué son los ecotáper?
Son unas charlas que dieron origen al propio proyecto. El capítulo uno de Ecoeko fue un ecotáper que hicimos en el 15-M, en la calle, explicando a la gente los ingredientes clásicos que había en la cosmética convencional, que habíamos detectado gracias a nuestros grupos de consumo y a nuestras propias investigaciones. Queríamos advertir que había muchos ingredientes reactivos, que provocaban daños en la piel. Ese fue el primero ecotáper, y seguimos haciéndolo, aunque la oferta ha variado un montón y las cosas se han aclarado bastante. Nos damos cuenta de que lo bio y lo ecológico forman parte de nuestro bienestar. También hay aplicaciones que te ayudan a leer las etiquetas y hace diez años ni siquiera había aplicaciones.
¿Falta mucha información sobre los ingredientes de los cosméticos convencionales?
Desde luego. Los ingredientes están normalmente en zonas que no se leen, a tamaños de letra que es imposible leer para una persona normal, aunque tengas una vista de lince. De hecho, muchas veces, ni siquiera están en el propio envase, sino en un cartonaje exterior que tiras nada más llegar a casa. La cosmética química no exhibe sus ingredientes con orgullo.