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Gabriela Wiener: otras formas de vivir el amor

La escritora y periodista representa su obra ‘Qué locura enamorarme yo de ti’, autorretrato de una vida afectiva no convencional (domingo, 19.00, entrada gratuita aquí).

Gabriela Wiener: otras formas de vivir el amor

Entrevista: Lucía Olivera

La escritora y periodista Gabriela Wiener Bravo (Lima, Perú, 1975) ha colgado el cartel de ‘localidades agotadas’ en cada función de la obra que ha creado junto a Mariana de Althaus: ‘Qué locura enamorarme yo de ti’. Gabriela hace ‘literatura del yo’: siempre ha escrito sobre su vida, a la que nos acerca con experimentos como su libro ‘Dicen de mí’, formado por entrevistas realizadas a personas que la conocen y responden a preguntas sobre ella. Piensa que “cualquier cosa artística es para compartirla y no para quedársela”. Con esta intención -la de compartir, crear comunidad, negociar, colaborar- nos invita, junto con sus parejas Rocío y Jaime, a conocer cómo viven la no monogamia en la obra teatral que presenta en el auditorio Pilar Bardem: ‘Qué locura enamorarme yo de ti’ (domingo 6 de diciembre, 19.00, entrada gratuita con retirada previa aquí).

¿Qué nos cuentan los personajes de ‘Qué locura enamorarme yo de ti’?

En realidad, no llegan a ser personajes, somos mi familia y yo. Contamos la historia de una crisis que tuvimos en la época del puerperio [período que transcurre después del parto]. Fue una crisis de confianza, de celos, de amor romántico total que puso patas arriba todo lo que nosotras creíamos entender del amor en la teoría. En la práctica muchas cosas fallaron, y ese intento casi proselitista por el poliamor se convirtió en una crisis absoluta reforzada por la locura de hormonas que ocurre en ese período de la maternidad, que en este caso era compartida entre tres.

¿Qué es el poliamor?

Yo ni siquiera llamo poliamor a lo que hago con mis parejas. Simplemente tenemos un tipo de amor y ya está. Conceptualmente es más preciso decir que tenemos relaciones no excluyentes que huyen de la pareja clásica de dos, heteronormativa, cerrada y bíblica.

¿Qué es la familia?

Podríamos trascenderla directamente también porque familia es un término que se han apropiado los grupos religiosos y a veces no dan ganas ni de llamarte familia. Si nos volvemos a apropiar de la palabra y le damos su verdadero sentido, yo lo considero un núcleo de afinidades no sanguíneas, elegidas por empatía, donde más bien convertimos lo que venían a ser los valores familiares en una cosa propia, imaginativa, revolucionaria.

¿Cómo son las crisis de pareja entre más de dos personas?

Lo que vamos descubriendo con el tiempo es que se necesita mucho trabajo y que no existen fórmulas. El poliamor conlleva llegar a acuerdos, cuidar a las personas. Creo que ser más de dos te libera de una cadena, de unas sinergias, y quizás también te aleja de ciertas violencias, pero al mismo tiempo es muy complejo porque no hay referentes en los que mirarte. Tus entornos no necesariamente comprenden o apoyan tus elecciones de vida. El trabajo que hay que hacer es hilar muy fino, encontrar comunidad, gente que comparta esa visión de la vida, del amor, y aplicar mucho el feminismo y la deconstrucción. Pero esto en general se puede extender a cualquier tipo de relación. Entonces no somos tan raros. De hecho, ser más tiene sus ventajas: para la logística de la vida, para la crianza, para los cuidados, para la economía compartida.

¿Hay una ideología del amor?

El amor tiene mucho de político. Ser una disidencia en lo afectivo termina siendo un ejercicio transformador en un mundo en el que se capitaliza todo, que responde a unas lógicas de progreso, éxito o acumulación. Creo que en mi caso y el de mucha gente, hacemos nuestro manifiesto político solo por existir, por visibilizar nuestras historias de vida desde la resistencia. Eso no quiere decir que estemos exentos de hacer mal las cosas. Y no se trata del modelo o de la fórmula del poliamor. Lo verdaderamente revolucionario es buscar en las relaciones el feminismo y la igualdad y no la jerarquía, el dominio sobre los demás. Especialmente cuando hay tantos lugares donde se propugna el odio contra esas pequeñas vidas que solamente intentan existir a su manera, ante esas arremetidas de la ultraderecha, rearmada cuando ven que alguna mujer tiene voz o decide amar de otra manera. Estar fuera del sistema se penaliza, entonces amar así acaba siendo una resistencia a una trinchera política.

¿Cómo es la familia en la que nació?

Vengo de una familia monógama, de papá y mamá, hijos de otros papás y mamás, también monógamos. Pero si retrocedes una generación encuentras cosas más particulares como madres que han tenido más de una pareja, hijos de diferentes parejas… En el caso de Jaime [su marido], también se encuentran mujeres abandonadas por hombres, y si te remontas más atrás la cosa es mucho más colonial. Yo vengo de un europeo, un viajero de estos que llegó, hizo sus moviditas arqueológicas y tuvo un lío con una mujer peruana. Mi familia Wiener viene de esa bastardez, de esa colonización de fines del siglo XIX.

Rocío, Jaime y usted conforman una pareja intercultural, ¿aparecen el eurocentrismo y el patrón del colonizador en la relación?

Yo siempre hago el chiste de que soy la más oprimida de la tripareja porque él es hombre y ella es blanca. Siempre cuestionamos las estructuras que nos aplastan y ninguna relación está exenta de eso, ni siquiera si pasa por el amor. La colonialidad siempre está ahí: el factor de lo blanco sobre los otros tipos de cuerpos… Pero hay más cosas. A mí lo de la guerrita de las opresiones ya me tiene bastante harta y no la trasladamos a casa, pero tratamos de estar atentas a esas cosas. Por ejemplo, mi cuerpo no ha tenido los mismos privilegios que el de Rocío, que es mi chica, o yo no he tenido los que ha tenido Jaime, pero Jaime no ha tenido los privilegios económicos o de clase que podemos haber tenido Rocío y yo, pero la situación que tenemos Jaime o yo como migrantes nos pone en una desventaja frente a una española como Rocío…Tenemos muy claro que hay muchos ejes.

¿Repensar las formas de amor es también cuestión de clases sociales: cómo de cerca están estas opciones de una niña de la sierra peruana de Cajamarca?

Sí, obviamente, todo forma parte de la vivencia de cada una. No es posible comparar la vida de una niña de Lima de vida urbana de clase media, como la de mi sobrino, con la de esos niños perdidos en la Puna que suelen caminar horas para ir a sus colegios. La experiencia de vida que puede tener una niña campesina de los Andes del Perú, de un medio rural en un estado discriminatorio y completamente racista como el peruano, que ha tenido durante siglos olvidadas a sus comunidades más alejadas, no es ni comparable. En el sentido de un discurso teórico está muy lejos. Sin embargo, a nivel de culturas tradicionales indígenas hay un sentido de vida comunitario inherente. Y esto es lo que al final perseguimos en este tipo de amores: un sentido de comunidad, de alma de grupo por el bien común.

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