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Pilar Albarracín: “Ser mujer artista implica más dificultad en algunos ámbitos»

La artista sevillana participa en las jornadas ‘Artivismo y denuncia’, donde se aborda la violencia simbólica contras las mujeres en el arte (jueves 26, 17.30).

Pilar Albarracín: “Ser mujer artista implica más dificultad en algunos ámbitos
Obra 'Pata negra', de la artista Pilar Albarracín.

Entrevista: Nacho Abad Andújar / Fotografías: Pilar Albarracín

‘Pata negra’, ‘Torera’, ‘Padre padrone’, ‘Mujer jarrón’, ‘Guapa’, ‘Tortilla española’, ‘Olla express’. Son títulos de obras de Pilar Albarracín (Sevilla, 1968), artista de alcance internacional que se expresa a través de la fotografía, el vídeo, las instalaciones, las performances, los collages e incluso los bordados. Creaciones donde retuerce las costumbres y tradiciones culturales ibéricas, especialmente las de su Andalucía natal, para redescubrir significados. Su arte, de un alcance metafórico muy potente, propone una travesía singular por esa España popular y de faralá, al tiempo que testimonia las violencias sociales tejidas contra las mujeres. Todo desde la ironía, el sarcasmo o el surrealismo.

Albarracín participará por videoconferencia en las jornadas ‘Artivismo y denuncia’ [artivismo: de arte y activismo], que organiza la Concejalía de Feminismos y Diversidad el jueves 26 de noviembre (17.30, sala Pedro Zerolo del Ayuntamiento, con inscripción en sensibilizacion.igualdad@rivasciudad.es): una velada que  se enmarca en la campaña municipal ‘El arte y la violencia simbólica contra las mujeres’, que incluye diversas actividades a lo largo del mes en torno al Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, que se celebra cada 25 de noviembre.

Aclaremos conceptos. ¿Qué es el ‘artivismo’?

Algo en lo que he trabajado siempre en la medida de mis posibilidades. La lucha y el activismo son fundamentales en todos los campos de la vida. También para quienes trabajamos en el arte.

¿Su obra puede enmarcar en el artivismo o son categorías de las que mejor prescindir?

Las categorías no me gustan. Estamos intentando descuadrar las cosas para trabajar artísticamente desde otras perspectivas. La necesidad continua que tenemos de cuadrar, de acotar, no me gusta. Es algo no solo para aplicar en el trabajo, también en tu vida.

Las mujeres artistas representan solo el 30% de las personas que exponen en ARCO. En el mundo, las obras de arte hechas por mujeres se venden un 47% más barato que las de los hombres. ¿Ser mujer artista implica más dificultades?

Ser mujer, en esta vida, implica ya más dificultades. Ser mujer artista, dentro de algunos ámbitos como el mercado o la visibilidad, sí implica más dificultad. Todos esos datos ya los denunciaban públicamente las Guerrilla Girls [colectivo de artistas feministas y antirracistas, que nació en Nueva York en 1985]. Hay que seguir luchando, tanto en el ámbito artístico como en la vida en general.

¿Saber mirar el arte ayuda a percibir mejor las desigualdades de género?

Sí. El arte ha sido reflejo del espíritu de cada época y lugar. Mirar a través de las obras de arte nos ofrece una perspectiva de lo que estaba asentado en cada momento. Pero hay cosas que van cambiando, afortunadamente.

¿Dónde aprecia usted la violencia simbólica contra la mujer en el arte?

La desgracia no es que esa violencia se dé solo en el arte, también está en la vida. Y el arte lo refleja. Hoy en día se difumina más, pero sigue existiendo a través de la publicidad, el cine… Por eso existen los observatorios [de género], destinados a hacernos ver esas ideas subliminales que no son tan evidentes pero llevan un montón de carga de violencia contra la mujer u otros grupos oprimidos.

¿El arte debe mirar donde otros, el poder, por ejemplo, no quieren que miremos?

Hay un arte que siempre ha estado subyugado al poder. Pero si es un arte más interesado en otro tipo de mirada, menos frecuente, no es muy interesante para el poder porque desestabiliza. Y esa es una de las funciones del arte: abrir nuevas visiones y perspectivas a la gente.

Su obra, que juega con estereotipos de género y clichés culturales, recoge esa violencia social y simbólica contra la mujer.

Sí, pero a veces la violencia no tiene que ser algo súper agresivo a primera vista. Lo que me interesa son esos juegos de visiones muy relajadas pero donde detrás hay una denuncia y una fuerza que debemos aprender a disipar.

Su olla exprés como recurso y concepto artístico tiene un alcance metafórico muy polisémico: cuece el caldo del feminismo, anuncia con un sonido a presión lo que está por llegar…

No me gusta desvelar totalmente todo de una obra, porque siempre pueden surgir diferentes interpretaciones. No me gusta acotar. Te puedo decir algunas cosas que me sugiere. Pero es una lista muy abierta. Por ejemplo, la olla exprés se vendió como una promesa a la modernidad para la mujer, una olla que economizaba el tiempo y permitía a la mujer disponer de más tiempo. En épocas de hambre, ayudaba a alimentar a muchas comunidades, familias y grupos grandes. En algunos países se prohibió porque se podían construir artefactos explosivos. Lo mismo vale para fabricar una bomba que para darle de comer a una familia entera. Y fue un sonido de la posguerra, por lo menos de las casas de Andalucía: ese sonido ‘pssssss’ bullendo toda la mañana, que me parece muy entrañable. Todo ese tiempo que se le dedicaba antes a la comida familiar se ha perdido. Ahora lo que suena es el ‘clin’ del microondas. Hemos cambiado mucho ese mundo de sonidos.

Una artista que utiliza y reivindica a la mujer andaluza y a la ‘ama de casa’, ¿qué siente ante ese estereotipo de lo andaluz que ha arraigado como algo chistoso o folclórico? Andalucía también es la tierra de Lorca, María Zambrano, Victoria Kent o Velázquez.

Yo creo que todos los estereotipos están mal y algo de razón tienen. Hay una base que, creo, es verdadera, pero al final reaparece confundida con la parte más frívola. Hay muchas características que definen a un grupo y le son propias, pero que no son para avergonzarse, incluso a veces son bonitas. A mí no me interesan las cosas negativas. Intento quedarme con lo positivo. Me encanta Andalucía, pero si voy a Galicia, me encanta Galicia. Igual si voy al País Vasco o Cataluña. Siempre intento buscarle esa explicación a las cosas que se han convertido en tópico, el verdadero origen. Y no utilizar aspectos muy hermosos y propios como algo negativo.

Alguien que se sirve tanto de las tradiciones españolas, ¿las ama, las aborrece o de todo un poco?

A mí las tradiciones me gustan. He aprendido a ver de dónde vienen, qué es lo más vinculado a las raíces geográficas o los antepasados, qué tiene que ver con la iglesia o los rituales de la cosecha. Lo que nos ha llegado es una especie de gazpacho: un poquito de verdad y un poquito de mentira. Y cada cual lo aliña según su propia herencia cultural.

Hablando de herencias culturales, ¿qué es para Pilar Albarracín ser española?

Haber nacido en España. Está bien que amemos nuestras raíces, pero sin considerarnos especiales. Tengo amistades de otros países, me encanta verlas amando sus raíces y sus propias cosas, pero, al final, todo es lo mismo. Lo que cambia es el traje, de flamenca en Andalucía y de pieles en Laponia. Como vamos con tantos prejuicios a veces no atendemos a las informaciones que nos aporta el folclore, por ejemplo.

¿Y de dónde le nace ese interés por los clichés culturales?

La verdad, no lo sé. Me nace y ya es bastante. Después te lo tienes que trabajar un poco. Evidentemente, cuando una se trabaja las cosas que le gustan lo hace con más placer y no lo considera un trabajo.

¿El arte de Pilar Albarracín es una impugnación al patriarcado?

Entre otras cosas, sí.

Tituló su retrospectiva de 2019 ‘Que me quiten lo bailao’: ¿el baile más difícil en su vida?

Ese todavía no ha llegado.

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