Entrevista: Lucía Olivera
Silvia Agüero Fernández (Madrid, 1985) se considera en primer lugar madre, porque se trata de la condición que más ocupa su tiempo, gitana, porque es la identidad que más le llena, y feminista, porque cree que vivimos en un mundo en el que todas las mujeres deben serlo casi por obligación. De estas identidades habla en la jornada ‘La maternidad y el permiso a la locura’ (sábado 14, 17.30, centro de recursos infantiles Bhima Sangha; inscripciónes en la web inscripciones.rivasciudad.es; con servicio de ludoteca para niñas y niños de 2 a 12 años). El encuentro forma parte de la programación municipal de Marzo Mujeres.
¿En qué consiste el sufrimiento psíquico en torno a la maternidad?
No estoy familiarizada con el aspecto teórico del término, pero a pesar de no conocerlo en profundidad, lo he padecido en primera persona. Cuando tuve a mi primer hijo, pasé por una depresión postparto muy fuerte debido al mal trago que viví en el parto y a la violencia obstétrica a la que me vi sometida, marcada también por el racismo. Durante todo el proceso de la depresión no conté con ningún mecanismo de ayuda por parte de la institución de la sanidad pública. La asistencia se limitaba a las pastillas contra la depresión. Al final, las madres recibimos de la sociedad una responsabilidad enorme, pero el sistema de salud no nos ampara en este tipo de procesos y en las violencias que sufrimos en esos momentos de la vida.
¿Qué falta para sentirse amparadas?
El patriarcado lo inunda todo y es promovido precisamente desde las propias instituciones, que son el lugar desde el que se nos agrede. Creo que las personas que forman parte de las instituciones deben recibir una formación específica, no solo por parte de profesionales y basada en la evidencia científica, sino también por parte de activistas como Marta Plaza [que participa en la mesa sobre maternidad] y de las personas que sufrimos esto todos los días.
¿Es la salud mental en la maternidad un tema tabú?
Por supuesto. El patriarcado, el racismo, el capacitismo [discriminación a la discapacidad] nos han hecho ver que cualquier cosa relacionada con la psicología y las madres debe ser tabú. Uno de los insultos más recurrente hacia las mujeres es el de loca. Esto nos empuja a intentar alejarnos de esos conceptos y decirnos a nosotras mismas que debemos ser capaces de aguantar todo, que las mujeres estamos hechas para parir y que, por tanto, no deberíamos sufrir ni física ni psíquicamente por ello. Cuando parí a mi primer hijo recuerdo que mi madre me decía que no llorara durante el parto, aunque me doliera mucho, porque, si no, el personal médico me trataría mal. Después del parto pasa igual: las madres no podemos quejarnos porque “lo importante es que el niño está bien”. Si tienes un hijo o hija sana no se entiende ni se respeta que no estés bien emocionalmente.
En el contexto de la salud mental y la maternidad, ¿cómo el racismo acentúa las agresiones que sufren las mujeres?
No todas las mujeres sufrimos lo mismo. Me di cuenta cuando parí a mi hijo. Tenía 19 años y durante el parto, mientras lloraba porque tendrían que inducírmelo, el personal médico me regañaba porque “las gitanas tenemos hijos muy pronto”. En los grupos de apoyo para mujeres que habían sufrido cesáreas, había muchas cosas con las que no me sentía identificada. A las otras mujeres, no racializadas, no les habían tratado con condescendencia ni examinado con lupa en cada proceso de la gestación, el embarazo y el parto. No se les había tutorizado por suponer que al ser gitanas no serían buenas madres. Tampoco habían sido enviadas a la habitación más alejada del punto de control tras el parto, porque esa es la habitación reservada a las madres gitanas, que “recibirán demasiadas visitas de sus familiares”. Este protocolo invisible se lleva a cabo en muchos hospitales y su implantación ha sido demostrada en varios países. Hablando sobre maternidad y racismo e invirtiendo los papeles me gustaría preguntar: ¿quién quiere que una doula gitana le acompañe en el parto?, ¿quién metería en su casa a una gitana que ha tenido cinco o seis hijos para que le enseñe a dar la teta?
Desde una posición de sororidad, ¿qué pueden hacer las mujeres privilegiadas no racializadas?
Hacer el esfuerzo constante de reflexionar sobre la diversidad, pensando en todas las mujeres, porque el patriarcado sabe interseccionarse con todas las demás opresiones, con el capacitismo, con el racismo… Nosotras tenemos que ser más inteligentes que el patriarcado para poder interseccionarnos y luchar juntas.