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Miguel Yael Pereda, a la conquista del aire

El joven vecino se abre paso en el mundo del vuelo sin motor: primer puesto en el campeonato nacional de esta disciplina en 2014 y segundo en 2015.

Miguel Yael Pereda, a la conquista del aire

Texo: Patricia Campelo. Fotografía: Mayte J. Cobas.

Los alrededores del Cerro del Telégrafo conservan vestigios de lo que un día fue la segunda escuela de vuelo sin motor que abrió sus puertas en España, durante la posguerra. Hasta entonces, los futuros aviadores debían desplazarse al centro de Monflorite, en Huesca, por lo que la ubicación en Rivas, en la zona que antes se conocía como Ribas del Jarama ¿con ‘b’-, de la escuela supuso un paso importante en el desarrollo de esta forma de conquistar el cielo.

«En las laderas del Cerro aún se pueden ver las rampas de lanzamiento que se usaban para lanzar los planeadores por el método de gomas», explica el vecino Miguel Yael Pereda, de 24 años, y actualmente residente en Alemania. Él conoce bien la historia de esta disciplina que ha convertido en su forma de vida. Ingeniero aeronáutico por la Universidad Politécnica de Madrid, logró el segundo puesto en el pasado Campeonato de España de Vuelo sin Motor, celebrado en Ocaña (Toledo), lugar al que se trasladó la escuela de aviación ripense cuando ésta echó el cierre por la cercanía con Barajas.

En la edición de 2014, en cambio, fue el piloto más veloz. Estos últimos triunfo de Miguel Yael vienen a continuar agitando su carrera, sembrada de logros en el campo de la aeronáutica sin motor o a vela: la disciplina aérea que utiliza corrientes térmicas para que los aviones sin motor o planeadores se mantengan en vuelo ascendente.

Mientras Miguel estudiaba en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería refundó el Club de Vuelos Aeronáuticos, junto con otros compañeros, una institución que había caído en el olvido y que el ripense presidió tres años.

«Me encargué de la compra del primer avión biplaza. Hoy en día el club ha crecido mucho, se ha comprado un segundo avión, esta vez monoplaza, y el número de pilotos aumenta. La idea principal de su fundación es promover las actividades aeronáuticas entre los estudiantes así como hacerlas económicamente viables siguiendo el modelo de los Akafliegs [abreviatura de clubes de vuelo universitarios] alemanes», explica.

FUTURO EN ALEMANIA

Buscando el pleno desarrollo para su formación, partió hacia Alemania, «el primer país del mundo en vuelo sin motor a todos los niveles», reconoce Miguel Yael. Los clubes de vuelo de las universidades alemanas se remontan casi a los orígenes de la aviación. «Los estudiantes trabajan 25 horas al mes en temas relacionados con la reparación y el diseño de planeadores y, a cambio, pueden volar gratis tanto como quieran», subraya.

En la universidad RWTH de Aachen (Aquisgrán), comenzó cursando 5º curso de su carrera con una beca Erasmus. «Aquí gané mi primera competición, la Euregio Cup 2013 y recibí el premio de mejor ‘rookie’ de la competición», relata en conversaciones vía mail, en los huecos que le permite su agenda académica. Tras el curso de Erasmus, decidió permanecer otro año más en Aquisgrán, trabajando de becario en la universidad a la par que en su proyecto de fin de carrera.

«Al terminar, me ofrecieron la posibilidad de continuar, con la idea de hacer un doctorado. Ahora llevo ya casi un año de asistente científico en la facultad de Aeronáutica. Si todo va bien, en enero empiezo con el doctorado, que dura en torno a 4-5 años», pronostica. Por el campus alemán reconoce Miguel Yael ver a muchos españoles.

«Vienen en su mayoría de Erasmus, para hacer prácticas o, también, para trabajar por un tiempo. Sin duda también sufrimos la precariedad en la ingeniería, es muy difícil encontrar compañeros con contrato indefinido. Según sales de la carrera la mayor parte de la gente se dedica a hacer prácticas, a salir de España o a continuar con su formación con un máster por la dificultad de encontrar un buen trabajo después de tanto esfuerzo», lamenta.

EL AVIÓN QUE NUNCA VOLVIÓ

Lo que comenzó como una afición empieza a consolidar a Miguel Yael con un nombre propio en el mundo del vuelo sin motor. Fue precisamente en las laderas del Cerro del Telégrafo donde el joven ripense, desconocedor aún de la práctica que allí acumularon los planeadores pioneros, situó los cimientos de su futuro, echando a volar su primer avión teledirigido, un regalo de sus padres. Según recuerda, tenía unos 12 o 13 años. «Era un modelo de planeador con dos motorcitos eléctricos que servían a la vez para controlar e impulsar el avión. En aquella edad no conocía la existencia de las corrientes térmicas: fuertes corrientes ascendentes de aire caliente, y decidí una mañana de verano ir a volarlo al Cerro del Telégrafo con un amigo. El avión nunca volvió con nosotros. Una térmica lo llevó tan alto que perdí la señal. Poco después dejé de verlo y nunca más volví a saber de él», relata.

Hoy en día, Miguel Yael vuela con un Standard Libelle «prestado muy generosamente por Ekkehard Schierle», puntualiza. Se trata, según explica, de un velero monoplaza de 15 metros de envergadura y diseñado en 1967, «pero se mantiene como uno de los aviones favoritos en los campeonatos del mundo de la clase Club», indica Miguel sobre el tipo de competición en la que él participa y que cuenta con los veleros más antiguos.

«Las competiciones de vuelo sin motor se dividen en diferentes clases dependiendo de las prestaciones del avión», aclara. «La Clase Club goza de gran éxito por la gran competitividad y bajo precio que tienen los planeadores. A su vez, dentro de cada clase, las puntuaciones de los vuelo se dividen por el handicap del avión. De esta forma se corrige la influencia de las mejores o peores prestaciones de tu avión en concreto, puntuándose solo la habilidad del piloto», explica.

SURCANDO CIELOS

Lo único que necesita Miguel Yael en sus vuelos son las corrientes de aire ascendentes para que el avión suba con el propio impulso de la fuerza aérea. No se utiliza ningún combustible, excepto el del torno que ofrece al avión la altura inicial para comenzar el vuelo. «Con la altura ganada se pueden recorrer muy rápido grandes distancias. El record del mundo de distancia es de 3008,8 kilómetros en los Andes, con una duración de 14 horas y 58 minutos», explica.

En su caso, sus mejores cifras las logró el pasado verano, volando durante 533,33 kilómetros los días previos al Campeonato de España. «Es un deporte totalmente limpio, silencioso y ecológico. Nada tiene que ver en este sentido con la aviación a motor, tampoco su precio. Si el deporte se popularizara más llegaría a ser mucho más barato», sostiene.

Desde hace dos años, Miguel Yael participa en el club Sillas Voladoras, que defiende y potencia la integración de personas con discapacidad motora en actividades aeronáuticas. Con este objetivo, el club desarrolla fórmulas para se puedan manejar los aeroplanos sustituyendo los pedales por una palanca que puede moverse con las manos. «Hemos obtenido importantes avances con la adaptación de un primer avión y la obtención de varias licencias», se congratula Miguel Yael.

Club Sillas Voladoras

Web: www.sillasvoladoras.com

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