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Texto: Patricia Campelo (para ‘Rivas al Día’ de noviembre de 2012)
Ya no confían en nadie y tienen claro que, en la defensa de su futuro, deben llevar las riendas. El hartazgo ante los recortes sociales se ha extendido entre la juventud española. Ana Lola Martínez (17 años), Cristina Félix (16) y Paco Mejías (17) estudian en institutos de Rivas y, junto con Íker Arroyo (20), dedican parte de su tiempo libre a organizar la respuesta a ese descontento en las calles.
Ahora trabajan en su propia ciudad, ya que el Sindicato de Estudiantes (SE) ha creado una delegación en Rivas. Una tarde a la semana, -«los viernes, pero estamos intentando cambiar el día», apunta Íker- se reúnen en la sala de la Casa de Asociaciones que la Concejalía de Participación les ha cedido.
Durante dos horas generan espacios de debate, preparan las próximas huelgas y manifestaciones, distribuyen el material que viene desde Madrid y confeccionan folletos y pancartas. En definitiva, cada jornada plantan las primeras semillas de la militancia con las que está germinando su conciencia crítica.
La última parada de su activismo la hicieron en las huelgas que, a mediados de octubre, paralizaron la enseñanza pública en colegios e institutos con ayuda de padres, madres y profesorado. «Hicimos una asamblea en el instituto y vino Íker a hablarnos», relata Cristina, alumna del IES Las Lagunas. «Acudir a las huelgas es voluntario, pero necesario», añade. Para concienciar al resto del alumnado, Ana Lola, Cristina y Paco repiten como coletilla un mensaje de alarma: «Se están cargando la educación; si no luchamos por nuestro futuro, nadie lo hará por nosotros».
Y, ¿el resto de estudiantes está convencido de esta lucha?: «En Rivas hay muchos jóvenes y mucho movimiento, pero podría haber más», indica Ana Lola, que además milita en las Juventudes Comunistas del municipio. «Hay bastante movilización pero falta algo de organización», matiza Íker, estudiante universitario y ripense desde hace una década. «En las manifestaciones ves a mucha gente de Rivas; hay un ambiente de lucha, pero hace falta organizarse», recalca.
Para ello, la labor del Sindicato de Estudiantes en el municipio es vital. Y para dar un impulso a la delegación ripense, la organización estudiantil celebra en la ciudad, entre el 9 y el 11 de noviembre, su XVI Congreso Estatal, el máximo órgano de decisión del sindicato. Allí participarán estudiantes llegados de todo el país y se hará balance general de las últimas movilizaciones, al tiempo que se elegirá la nueva Ejecutiva y se discutirá la intervención en la huelga general del 14-N.
EL FUTURO
Abordar las perspectivas futuras les cambia el gesto a estos jóvenes ripenses. Nunca antes habían pensado como ahora en el mañana. Y no pueden evitar que el pesimismo se cierna sobre ellos. «Dudo verme en la universidad con lo que están subiendo las tasas», lamenta Paco, que ansía ser profesor de educación física. «Seguramente haré algún módulo deportivo», resuelve.
Cristina y Ana Lola también se decantan por la formación profesional como alternativa a los costosos estudios universitarios. Íker, por su parte, estudia la carrera de biología y, este curso académico, ha visto incrementada su matrícula en 600 euros. «A este paso, no sé si al año que viene podré pagar un curso completo, lo que prolongará mi estancia en la universidad», razona. «Y, con las cifras de paro juvenil de más del 50% es difícil pensar más allá de la facultad», señala.
Los recortes en investigación y desarrollo (I+D) y la difícil situación del profesorado han torcido los dos caminos que Íker se podía plantear tras finalizar sus estudios: la investigación y la docencia. «Me veo engordando la cola del paro o viajando a otro país en el mejor de los casos», asevera. Paco, por su parte, lamenta el cambio que ha percibido en los últimos tiempos: »Antes veías que todo el mundo podía ir a la universidad y sabías que tú también podrías estudiar lo que quisieras, pero ahora no; hoy vemos cómo la gente empieza a no poder ir, y eso te genera incertidumbre».
Mientras esperan que llegue ese futuro incierto, las consecuencias del ‘tijeretazo’ en el presupuesto social ya se están percibiendo en las aulas. «Este año somos 35 en clase y, en ciencias 42; el primer día hubo cuatro o cinco que se tuvieron que sentar en el suelo porque se quedaron sin sillas», cuenta Paco, compañero de Cristina en el IES Las Lagunas.
«El año pasado no llegábamos a 30; la masificación se nota, te distraes más, el profesor se pone más nervioso…, y eso se traduce en una peor cualificación para nosotros», indica Cristina. El panorama no puede ser otro que el de la presión social en las calles. Así lo acuerdan los cuatro jóvenes, que creen que no cabe la resignación, ni se puede ceder ante el miedo. Y, ¿qué dicen las madres y padres?: «Mi madre está orgullosa y dice que sigamos manifestándonos», contesta Cristina.
«No hacerlo sería faltar a las luchas que hicieron nuestros padres y abuelos», responde Íker, que concluye: »Ese esfuerzo no puede quedar en vano; ellos lo pasaron muy mal y es nuestro deber defender lo que conquistaron».