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Fdez-Rañada: «La universidad debe iluminar a la sociedad»

Entrevista en 2007 con el presidente de la Real Sociedad Española de Física y catedrático en la Facultad de Físicas de la Complutense de Madrid antes de acudir a a Rivas a impartir una conferencia.

Entrevista: Nacho Abad Andújar / Publicada en ‘Rivas al Día’ de febrero de 2007.

El catedrático Fernández-Rañada llega al Centro de Educación y Recursos para Personas Adultas (CERPA) el miércoles 28 de febrero [de 2007] (19.30 horas, entrada libre). Su charla, titulada ‘La universidad, inventora de futuro’, analiza uno de los desafíos más urgentes y necesarios que debe acometer la sociedad española: transformar nuestras universidades en fábricas de ideas nuevas que repercutan en el progreso general, fomentando la labor investigadora y el conocimiento como pilares sobre los que edificar el futuro. Una frase suya resume las carencias de las que partimos: «La cultura española valora poco lo que es el conocimiento y la competitividad».

P. Muchas ideas que han transformado la sociedad han tenido su origen en las universidades. ¿Siguen teniendo ese dinamismo creador?

R. Las grandes universidades del mundo tienen un enorme dinamismo. Por ejemplo, en Estados Unidos han influido enormemente en su gran capacidad económica. Ya desde el siglo XIX comprendieron que la universidad tenía esa función social, y desarrollaron un modelo de universidad investigadora que enseña a la gente a tener los suficientes conocimientos para aprender una profesión. Pero también se cuidan de alimentar al país con nuevas ideas, ideas no sólo científicas, sino aplicables a otras cuestiones como sociología, economía, etc. Otros países como China, India o Corea están poniendo especial cuidado en sus universidades, porque saben que para competir con Occidente tienen que tener universidades buenas.

P. ¿Y cómo estamos en España?

R. El panorama no es todo lo bueno que sería de desear, a pesar de que en la universidad hay grupos de trabajo muy buenos. A mí me gusta mucho estar en la universidad. Se conocen personalidades muy notables de todos los campos. En la Universidad Complutense, la más grande de España, debemos ser unos 6.000 profesores, con un capital humano tremendo. Este capital humano debe usarse no sólo para enseñar a los estudiantes, sino también para transmitir a la sociedad conocimientos que puedan servir para discutir nuevas ideas. Por ejemplo, en la transición política, las universidades estuvieron tremendamente activas, porque vivíamos un nuevo periodo de nuestra vida. Ese espíritu hay que recuperarlo. Y las universidades también deben jugar un papel importante en el terreno técnico, ayudando a las empresas a ser competitivas.

P. ¿Y de quién es la responsabilidad de esa situación: de los gobiernos, de la comunidad universitaria?

R. La cultura española valora poco lo que es el conocimiento y la competitividad. La universidad también tiene la función de iluminar a la sociedad aportando ideas nuevas. Y en este país existe una idea, lanzada desde ciertos medios, sobre todo políticos y culturales, de que la universidad no debe ser elitista. Pero ese elitismo influye luego en que, por ejemplo, la economía vaya mejor. La Unión Europea sí se ha dado cuenta del problema, pero la solución va lenta. En la Cumbre de Lisboa de 2000 se habló de los países asiáticos emergentes, que cambiarán en 10 ó 20 años las reglas de la competencia internacional en economía. Eso obliga a la UE a mirar al mundo más globalmente. Pero los líderes de los países de la UE tienen una incapacidad notable para pensar globalmente, se preocupan sobre todo de las próximas elecciones. Algunos creen que es un signo de decadencia de la cultura europea. Aún así, Europa está mucho mejor que nosotros en término de universidades.

P. ¿Se entrena a los científicos para que sepan reflexionar y justificar las decisiones que hay que tomar continuamente en la investigación?

R. Uno de los problemas de la universidad española es que está alejada de los problemas sociales. En parte, está volcada sobre sí misma, y le falta interaccionar con la sociedad. Conviene que la gente cobre conciencia de ello. Hemos mejorado en los últimos 25 ó 30 años, eso está muy claro. Pero los indicadores internacionales muestran algo en nuestra ciencia que es preciso estender: está poco equilibrada, en el sentido de estar muy volcada hacia la ciencia básica en detrimento de las aplicaciones. Comparados con otros países, la diferencia es grande.

P. ¿Y tenemos un sector empresarial dinámico que demande la adquisición de esos conocimientos?

R. Hoy por hoy no. Hay una brecha preocupante entre la ciencia que se hace en universidad, que es muy básica pero puramente académica, y la ciencia aplicada [la que aporta nuevas soluciones a problemas específicos: industriales, sociales y económicos]. Y eso es malo para el país. Por ejemplo, el tema energético es un problema enormemente importante. Las empresas eléctricas españolas tienen innovación, pero no tanto como otros países. Y ahí es donde juega un papel importante la universidad, porque se podrían investigar más sobre aplicaciones para mejorar los sistemas de obtención de energía, almacenamiento y conservación. Y necesitamos mayor comunicación, porque también hay profesores en la universidad que podrían decir: ‘Voy a llevar los conocimientos a las empresas’. Nos falta ese reflejo.

P. Así como existen referentes culturales o filosóficos en la sociedad española, personajes públicos con cierta relevancia pública, ¿faltan referentes científicos?

R. España ha estado sin desarrollar la ciencia durante mucho tiempo. En el Manifiesto de El Escorial, que se lanzó hace diez años, se decía que en la transición política se habían intentado resolver los males históricos de España, como la pobreza de la población, la forma de gobierno (monarquía o república) o el papel del ejército. Pero no se tuvo en cuenta la ciencia. Existe una tradición científica escasa, pero con una figura impresionante, Ramón y Cajal, uno de los científicos más importantes de la historia. Ahora la situación está cambiando. Tenemos gente buena, pero hay que establecer una relación mayor con los agentes productivos de la sociedad.

P. En el ámbito educativo, y en la enseñanza secundaria, ¿sabemos enseñar ciencia de forma divertida?

R. En España se cuida bastante mal la enseñanza media, y dentro de ella, las ciencias un poco peor. Es sorprendete que esto no cause mucha preocupación. Hay que procurar hacer las cosas más amenas e interesantes. Siendo yo coordinador de Física de la selectividad lanzamos un programa basado en la idea de que la física trata del mundo que nos rodea, no de cosas abstractas y lejanas. Había algunos estudiantes de Bachillerato a los que gustaba ver por televisión los programas en los que se hablaba de los viajes espaciales. Les parecía divertido, y lo era, pero no relacionaban eso con la teoría de la gravedad. Ese año insistimos en ver el mundo de nuestro alrededor y conectar esa realidad cotidiana con la física. Y dio resultado.

P. Un libro tuyo es ‘Los científicos y Dios’. Fe y razón, ¿son compatibles?

R. Sí lo son. La idea de Dios no es un objeto científico. Desde la ciencia no es posible ni probar ni refutar a Dios. La religión trata de cuestiones que tienen que ver con el sentido de la vida, y eso, por ahora, no se ha podido incorporar dentro de un esquema científico. La ciencia y su característica de ser conocimiento público implica que todo el mundo pueda trasmitir, adquirir y comprobar dicho conocimiento. La religión no pertenece a esto porque no se puede comprobar. En cualquier caso, no es lo mismo cristianismo que iglesia, no es lo mismo religión que estructura eclesiástica. Si hay que criticar a las estructuras católicas o islámicas por sus posicionamientos ante ciertas tesituras científicas, se debe hacer. Antonio Fernández-Rañada. ‘La universidad, inventora de futuro’.

Miércoles, 28 febrero de 2007. 19.30 horas. En el CERPA (calle Picos de Urbión esquina calle Jaén).

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