El sueño americano hecho canasta. A sus 17 años, la ripense Sur Lozano se convertirá en una de las escasas jugadoras madrileñas que este año emprenderá vuelo a la élite de la liga universitaria de EEUU, la NCAA. Vestirá la camiseta de la Universidad Estatal de Cleveland, equipo englobado en la conferencia Horizon League, en la división 1 (máxima categoría, hay otras dos divisiones por debajo). El equipo del estado de Ohio juega en un pabellón con capacidad para 13.600 espectadores, el Wolstein Center. El centro universitario la ha becado por cuatro años, con retribución económica y residencia en vivienda. Estudiará la carrera de gestión empresarial orientada al mundo deportivo. Y entre clase y clase, hará lo que le apasiona: encestar, rebotear, asistir y correr sobre el parqué.
“Mi sueño desde pequeña siempre ha sido irme a EEUU y estudiar con una beca deportiva. Y lo voy a cumplir. Me gusta mucho la liga universitaria femenina”, cuenta una tarde de junio, mientras espera la confirmación del visado de residencia.
Criada en la cantera de Uros de Rivas durante cuatro temporadas en las categorías benjamín y alevín, pasó luego por otros tres clubes madrileños: Estudiantes (dos años en infantil, uno de ellos campeonas de Madrid), Canoe (otro par de temporadas en cadete, con un bronce autonómico) y Zentro Basket, su club hasta hoy, años de júnior. Se despide de España con otro tercer puesto regional. Un podio antes de volar a EEUU.
Con 1,81 m de altura y 70 kilos de peso, juega de alero (posición de 3). “Pero puedo hacer de todo”, aclara sobre la pista del pabellón del polideportivo municipal Cerro del Telégrafo, donde se queda con ella para la sesión fotográfica. “Ayudo a subir la pelota. Como puntos fuertes, el uno contra uno en carrera y también en estático. Este año he mejorado mucho el tiro, especialmente de tres”, responde cuando se le pregunta por sus fortalezas.
Sur se ha criado en una familia deportiva. La madre, almeriense y funcionaria, remató y bloqueó en voleibol. El padre, economista, llegó a vestir la camiseta rojiblanca del Atlético de Madrid como jugador de balonmano. La joven lleva toda la vida viviendo en Rivas, aunque nació un verano en Roquetas de Mar, mientras la familia disfrutaba de las vacaciones en tierras sureñas, de donde es la madre.
“Mi sueño desde pequeña siempre ha sido irme a EEUU y estudiar con una beca deportiva. Y lo voy a cumplir. Me gusta mucho la liga universitaria femenina”, cuenta una tarde de junio
Alumna del centro educativo Luyfe, asume que la calidad y dimensión del baloncesto estadounidense le exigirá como nunca: “He de crecer más en defensa, no porque lo haga mal, sino porque puedo dar más. Y seguir mejorando el tiro. Aunque tenga confianza, allí se juega mucho tirando. Físicamente necesito ganar más fuerza”.
¿Y por qué ese salto a la liga universitaria, qué espera de esta aventura? “Espero aprender y mejorar como jugadora. Cuando finalice mi etapa en EEUU, sé que la Sur que se marche será completamente distinta a la Sur que llegue. Como jugadora y como persona. Es una experiencia de madurez”, pronostica.
Ahora llega la vida independiente. Sin el cobijo familiar. Compartir apartamento universitario con otra jugadora. Eso sí: con habitación y baño propios. Su equipo, Cleveland, ha renovado la plantilla casi al completo: “Se han quedado solo con tres jugadoras del año pasado; el resto somos nuevas. Seis, extranjeras”.
¿Y por qué Cleveland, la ciudad que en baloncesto masculino vio ganar un título de la NBA a LeBron James en 2016? “Han mostrado mucho interés en mí y su propuesta deportiva y universitaria me ha gustado. El estilo de juego es muy afín al mío, puedo encajar bien: rapidez, defender mucho, robar la pelota y correr”.

Y enumera otras comodidades: el campus universitario donde residirá se encuentra a dos minutos en coche de la ciudad. Y el apartamento a dos minutos del pabellón. “Un pabellón tan grande como el Movistar Arena. Imagínate jugar allí. El público de la liga universitaria es de guerrilla y ruidoso. No se conforma con ir al partido y mirar. No, allí se anima mucho”, se entusiasma anticipando el horizonte que le espera.
En tierra americana seguirá luciendo el dorsal 19: “Lo llevo por una entrenadora, Elena, de Uros de Rivas. Mantengo una relación muy bonita con ella. Elena jugaba con el 19. Le tenía tanta admiración que en alevín me puse su número. Ese año me convocaron para la selección madrileña. Y en liga autonómica nos clasificamos por primera vez para cuartos de final. Y al final de temporada, vino a ficharme Estudiantes. Todo sucedió en el año 2019”.
REFERENTES
Como referentes actuales, menciona a Paige Bueckers, una base de 24 años, elegida primera del draft de la WNBA este 2025 por Dallas Wings. También cita a Caitlin Clark, máxima anotadora en la historia del baloncesto universitario, hoy ya en la WNBA. Y a la legendaria Diana Taurasi, retirada y aún máxima encestadora de la liga profesional femenina. Ya en España, surgen los nombres de Alba Torrens, Anna Cruz o Marta Xargay.
En tierra americana seguirá luciendo el dorsal 19: “Lo llevo por una entrenadora, Elena, de Uros de Rivas. Ella jugaba con el 19. Ese año me convocaron para la selección madrileña. Y al final de temporada, vino a ficharme Estudiantes. Todo sucedió en 2019”.
Dice el padre, que como la madre ha ejercido de taxista todos estos años llevando a Sur y su hermano a entrenamientos y partidos, que su hija es una persona “con mucha facilidad de trato, muy autodidacta y con una alta capacidad de integración y adaptación. Como jugadora es muy polifacética, se amolda a cualquier posición. Juega de 2-3, escolta alero, pero puede subir el balón o rebotear de 4”.
La familia vive con “ilusión” el futuro de la hija. Pero habrá que “llevar el pañuelo el día que salga el avión. Todo este proyecto ha sido suyo, ha perseguido la beca a EEUU durante años”, relata el padre.
Joven inquieta, ha practicado toda su vida diferentes deportes: kárate, patinaje, pádel, tenis o natación. También ballet y flamenco. Y en atletismo quedó subcampeona madrileña de salto de altura con 11 años. La pequeña superó el listón en 135 cm.
De un deporte a otro, pero siempre jugando al baloncesto, desde que se apuntó en el cole porque su hermano mayor –hoy en Uros- ya lo practicaba: “El baloncesto lo es todo. Mi vía de escape. Lo que me ayuda cuando estoy estresada. Y si estoy feliz, también baloncesto. Si no entrenara, no sé qué haría en mi tiempo libre. Mis mejores amistades vienen del mundo de la canasta. Creas una familia, tanto tiempo con las compañeras. Compartes cenas, celebras cumpleaños… Hemos terminado la temporada y nos vamos a la playa de Cádiz una semana a casa de una amiga”.
Sol y mar atlánticos antes de saltar a Cleveland, la ciudad que también se baña en otro azul: las orillas de uno de los cinco Grandes Lagos de EEUU: el Erie (Ohio). La ripense Sur, con el 19 a la espalda, en la liga universitaria estadounidense.


