Hay dos goles que brillan con luz propia en la historia del fútbol femenino español: uno lo marcó Olga Carmona, en la final que nos brindó el Mundial del pasado verano; el otro tiene nombre ripense, el de Milagros Esteban.
La jugada se inició en el centro del campo. Inma, la capitana de la selección española, dribló con soltura a una contraria, le pasó el balón a Victoria y Milagros Esteban logró deshacerse de su marca para recibir el balón en el borde del área y marcar un tanto que terminaría pasando a la historia: aquel fue el primer gol oficial de España en fútbol femenino. “Lo recuerdo muy bien, y eso que, a veces, ando un poco desmemoriada con la cabeza”, apunta la propia Milagros, una vecina de Rivas que, de alguna manera, rompió la férrea barrera del machismo en el fútbol.
Hasta 1983, la Federación Española no asume como propia a la selección: la ripense estrenó la red contra Francia (2-2)
Fue contra Francia (2-2), en el Mini Estadi, el viejo campo de entrenamiento del FC Barcelona, en 1984. “Íbamos a jugar en el Camp Nou, pero llovió y nos dijeron que íbamos a estropear el campo, y por eso nos cambiaron de terreno”, explica Milagros a ‘Rivas al Día’, evocando aquella “sensación nueva” de ver a “bastante gente, de repente, gritando gol”. “Se vinieron todas encima de mí y fue muy agobiante –bromea– porque ahí abajo no se puede respirar”.
La historia de Milagros es la historia de muchas niñas que soñaban con saltar a la hierba y poder competir de igual a igual en un deporte que ha sido, casi siempre, exclusivo de los hombres. Sin embargo, su sueño terminó por hacerse realidad: “Lo mío de darle al balón era de nacimiento”. “También he tenido mucha suerte –relata– porque mi padre jugaba al fútbol, de ahí me viene la afición, y mi madre siempre ha estado muy adelantada a su tiempo. He tenido su apoyo al cien por cien”. De hecho, recuerda como uno de sus mejores regalos el Tango, el balón con el que Kempes marcó el gol definitivo de Argentina en la final del Mundial de 1978.
Hay dos goles que brillan con luz propia en la historia del fútbol femenino español: uno lo marcó Olga Carmona, en la final que nos brindó el Mundial del pasado verano; el otro tiene nombre ripense: Milagros Esteban
Esta vecina ripense empezó haciendo atletismo, “porque en el fútbol no encontraba hueco”, hasta que la probaron en el Club Parque de Alcobendas. “Tenía dudas de si me cogerían o no, pero sin falsa modestia, es que me regateaba a todas”, comenta con un brillo en los ojos que delata su amor por el balompié. De ahí a la selección había solo un paso. Cuando Milagros Esteban fue convocada por el seleccionador, el combinado español llevaba ya cierta trayectoria.
CON 18 AÑOS
Independiente, clandestina, outsider… Da igual el adjetivo, porque no fue hasta 1983 cuando la Real Federación decidió asumir como propia al combinado nacional femenino. El entrenador, Teodoro Nieto, llamó a dos o tres de cada equipo, y “ahí que fuimos una marabunta”, dice Milagros: “Jugamos un partido y él iba oteando y se acercaba, te decía que le habías gustado y te convocaba”.
Milagros tenía entonces 18 años. La mayor de aquella selección tenía 31, porque entonces no existían las categorías inferiores. “Técnicamente éramos buenas, pero físicamente no”, señala, achacando esta circunstancia a la falta de disciplina y continuidad en los entrenamientos con sus respectivos equipos. “Aguantábamos por amor propio. Al principio ganábamos muy pocos partidos (el primero en Zurich, contra Suiza, también en 1984), porque todas las selecciones nos llevaban ya años”.
En 1988 llegó a Rivas, empezó a jugar al tenis y pasó a formar parte del primer equipo de fútbol sala femenino de la zona, en Covibar. Reconoce que las mujeres siguen encontrando barreras en el fútbol, pero que “se ha avanzado”
Ninguna de sus compañeras, de las que guarda “muy buenos recuerdos”, con otras incluso mantiene una relación de amistad, vivía entonces del fútbol. Sin embargo, las concentraciones en el hotel Colón, en Conde de Casal, y los entrenamientos en la sierra y en la Ciudad Pegaso, eran uno de esos privilegios que jamás hubieran imaginado. “Ahora las chicas tendrán todas las facilidades en cuanto a equipación y recursos para entrenar, pero a nosotras nos dejaban un montón de ropa y de botas que sobraban de los chicos y tenías que ponerte la que fuera”, recuerda Milagros. Y añade: “Y aún así, viajábamos en avión, a un hotel estupendo, aunque no te pagaban más que unas dietas que daban para comprar un regalo a la familia. Para mí, todo aquello ya era un premio”.
FÚTBOL SALA EN COVIBAR
En 1988 llegó a vivir a Rivas, empezó a jugar al tenis y al cabo del tiempo pasó a formar parte del primer equipo de fútbol sala femenino de la zona, en Covibar. Reconoce que las mujeres siguen encontrando barreras en el fútbol, pero que “se ha avanzado bastante”. “Desde que yo empecé, incluso hemos llegado a ganar un mundial”, dice en referencia al ganado en Australia el pasado verano en una vibrante final contra Inglaterra.
Hace muchos años que se descolgó del deporte que le dio todo en su juventud, aunque no se perdió aquella final: “Lo vi con otras dos compañeras del fútbol, en casa, nos vestimos con las camisetas y lo estuvimos celebrando”. ”Me hubiese gustado estar ahí, de todas, todas, pero yo exprimí mi experiencia al máximo, como si cada convocatoria fuera a ser la última”, confiesa.