El waterpolo ripense ya tiene su campeona de Europa. La alegría acuática se llama Irene van den Heuvel Medina, de 15 años y residente en Rivas desde los dos, cuando llegó con su familia procedente del barrio de Moratalaz. Jugadora del Waterpolo Ciudad de Rivas, ha sido una de las 14 integrantes de la selección española cadete que ganó el oro continental el pasado mes de junio en Zagreb (Croacia). Es la primera vez que España alza el título europeo en la categoría. Hasta ahora, la vitrina estatal guardaba como tesoro más preciado el bronce de 2021.
Para Irene ha sido llegar y besar el oro, en su convocatoria de estreno con la selección. Nunca antes se había enfundado el bañador y gorro nacionales. Un debut con chapoteo glorioso. Y aportando seis goles durante el campeonato, que España dominó con solvencia: se impuso en la final a Grecia por 10-4 y en semifinales a Italia por 14-8.
Como es cadete de primer año, si mantiene el nivel y la convocan de nuevo, podrá disputar el mundial de 2024, sin fecha ni lugar decididos aún. “Es mi gran ilusión ahora, el mundial”, cuenta una mañana de finales de julio.
Cuando se hace esta entrevista, Irene acaba de regresar de Palma de Mallorca, donde ha despedido la temporada con su equipo ripense, que ha alcanzado la sexta plaza en el campeonato de España. Que Rivas haya metido a su equipo cadete entre los ocho mejores del país ilustra el progreso del waterpolo local. En liga madrileña finalizaron terceras, tras quedar primeras en la fase regular. También ha disputado partidos con el equipo sénior, que ha acariciado el ascenso a la división de plata estatal. Un año de gran esfuerzo e intensidad deportiva.
¿Y cómo es jugar un campeonato de Europa? “Las sensaciones, al principio, son muchos nervios mezclados con muchas ganas. Yo nunca había jugado con la selección española. Sentía muchas cosquillitas en el estómago. Ganar el Europeo fue una liberación, la recompensa al esfuerzo de todo el año. No teníamos claras las expectativas, no conocíamos a nuestras rivales”, relata esta exalumna del colegio público Victoria Kent y del instituto Duque de Rivas, donde cursó 1º y 2º de la ESO.
«Yo nunca había jugado con la selección española. Sentía muchas cosquillitas en el estómago. Ganar el Europeo fue una liberación»
Irene jugó todos los partidos del Europeo. Y calzó seis goles: dos a Serbia (en cuartos de final; 18-5) y otro par a Países Bajos e Israel (ambos en la fase de grupos: 20-7 y 24-6, respectivamente). En Zagreb jugó en la posición 4-5, atacante izquierda, cuando en Rivas suele emplearse de 3 (posición más defensiva: marca a la boya contraria y ataca por el centro, con menos posibilidades de anotar).
ALTO RENDIMIENTO
Por su talento, Irene entrena en el centro de alto rendimiento del Instituto Madrileño del Deporte (IMDER), en la piscina del Mundial 86: junto a 20 jugadoras madrileñas, otras tres de Rivas, que la federación mima por su posible proyección deportiva.
La pasada campaña, el día empezaba con casi tres horas de preparación e inicio madrugador: se lanzaban al agua a las 7.30 de la mañana. Y a las 10.30, clase en el instituto Ortega y Gasset, normalmente hasta las 16.20 (en septiembre empieza 4º de la ESO). Dos tardes tocaba sesión vespertina en el IMDER. Y a ese frenesí se añadían los entrenamientos con el club ripense: lunes y viernes, de 21.00 a 23.00. “Necesitamos más agua en Rivas. Con esos horarios nocturnos, los más pequeños tienen problemas para entrenar”, reivindica Irene.
De madre sanitaria (matrona en el centro de salud Santa Mónica) y padre que trabaja en el sector de las energías renovables (y neerlandés, de ahí el primer apellido), Irene ha colgado la medalla en un gancho de la pared de su habitación, de donde penden ya más de 10 metales. Y no todos de waterpolo, porque esta joven inquieta, que quizá estudie Psicología en la universidad –aún quedan tres cursos para decidir- también ha practicado yudo y sófbol.
«A pesar de la exigencia, voy a entrenar para pasármelo bien. Y no me hubiera quedado en waterpolo si no hubiera tenido el bloque de amigas que tengo»
Al waterpolo llegó hace seis años, cuando tenía nueve, y con su hermano Guille, hoy 16 años y jugador también del Ciudad de Rivas. “Íbamos los dos a natación al polideportivo Cerro del Telégrafo. Nos empezaba a cansar. Y nos comentaron la posibilidad de probar en waterpolo. Estuvimos un mes y nos enganchó”, recuerda. El waterpolo arrastra fama de deporte duro: el esfuerzo de nadar de portería a portería, mantener la flotabilidad ante una rival pegajosa… Irene lo confirma: “Es un deporte exigente. Pero si tienes ganas de trabajar en equipo es un deporte para ti. Quizá todo ese esfuerzo contribuye a que se hagan muy buenas amistades. En mi caso, y a pesar de la exigencia, voy a entrenar para pasármelo bien. Y no me hubiera quedado en waterpolo si no hubiera tenido el bloque de amigas que tengo ahora”.
Una tesis que sostenía el presidente del club ripense, Iván Rico, en el reportaje que ‘Rivas al Día’ dedicó a la entidad en junio: “Es un deporte que requiere mucho esfuerzo. No es fácil mantenerse en el agua. Junto con el ciclismo, es de las modalidades más exigentes. Reclama disciplina. Tienes que nadar mucho, pero mucho, para competir a un nivel interesante. Y como cualquier deporte de equipo, precisa de un compromiso. Si todo el mundo no ataca ni defiende con la misma intensidad, el equipo hace aguas. Todo eso une mucho. Y ese sufrir con gusto en el agua genera equipos muy compactos y con complicidad”.
Lo corrobora Irene: “Lo que más me gusta es cómo nos ayudamos unas a otras. Se genera un gran ambiente. Los findes, como somos muchas, quedamos después o antes del partido y hacemos grupo. Voy a seguir en waterpolo y en mi club, gracias a Rivas he llegado donde estoy. También gracias a mi familia”.
«Lo que más me gusta es cómo nos ayudamos unas a otras. Se genera un gran ambiente. Y gracias a Rivas he llegado donde estoy»
La familia, a estas edades, adquiere importancia deportiva. Pilar, la madre, lo resume: “La familia se tiene que adaptar a los horarios deportivos de los hijos. Y, en nuestro caso, cuidamos que el exceso de presión no se vaya de las manos. El día a día es muy duro: estudiar, entrenar, disfrutar del ocio… Hay que apoyarles anímicamente. Tienen jornadas en las que pasan casi seis horas en el agua. No quieres que lleguen al límite. Nada merece la pena si llegas a un límite que te hace explotar”.
ESTELA DE AGUA
Casualidades deportivas, la charla con Irene y su madre se mantiene minutos después de que la selección española sénior se clasificara para la final del mundial de waterpolo, tras ganar a Australia 12-9 [finalmente fueron subcampeonas]. La hazaña de las mayores abre una estela de agua que guía a las jóvenes. Y en esa estela se sumerge Irene y su sueño: el mundial de 2024.