Marcos Sánchez-Silva acaba de regresar de Pontevedra, donde ha firmado un meritorio octavo puesto en el campeonato del mundo sub 23 de lucha grecorromana. El balance de su participación en este mundial es “positivo”, aunque regresó “con la espina de no volver con una medalla”, viendo cómo había ido evolucionando la competición.
El luchador ripense, de 23 años recién cumplidos, cayó en cuartos de final con el luchador hindú Vikas Vikas, en un combate que “iba a ser el más fácil”. El asiático presentó un muy buen estado de forma, dominó la posición y consiguió que Sánchez-Silva fuera expulsado varias veces del tapiz. “En principio fue una sorpresa la mejoría del hindú de un año a otro, tras ganar dos combates pensaba que éste iba a ser el más fácil. Yo esperaba ganarle, desde luego”, confiesa el integrante del Club de Lucha Rivas en conversación con Rivas al Día.
Antes de plantarse en cuartos, Sánchez-Silva se había deshecho de dos rivales muy duros. El primero en caer fue el sueco Miru Olsson. El ripense llegó al combate con una sensación de máxima igualdad, “estábamos al cincuenta por ciento”, señala, porque “es un chico muy parecido a mí en condiciones físicas”. “Fue un combate muy ajustado pero al final él estaba un poco más cansado, hubo una situación límite y tuve que tirar de fe”, explica al teléfono, en el hueco que le dejan sus jornadas intensivas en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid.
El segundo rival que cayó ante Marcos Sánchez-Silva fue el polaco Kamil Czarnecki, que se puso por delante en el marcador con un potente desequilibrio, pero que fue penalizado por sus agarres bloqueantes y por una última pasada atrás con la que el español cerró el combate. “Tuve que hacerle un combate como el partido que le plantearía un equipo pequeño a un equipo grande -dice el luchador ripense, haciendo un símil con el fútbol-, tuve que ir complicándole el combate al principio para desgastarlo”.
Con sus 72 kilos de peso, Marcos Sánchez-Silva ha mejorado la duodécima posición alcanzada en el último mundial, celebrado en Serbia en 2021. Ahora está centrado el Europeo Absoluto y en el Campeonato de España de este año, aunque no pierde de vista los clasificatorios para los Juegos Olímpicos de París del año que viene: “Es el objetivo que tiene todo niño cuando empieza a hacer deporte. Es verdad que está lejos, porque tengo que cambiar de categoría y subir de peso”, apunta el luchador de Rivas, que se plantea el sueño olímpico como “un objetivo a largo plazo”.
Antes de convertirse en profesional y de acometer jornadas maratonianas en el Centro de Alto de Rendimiento de Madrid, con entrenamientos dobles de lunes a sábado, Marcos Sánchez-Silva dio sus primeros pasos con apenas siete años, de la mano de su padre y entrenador, fundador del Club de Lucha Rivas. Dice que “fue fácil” decantarse por la lucha, mientras otros niños lo apostaban todo al fútbol o a otros deportes mayoritarios. “Es verdad que siempre existe la broma con la lucha libre de la tele, pero estoy aquí porque el club de lucha de Rivas se movió en esos años por los institutos y al final se dio a conocer”, explica.
LA BÁSCULA
Como todas las personas que practican lucha, Marcos Sánchez-Silva anda siempre pendiente de la báscula, porque “es un deporte en el que tienes que dar el peso y es difícil durante todo el año mantener una disciplina alimenticia”. En todo caso, dice, “intentamos comer siempre bien”.
“Salen muchas dietas innovadoras, pero yo trato de comer de todo y cuando tengo que bajar de peso bajo cantidades, pero sigo comiendo lo mismo”, apunta, consciente de que hay veces que “el peso se complica y prácticamente tienes que dejar de comer”.
