Texto: Nacho Abad Andújar
Campeón del mundo júnior de natación. A sus 16 años, Hugo González (Palma de Mallorca, 1999), vecino ripense desde otoño de 2014, es el nadador más veloz del planeta en 200 metros espalda en su categoría.
Una gesta acuática realizada el pasado 30 de agosto en Singapur frente a competidores dos años mayores que él. En la piscina de la ciudad asiática también se colgó el bronce en 400 estilos. Y pudo traerse otra plata a España si una decisión de los jueces no le hubiera descalificado en los 200 estilos por un viraje mal ejecutado [en el mundial también participó otra ripense, Marta Cano: octava con el relevo español en 4×200 libres y 27ª en los 100 libres]. Miembro de la Agrupación Deportiva Natación Rivas desde los 11 años, este verano ha fichado por el club Canoe.
«No me creía que había ganado. Cuando toqué la pared y miré el marcador, pensé que me iba a pasar algo como en los 200 estilos. Me dio por pensar que mi tiempo no era real. Pero transcurrieron los segundos y empecé a ser consciente de que era campeón». Mes y medio después, con el crepúsculo otoñal asomando por los ventanales de la piscina del polideportivo municipal Parque del Sureste, González recuerda el momento en que su mano acarició la gloria deportiva, cuando sus dedos se estiraron hasta el infinito para alcanzar la pared de la pileta.
En un sprint antológico, aventajó en 28 centésimas al segundo, el estadounidense Michael Taylor, tras ejecutar unos 50 metros finales alucinantes: empezó tercero el último largo y, tras una fulgurante remontada, se convirtió en campeón del mundo. Su 1.58,11 le hubiera valido para disputar los Juegos Olímpicos de Londres 2012, y se ha convertido, además, en mejor marca española de todos los tiempos en 16 años. Algo que en Hugo deja de ser noticia: también acumula los mejores registros nacionales históricos en 50, 100 y 200 espalda y 200 y 400 estilos.
Su mirada ahora se proyecta sobre la otra orilla del Atlántico. «Ser olímpico es un sueño», proclama. «Si nada se tuerce, porque hablamos de una edad comprometida, le podemos ver en Río de Janeiro 2016. Pero sus Juegos serían los de Tokio 2020, donde puede convertirse en medallista», pronostica Raúl Bueno Sánchez, Ule, técnico de la Agrupación Deportiva Natación Rivas, club heredero de la sección acuática del desaparecido Covibar y bajo cuya estela ha competido el joven ripense las últimas cinco temporadas [ahora lo hará con Canoe, entidad madrileña con mayor presupuesto].
La marca conseguida en Singapur alcanza la mínima establecida por la Federación Internacional de Natación (FINA) para Río 2016. Aunque para esa cita se ha fijado un sistema distinto al de Londres 2012. «Cada país», explica Hugo, «propone sus mínimas nacionales, que deben de ser iguales o inferiores a las de la FINA, que yo he logrado. Ahora tengo que alcanzar la mínima de mi país en un campeonato concreto, el Open de España. En 2015 se celebró en marzo. En 2016, se supone que será en primavera en piscina cubierta».
UNA GENÉTICA PORTENTOSA
«En 20 años que llevo de entrenador, nunca he visto un caso como el de Hugo», confiesa Ule. «Es un portento genético. Mide 193 cm con 16 años y tiene una proyección de crecimiento hasta 200 cm. Su envergadura actual es de 204 cm. Eso le da una cierta ventaja, especialmente en llegadas ajustadas como la final del mundial, que se decidió por centésimas. En una prueba igualada, puede hacer tres brazadas en lugar de cuatro. Esos pequeños detalles marcan la diferencia entre el oro y la plata», prosigue Ule, que además coordina las escuelas deportivas municipales de natación del club.
«En Rivas hemos tenido nadadores de talento, pero ninguno como éste. Es muy completo. Ejecuta los cuatro estilos perfectamente [crol, braza, mariposa y espalda]. Además, es muy humilde y trabajador, siempre con los pies en el suelo», describe Ule.
«Es una persona bastante tranquila», corrobora su padre, Juan Miguel González. «Ante cualquier circunstancia o novedad, lo medita todo. No se exalta. Ya sean situaciones ventajosas o complicadas, las madura y reflexiona», comenta este mallorquín, funcionario y padre de tres hijos que amagan con convertirse en estrellas acuáticas. Sí, los vástagos de la familia González de Oliveira [la madre es brasileña], residente en Rivas desde otoño de 2014, se deslizan por el agua como relámpagos.
Hugo es el mayor. Nadia (infantil) y Rubén (alevín), mellizos de 13 años, ya despuntan [las categorías varían para chicas y chicos según las edades]. Ella ganó el bronce en los 200 libre en los Europeos de julio (Festival Olímpico de la Juventud), disputados en Tiblisi (Georgia), donde también pulverizó la mejor marca nacional en 13 años.
Los tres entrenan y estudian en el Centro de Tecnificación de Madrid (CTM), factoría donde la federación madrileña forma y pule a talentos con futuro. A las instalaciones capitalinas acuden cada mañana bien temprano.
Hugo se levanta a las 6.00. Desayuna «leche con galletas, revuelto de huevos con salchichas o bacon, tostada, fruta y algún que otro bollito», describe el padre, que matiza ante tal despliegue alimentario: «Si no, no aguantaría el entrenamiento». Llega al CTM a las 6.45. Y a las 7.00 ya se ejercita, en seco o en agua, depende del día. Hasta las 10.15. A las 10.30 comienzan las clases. El almuerzo, a las 13.50. Y vuelta al aula a las 14.40. Hasta las 16.20, cuando se zambulle de nuevo en el azul hasta las 18.30.
Una vez de vuelta a casa, hace los deberes o descansa, según la jornada. Y se acuesta a las 21.00. «Hace falta dormir. Si no duermo bien, lo paso mal al día siguiente», explica tras chapotear unos largos en la pileta ripense, donde se ha quedado con él, su padre, su madre y el entrenador del club para realizar el reportaje.
¿Fastidia madrugar? «Te acostumbras, pero siempre duele», responde. A su alrededor se arremolinan chicas y chicosde entre ocho y nueve años que salen del agua tras una sesión de entrenamiento. «Flipamos contigo», le dice uno. «Eres un máquina», insiste otro. «¿Qué tal, cómo os va, disfrutáis?», pregunta Hugo con desenvoltura. «Mucho», responden varios al unísono. «Pues a seguir así», aconseja él. «A ver si llegamos a ser como tú», se descara otro.
UN REFERENTE
«Es un encanto de chaval, como persona y como deportista. Es de talante sencillo. Nunca se ha creído por encima de nadie. En los relevos lo da todo. Jamás hace sentir que es superior a los demás. Sobresale desde muy pequeñito. Lleva dos años compitiendo internacionalmente [sólo se puede a partir de infantil: 15 y 16 años]. Es un modelo, un referente», dibuja María del Carmen Pino, coordinadora de la sección de natación del club [hay otra de waterpolo].
Para la agrupación deportiva y para la ciudad, la gesta de Hugo es histórica. «Hemos tenido gente que ha participado en algún Europeo, pero ir a un mundial y ganar es algo que ni soñábamos», explica la responsable de Natación Rivas.
«Hugo ha llevado el nombre de Rivas a lo más alto. Ha puesto el broche a una temporada maravillosa de éxitos deportivos», decía la concejala de Deportes, Aída Castillejo, la tarde en que ella y el alcalde de la localidad, Pedro del Cura, recibieron al nadador, a su familia y al club en el Ayuntamiento.
La edil se refería a un año en que varios deportistas o equipos se han subido a lo más alto del podio estatal: el cadete femenino de voleibol, el cadete masculino de fútbol sala, el cadete de sófbol del Dridma, los equipos sénior femenino y masculino de Diablillos en triatlón, los competidores cadetes y absolutos del club de lucha o el título nacional y subcampeonato del mundo júnior del patinador artístico Sergio Canales (ver reportaje en páginas 36-37), entre otros. Por no citar los títulos madrileños: cuatro campeones autonómicos en hockey (Rivas Las Lagunas) o los dos en baloncesto femenino del Rivas Ecópolis (también plata nacional del júnior).
ASIMILAR EL ORO
Cuando se pregunta al padre si esperaba el oro, se sincera: «La competición que ha hecho ha sorprendido a todos, incluso al propio Hugo. La expectativa era llegar a alguna final, que ya es mucho nivel, especialmente cuando se trata de un campeonato del mundo. El oro es algo que todavía estamos asimilando».
Menos cauto se muestra el entrenador Ule: «Si te soy sincero, no me sorprende. Según la evolución de su último año, intuía que conseguiría medalla. Su marca, por ejemplo, no me ha extrañado». Los tiempos del ripense, recuerda el técnico, se corresponden, a su edad, con las de Aaron Peirsol, campeón olímpico en Pekín 2008.
Ya lo saben, si el próximo verano miran por la tele los Juegos Olímpicos de Río, permanezcan atentos: tal vez un ripense nade en ellos. Aunque su horizonte más prometedor, si todo sale bien [hablamos de edades frágiles], es Tokio 2020. De momento, ya es campeón del mundo júnior. Eso quedará para siempre.
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Una familia nacida para nadar
De madre brasileña y padre mallorquín, Hugo González de Oliveira (Palma de Mallorca, 1999) vive en Rivas con su familia desde otoño de 2014. Llegaron procedentes del barrio madrileño de Cuatro Caminos. Sus otros dos hermanos, Nadia y Rubén (mellizos de 13 años), también nadan y apuntan maneras.
Los tres acuden diariamente al Centro de Tecnificación de Madrid, donde estudian y entrenan, bajo la tutela de la Federación Madrileña, jóvenes a los que se les presupone cierta proyección deportiva.
«Con tres hijos, no puedes tener un nadador, un futbolista y una jugadora de voleibol. O todos nadadores o todos futbolistas. Si ya estamos de taxistas, imagínate con tres deportes distintos yendo a lugares diferentes», bromea el padre de esta saga acuática, Juan Miguel González Fernández. «Sinceramente, a los dos pequeños les apuntamos forzados por el primero, pero les ha ido gustando», declara.
La pertenencia de Hugo al ya desparecido club Covibar y hoy Natación Rivas se fraguó cuando el joven tenía ocho años. Como sucede con muchas familias, sus padres lo apuntaron a un curso para que se desenvolviera bien en el agua. Para evitar sustos en la piscina o la playa.
«Lo inscribimos a un cursillo cuando tenía cinco años. Entonces vivíamos en San Javier (Murcia). Un monitor, que le vio cualidades, nos dijo que se lo dejáramos sin coste alguno. Estuvo tres meses con él. Y al finalizar, porque tuvimos que venirnos a Madrid por circunstancias laborales, nos aconsejó que, en cuanto llegáramos a la capital, le buscáramos algún club o lugar donde pudiera practicar», resume Juan Miguel.
«Primero fuimos a la Federación Madrileña. Una de las responsables de la Escuela de Iniciación a la Competición de Madrid, Cristina Prieto, le hizo unas pruebas y nos dijo: ‘Perfecto, se queda aquí, con nosotros [entonces tenía siete años]».
A los 11, Hugo se adscribió a un club, requisito imprescindible para participar en competiciones oficiales. «Era verano. Buscando por internet pequeños campeonatos infantiles para que se divirtiera, fuimos a parar a Rivas. Fue tal el buen trato recibido en el club Covibar que nos quedamos encantados». Y hasta hoy, que con 16 años, es el nuevo campeón del mundo júnior en 200 espalda.
CINCO AÑOS CON NATACIÓN RIVAS
Aunque siempre ha entrenado en Madrid, primero en la Escuela de Iniciación a la Competición y luego en el Centro de Tecnificación donde se forma ahora, Hugo ha competido desde los 11 años representando a la entidad ripense (Covibar y luego Natación Rivas).
Con sus compañeros y compañeras de club coincidía los fines de semana de campeonato. Ahora se va al Canoe, pero él y su familia seguirán viviendo en Rivas. «A raíz del buen trato recibido en el club y de la calidad de vida que notábamos cada vez que veníamos, decidimos trasladarnos aquí hace un año», explica el padre.