No le pidan a este ripense de 36 años que se conforme ante los cambios que le perjudican en su rutina diaria. Se emplea a fondo en su inconformismo y para responder a la manida pregunta de‘¿cómo saca tanto tiempo?’ tira de refranero: «Si vienes con algo urgente, dáselo a una persona ocupada».
Con esta premisa explica Israel Cañamón Valera (1975) la constante conciliación entre sus responsabilidades familiares y laborales y su ‘militancia’ en cuestiones locales, la misma que le llevó a movilizar al vecindario para lograr una sala de espera para padres y madres en la piscina del polideportivo Cerro del Telégrafo.
Israel, padre de dos niños de 6 y 3, no se conformó cuando cerró la cafetería en la que los progenitores esperaban que sus vástagos finalizasen cada día las clases de natación en la piscina municipal del Cerro.
«A lo largo de la semana esa sala podría albergar más de 1.000 visitas«, valora Israel, que emprendió la senda de la protesta cuando ese espacio echó el cierre y padres y madres se vieron avocados a esperar a los menores a la intemperie.
«Había disconformidad y muchos rumores sobre el nuevo destino de la sala, pero las obras aún no habían comenzado», relata. Urgía que alguien tomara la iniciativa, por lo que este vecino, profesor de Matemáticas en la Universidad Politécnica de Madrid, puso las primeras piedras de su particular protesta.
El objetivo estaba delimitado: seguir disponiendo de un punto de encuentro en el que verse y charlar bajo techo mientras esperar a los alumnos y alumnas de natación. La primera herramienta de presión en la que pensó Israel fue la recogida de firmas.
«Durante una semana vine cada día al polideportivo para poner carteles en la piscina y hablar con padres y madres». «Algunos se convencieron para recoger firmas por los barrios o colegios de sus hijos», rememora Israel.
ACUERDO FINAL
En algo de menos de tres semanas, este ripense ingeniero de Minas había logrado la conformidad de más de 700 personas que plasmaron su firma en las listas. A pesar de que halló cierta tibieza en la colaboración ciudadana, no duda en hacer responsable del éxito a la labor grupal: «El mérito es de quienes contribuyeron recogiendo firmas, yo sólo di el primer empujón necesario», admite Israel.
«Satisface ver cómo la iniciativa popular da sus frutos»
Las horas de diálogo con padres, madres y vecindario dieron paso al cara a cara con la Concejalía de Deportes del Ayuntamiento. Lidiar con políticos y burocracia parecía, a priori, la parte más difícil, pero Israel aún se congratula del talante abierto que halló. «Encontré buena predisposición y no tuve que registrar las firmas», señala. A partir de ese momento el proceso fue dialogado y consensuado.
«El técnico municipal me mandó el proyecto con el presupuesto y un plano con la propuesta de sala alternativa». Israel trasladó el contenido del proyecto a los afectados colgando copias del proyecto en los vestuarios de la piscina. La gesta duró un total de 4 meses desde que empezó en marzo de 2011.
En julio se aprobó la partida presupuestaria para ampliar uno de los extremos del recinto de la piscina del Cerro y habilitarla para el fin promovido por Israel. «Entre todos llegamos a la solución», se congratula.
Unos bancos y una cristalera por la que se observa la piscina son los elementos característicos de la nueva sala de espera rectangular de 80 metros cuadrados que el público utiliza desde octubre de 2011. Objetivo cumplido pero, ¿es su primera batalla?, le pregunta Rivas al Día dentro de la sala fruto de sus reivindicaciones. «No me considero un gran activista pero participo en aquello que me parce justo, en causas dignas de defender», sostiene Israel, a la vez que confiesa no haber sido nunca «el Che Guevara» de su barrio, Covibar.
Reconoce que su espíritu reivindicativo de lo local, la fuerza que le mueve para tratar de mejorar su barrio, su entorno, le ha llegado con mayor arrojo desde que es padre. «Me muevo por tener el barrio que a todos nos gustaría tener», reconoce este miembro del AMPA del colegio Olivar y de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos de Rivas (FAPA).
Desde estas organizaciones trabaja por impulsar pequeños avances para mejorar, desde una perspectiva práctica, la cotidianidad. Israel, que estudió en el colegio Olivar, el mismo al que ahora lleva a sus hijos, llegó a Rivas cuando tenía 11 años, ciudad de la que se «enamoró» y decidió plantar raíces.
Con ayuda de padres, madres y vecindario, Israel reunió 700 firmas
Considera que en el campo del activismo es necesario dar el primer paso, pero el éxito reside en la lucha colectiva: «Estamos en una sociedad de pasillos, nos gusta mucho comentar pero no dar el primer paso; es necesario el carácter emprendedor para cambiar las cosas, por pequeñas que sean», asevera.
DERECHOS SOCIALES
«Da satisfacción ver cómo la iniciativa popular da sus frutos», añade este profesor que, vestido con chaqueta de pana y boina, recuerda a pesar de su juventud a los precursores del movimiento vecinal que, allá por los años 70 y 80, abrieron el camino en el que se gestaron los derechos sociales, alumbrados por las necesidades básicas de la comunidad.
De lo local a lo global, Israel no se queda al margen de las diferentes manifestaciones que han sacudido el escenario público en los últimos tiempos. Defensor de la educación pública, está orientado hacia las últimas posturas que la defienden y, en su momento, también se unió a las protestas tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997 o durante la guerra de Irak en 2003.
