VIERNES 31 OCTUBRE / 20.00.
Auditorio Pilar Bardem.
6 a 12 euros (ver descuentos).
Compra: web entradas.rivasciudad.es y taquilla (jueves y viernes, de 19.00 a 21.00, y días con función desde una hora antes).
Trotamundos de los teatros, con proyectos en países como Estados Unidos, Argentina, Francia, Bolivia o Etiopía, la dramaturga y directora vallisoletana Lucía Miranda (1984) pasea ahora por los escenarios uno de esos montajes que anidan en la vida de una desde la infancia. Criada en un hogar consagrado a las tardes de lectura y en el que se viajaba al extranjero siempre que se podía -la madre, funcionaria de Hacienda; el padre, arquitecto-, con apenas 11 años cayó en sus manos ‘Caperucita en Manhattan’. La novela de Carmen Martín Gaite echó semilla en la joven Lucía. Y muchas primaveras después, su biografía se pobló de un rosario de casualidades que la ataron definitivamente al texto de la escritora salmantina hasta convertirlo en la obra de teatro que llega a Rivas.
Miranda, que como dramaturgas de cabecera cita a Sarah Ruhl, Anna Deavere Smith o Martyna Majok, ha escogido un elenco de cuatro actrices que representan más de veinte personajes. Al frente, la premiada en los Goya Carolina Yuste (‘La infiltrada’), que encarna a la protagonista Sarah Allen, la joven Caperucita que vive en Brooklyn y desea llevar ella sola una tarta de fresa a su abuela, vecina de Manhattan. Un cántico a la libertad, un viaje de aventura urbana por el bosque neoyorquino de rascacielos. En el escenario, junto a Yuste: Carmen Navarro, Miriam Montilla y Mamen García.
Una obra firmada por una autora que defiende el teatro como caja de resonancia “para que exista la memoria y aprender de los errores y de las cosas buenas”. El teatro como espacio de encuentro, “como fiesta y lugar donde reír, llorar, cantar, participar”. Porque Miranda cree “mucho en lo comunitario, en el valor colectivo de las personas y la capacidad para crear”. Valores que se aprecian en los proyectos que desarrolla con su compañía Cross Border Project, que este otoño trabaja en Rivas con un grupo de 19 vecinas y vecinos para componer la lectura dramatizada ‘Relatos de ciudad’, un retablo textual que se configurará a partir de la recopilación de testimonios ripenses que hablarán de la ciudad que habitan.
Ha querido representar la novela de Carmen Martín Gaite desde que hace teatro. ¿Qué encierra el libro para que le atrape de esa manera?
De chavala, escondía el sueño de la libertad. Es una novela de transición para una joven. Una novela que, como chica, me decía que yo también podía vivir aventuras, algo difícil de encontrar entonces en España. Las grandes novelas juveniles, como ‘El mago de Oz’ o ‘Alicia en el país de las maravillas’, eran de fuera. Y de repente Martín Gaite me invitaba a vivir una aventura. Y con una chica como protagonista.
«De chavala, la novela de Martín Gaite escondía el sueño de la libertad. Es una novela de transición para una joven. Una novela que, como chica, me decía que yo también podía vivir aventuras, algo difícil de encontrar entonces en España»
¿Y ahora, al visitar de nuevo la novela, qué se ha encontrado?
Ahora que la he tenido que estudiar, no solo leer, he encontrado un nuevo significado. ‘Caperucita en Manhattan’ fue la novela que me impulsó a seguir sueños. Yo quería vivir en Nueva York. Y la novela contribuyó a eso: he estudiado y vivido tres años en Nueva York. Es un libro que te ayuda a conseguir cosas. Y ahora que lo he leído siendo madre, empatizo con un discurso del miedo que hay en sus páginas, y que Carmen critica. Me pongo a contarle la historia a mi hija y de repente Sarah Allen [una niña de 10 años] se va con Miss Lunatic, una señora mendiga que acaba de encontrarse por la calle [y vive escondida en la estatua de la Libertad]. Y le tengo que decir a mi hija que no se vaya con desconocidos. Cuando le cuento ciertas cosas de la novela me las tengo que replantear. Además, hay una lectura adulta muy bestia desde dónde escribió Carmen la novela. La escribió después de la muerte de su hija, que falleció de sida. Estaban muy unidas. Y tardó cinco años en escribir ficción. Pensar que, como madre, se muere mi hija y lo primero que escribo es esto, te lleva a pensar qué hay detrás. Y ves que es una novela de despedida. Se está despidiendo de su hija. Con dos personajes: uno es Carmen y otro su hija. Es una novela de duelo. Y eso con 11 años no lo lees.
“Mi camino sigue el camino de Carmen en algunos puntos”, ha dicho. ¿Qué puntos son esos?
Me siento muy identificada con Carmen, también una chica de provincias. Ella, de Salamanca; yo, de Valladolid. Tiene muchos escritos sobre la vida de provincias de niña. Además, estuvo de profesora en la Barnard Collage, una universidad del norte de Nueva York. Yo, también. Fui con 27 años como profesora de español. Elegí ‘Caperucita en Manhattan’ como lectura para el alumnado. Y en mi clase encontré a Sarah Allen, la protagonista de la novela. Una chica sabía muchísimo de la novela. Cosas que yo desconocía. Le pregunté. Y me dijo que ella era Sarah Allen, que Carmen se había inspirado en ella. Era la hija de la traductora de las novelas de Carmen al inglés, una hispanista y de las mayores estudiosas de Carmen.
Menudo círculo.
Un círculo tremendo. Ahí me dije: tengo que trabajar con esta obra. No puede ser que una novela que me ha traído hasta aquí se quede sin nada.

La actriz Carolina Yuste, Sarah Allen en ‘Caperucita en Manhattan’. DOMINIK VALVO
Sostiene que si Sarah Allen fuera anglosajona ya habría sido película, musical y varias veces obra de teatro. ¿España no aprovecha bien sus personajes literarios?
En literatura infantil, no. En la apertura de los Juegos Olímpicos de Londres, los ingleses sacaron todo su imaginario a pasear en la inauguración: Mary Poppins, Peter Pan, Harry Potter… Hay un gran trabajo con ‘El Quijote’ u otros personajes adultos, pero menospreciamos nuestra literatura infantil y juvenil. No cuidamos el mundo de la infancia como sociedad. Y eso se nota en la literatura. Eso pasa con ‘Caperucita en Manhattan’, pero también con el Ratoncito Pérez. El ratón Pérez es un best seller en Japón. Y aquí tienes que comprarlo en alguna librería antigua. Si fuéramos de otra manera, el museo del ratón Pérez sería otra cosa, y Madrid estaría lleno de puertecitas.
Cuenta con un elenco interpretativo muy potente. Carolina Yuste destaca cómo se miran las cuatro actrices de diferentes generaciones en el escenario.
La intergeneracionalidad se buscó adrede. Me interesaba que fuera un grupo de actrices con un contrapunto a Carolina Yuste. Mamen García tiene una edad. Miriam Montilla y Carmen Navarro son más cercanas. Pero todas con un contrapunto a Carmen. Me interesaba porque las actrices en España merecen más espacios. Ellas hablan mucho de la invisibilidad a partir de una edad, de que no encuentran papeles o se repiten. Aquí la oportunidad es que sean cómicas de toda la vida y puedan jugar. Lo hacen maravillosamente. Han sido muy generosas. Y han enriquecido la obra.
«Las actrices en España hablan de la invisibilidad a partir de una edad, de que no encuentran papeles o se repiten. En esta obra, la oportunidad es que las actrices que acompañan a Carolina Yuste son cómicas de toda la vida y puedan jugar»
Cuando un proyecto teatral lo hacen mayoritariamente mujeres, ¿se trabaja con una complicidad distinta?
Se generan una familiaridad y sororidad muy grandes. Siempre hemos tenido muy en cuenta cómo se encontraba cada una. Mientras ensayábamos y en el estreno, Carolina estaba con la carrera de los Goya. Y eso provoca estrés. Mamen estaba con otro espectáculo al mismo tiempo… Las mujeres nos cuidamos entre nosotras. He sentido que iba a ensayar con un grupo de amigas.
El cine español cruje con una nueva ola de directoras que invitan a repensar la forma de mirar el mundo: Arantxa Echevarría, Carla Simón, Alauda Ruiz de Azúa… Que vienen tras las Icíar Bollaín, Coixet y demás. ¿Sucede lo mismo en el teatro?
Ahora mismo hay grandes directoras a las que quiero y admiro: Marta Pazos, María Jiménez, María Goiricelya, Lucía Carballal, María Velasco… Creadoras muy diversas, desde lenguajes diferentes, únicas y libres, que han entendido cuál es su camino y llegan a un público distinto. Faltan mujeres en los puestos directivos de los grandes teatros, que siguen siendo mayoritariamente varones. Pero a nivel creativo hay una generación muy potente.
La versión escrita más antigua de Caperucita Roja data de 1697. Más de 300 años después, ¿quiénes son y dónde se esconden los lobos feroces?
Se esconden en todas partes. Ahora que le tengo que explicar a mi hija de cinco años todo esto, no quiero que crezca con la cultura del miedo, pero al mismo tiempo es inevitable. Los lobos están, por ejemplo, en internet, con todo lo que sucede con los menores, a quienes les piden cosas terribles. Y siguen existiendo en nuestras calles. Y en nuestra profesión: mira el movimiento ‘Me too’. Los lobos siguen ahí. Y a pesar de todo hay que intentar ser Caperucitas sin miedo por el bosque. No se trata de ‘no vayas por el bosque’ sino ‘cómo vamos por ese bosque’.
La novela es una fábula moderna sobre la libertad, una palabra muy hiperbólica y manoseada hoy por sectores ultras que se la quieren apropiar. La defiende Javier Milei (‘Viva la libertad, carajo’), presidencias autonómicas… ¿Qué es la libertad?
La libertad tiene que ver con la capacidad de elección sin fastidiar a los demás. Y la capacidad de elección es muy difícil ahora. No sentirte obligado por la masa, por el qué dirán… Pasa por poder escucharte a ti y tu necesidad, teniendo la valentía de llevar a cabo sin fastidiar a los demás.
¿Cuándo sufre más, como dramaturga o como directora?
Se sufre más como autora. Como directora me lo paso pipa, como mi hija cuando se pone a jugar con los muñecos. Es muy divertido, piensas en grupo, si tienes una duda la planteas y alguien la soluciona. Escucho mucho como directora. Hay cosas de ‘Caperucita en Manhattan’ que han solucionado las actrices o los compañeros de diseño. Es jugar en colectivo, probar, no pasa nada por errar. Pero la autoría, tú sola delante del folio, hasta que llega una buena idea, tardo muchísimo. Soy una autora muy lenta y una directora muy rápida.
«Se sufre más como autora que como directora. Como directora me lo paso pipa. Es muy divertido, piensas en grupo, si tienes una duda la planteas y alguien la soluciona. Soy una autora muy lenta y una directora muy rápida»
Su compañía Cross Border Project trabaja en Rivas el proyecto de teatro comunitario ‘Relatos de ciudad’.
Es un proyecto de relato comunitario que lleva Ángel Perabá. Participan 19 personas. Concluye con una lectura de dramaturgia, no llegamos a hacer montaje con representación. 19 personas entre 49 y 77 años que recogerán, mediante entrevistas, relatos de vecinas y vecinos de la ciudad, de diferentes momentos de la historia de Rivas. Y allá que nos hemos lanzado.
¿Cuándo supo que quería dedicarse al teatro?
Mi madre dice que desde pequeña. No hubo un momento revelador. Vengo de una familia muy lectora. Mi madre es funcionaria de Hacienda. Y mi padre, arquitecto. Mi madre siempre se ha disfrazado. Y en el colegio había un grupo de teatro amateur. Tiene que ver con mi casa (la lectura y los disfraces) y el teatro amateur. Y en mi casa hemos viajado mucho al extranjero desde pequeña. Y el teatro es una manera de viajar. Hacer teatro es viajar un poco desde casa.



