RODRIGO CUEVAS + TANXUGUEIRAS + QUERALT LAHOZ
Martes 14 de mayo / 19.30. Auditorio Miguel Ríos.
Anticipada: 15 euros, en entradas.rivasciudad.es, wegow.com y taquilla del auditorio Pilar Bardem. Día concierto: 20 euros, en taquilla auditorio Miguel Ríos.
Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) acaba de poner patas arriba el Teatro del Liceu de Barcelona con una versión de la ‘Gitana hechicera’ que popularizó Peret a ritmo de rumbas y a la que Cuevas lleva por derroteros más electrónicos. “Me gusta bastante improvisar y jugar con la música popular de cada sitio”, confiesa durante esta entrevista en la que defiende el asturiano (“el bable es un término despectivo”, matiza a las preguntas del periodista), en la que reivindica el baile casi como terapia y aborda sus tiempos como músico callejero. El martes 14 de mayo toca en las fiestas de Rivas, compartiendo cartel con Tanxugueiras y Queralt Lahoz. Presentará su último disco, ‘Manual de romería’, con el que obtuvo el Premio Nacional de las Músicas Actuales en 2023.
Se define como un agitador folclórico. Es una etiqueta que me puse yo para poder definirme, pero sin limitarme mucho. Trabajo con el folclore e intento hacer la agitación desde ahí, con una etiqueta que no me limita mucho tampoco porque no dice si hago música, si hago danza o poesía. Es como que todo cabe ahí, dentro de esa etiqueta.
Después de recibir una amplia formación musical, de pronto se retira a Galicia y se mete de lleno en el folclore. ¿Cómo da ese paso y qué le sedujo de la música popular?
Quizás la parte más colectiva de autogestión de la fiesta, del ocio y de poder compartir la fiesta y la música con los que tienes al lado. Eso es lo que más me gustó.
¿Cuándo empieza a fusionar el folclore con ritmos más actuales como la música electrónica?
Casi desde el principio. Desde que empecé a trabajar con la música tradicional, porque ya hacía otras músicas y en ningún momento abandoné ninguna de las que ya hacía.
¿Cuánto tiene de investigación su trabajo?
Bastante. Sobre todo durante el proceso de escritura de los discos. Me paso como varios meses trabajando en ello.
Supongo que hablando con mucha gente de las aldeas y de los pueblos.
Y de las ciudades también. El folclore no solo está en los pueblos.
Háblenos de su vestuario. ¿Por qué esa imagen ante el público?
Con el vestuario intento hacer lo mismo que con la música. Cojo prendas de la indumentaria tradicional y las combino con otras que son de diseño. Trabajo, sobre todo, con Constantino Menéndez, que es un diseñador que es experto en indumentaria tradicional y es el que me hace todos los diseños.
¿Y cómo reciben su música en su Asturias natal o Galicia, donde hay tanta raíz popular y se respetan tanto las tradiciones?
Muy bien, me siento muy querido en Asturias. Me quiere mucho la gente.
¿Y cuál fue la primera reacción del público?
Bueno, en el primer show casi no había público (ríe). En el primer concierto no te pones ante mil personas. He trabajado mucho en la calle, de ahí pasé a trabajar en bares y, de ahí, a salas pequeñas y a festivales. Al final fue un boca a boca que se fue generando, la gente avisaba a otra gente para que viniera a verme.
¿Qué supuso para su carrera haber tocado en la calle?
Al principio me dio dinero para vivir. Y luego aprendí muchas cosas: a gestionar la energía, a gestionar la voz y supongo que también a trabajar con las inseguridades.
¿Hay algo de lo que haya hecho últimamente que le haya generado dudas?
Bueno, yo con cada canción que hago pienso que va a ser el fin de mi carrera. Directamente (ríe).
¿Nota mucha diferencia entre el público asturiano, o el que pueda ir a escucharle en otro lugar de España, como en Rivas?
No te creas. Yo creo que todo el mundo está ya muy acostumbrado al folclore. La gente ya ha escuchado los discos y viene más por mí que por ver qué ven. No hay tanta diferencia.
‘Manual de romería’ fue el disco que le hizo más popular entre el gran público. ¿Qué ha supuesto para usted y su carrera?
Es el último disco que saqué y con el que estoy haciendo una gira más grande. Me está llevando a tocar a sitios muy chulos. Fue también con el que me dieron el Premio Nacional.
¿Qué tienen sus conciertos de verbena popular?
Todo, son una verbena totalmente. ‘La romería’ es una verbena de principio a fin. Además, me gusta bastante improvisar, jugar con los clichés y con la música popular de cada sitio.
Es usted un gran defensor del baile. ¿Ya no se baila como antes?
Se baila mucho menos. Creo que porque tenemos mucha más vergüenza, como que tenemos que hacer muy bien las cosas para atrevernos a hacerlas en público. Es un error tremendo. Con lo de cantar igual, pasa lo mismo. La gente no canta tanto como antes, canta mucho menos.
Hablemos de la lengua asturiana. ¿Por qué nos cerramos tanto ante otras lenguas que también forman parte de la riqueza de nuestro país?
Pasa en todos sitios. Desde España se cree que hay una lengua principal y que las otras son secundarias. El mayor ejemplo lo tenemos en el asturiano o en el aragonés, que ni siquiera son oficiales. La gente que las habla no puede estudiar en ellas. Al final, las escuelas se convierten en lugares en los que niños que entran hablando asturiano o aragonés salen hablando castellano. Y salen sin saber escribir ni la gramática ni expresarse en su propia lengua materna.
¿Qué es la Benéfica de Piloña?
Es un teatro antiguo que había en Infiesto, el pueblo donde vivo. Estaba abandonado y lo recuperamos entre unas cuantas personas del pueblo. Lo compramos y estamos haciendo un proceso de rehabilitación para convertirlo en un espacio para la cultura y para el pueblo.
¿Le apetecía tocar en Rivas?
Sí, muchas ganas. Todo el mundo me dice que hacen unas fiestas muy guays. Además, la compañía en el concierto es perfecta, me encanta.